Desde La Habana

Avatares de un periodista independiente

Joder. Qué me hago ahora. Tenía planificada una entrevista con una señora en el barrio de Marianao que hace labor comunitaria con niños pobres. Por causas ajenas a mi voluntad tuve que postergarla.

Son las 8 de la mañana de un inusual y frío mes de enero de 2010. Miro la cartera, me quedan 28 cuc. Tengo que improvisar, por la entrevista fallida. Ya dentro de un «almendrón» (viejo auto americano), decido compartir con ustedes avatares y sueños de un periodista independiente cubano.

Cuando en octubre de 2009 del diario español El Mundo, en su versión digital, me pidieron escribir a dos manos junto a Max Lesnik un blog de debate titulado 90 millas, la idea me pareció genial. También, si podía, me dijo el míster de la redacción con su tono de madrileño, algunas historias. Qué bien! Manos a la obra. Pero -siempre hay un pero- escribir en Cuba es digno de una hazaña de Tarzán.

He visto siete veces el filme de Robert Redford sobre el caso Watergate. Encarna al famoso reportero del Washington Post, Bob Woodward y su célebre fuente, Garganta Profunda. Una clase magistral de periodismo. Con avidez las historias que publican en las revistas Time o Newsweek. También los reportajes de El Mundo o El País dominical. Son una pasada. Ser periodista en el primer mundo debe ser gratificante.

Ningún funcionario te puede negar información pública. Ni pende sobre tu cabeza una ley terrorífica que te puede condenar a 20 años de cárcel. Tampoco en el barrio donde vives nadie te arma un “acto de repudio”, un linchamiento verbal, estilo fascismo alemán, donde lo menos que te gritan es la madre que te parió.

Nunca, en ese primer mundo donde se desayuna varios platos y con frecuencia puedes comer carne, te visita un cándido agente de la inteligencia para amenazarte, que si sigues escribiendo podrías ser procesado. Debe ser bueno ser periodista en el primer mundo.

En el civilizado, porque en Colombia o México, un sicario pagado por un cartel de la droga te puede acribillar a balazos. O en la Venezuela del delirante Hugo Chávez donde el bolivariano, sin contemplaciones te puede llenar de improperios en su programa televisivo Aló Presidente.

Tengo la costumbre de leer los comentarios que me dejan. Me gusta que me critiquen. Sobre todo cuando son criterios de peso. Si algo adoro del periodismo del siglo 21 es la retroalimentación. Escribo lo que pienso, sea en una crónica o un artículo de opinión. Trato de ser objetivo. Pero ni Fidel Castro ni Elián González se tomarán la molestia de darme una entrevista si se las pido. Para el gobierno, yo soy un mercenario.  Un traidor a mi pueblo y a la revolución socialista.

No me amilano. Me tomo el trabajo en serio. Creánme. Y soy un iluso, que piensa que en el fondo la gente es buena. Para este 2010 tengo mis planes. Quisiera que Raúl Castro me diera las respuestas que le niega a la bloguera Yoani Sánchez. También me gustaría entrevistar a Fidel Castro en su clínica particular.

La lista de encuentros sigue. A los deportistas cubanos Kendry Morales y Dayron Robles. Y luego que me firmen un autógrafo. Sería feliz si Usaín Bolt, el hombre que vino de otro planeta, el suizo Roger Federer, el argentino Lionel Messi o el español Pau Gasol, me concedieran unos minutos.  De los políticos, aparte de los Castro, con gusto charlaría para El Mundo o para mi blog Desde La Habana, con el preso de conciencia Oscar Elías Biscet o con el periodista cubano exiliado Carlos Alberto Montaner. De los estadistas extranjeros, me decanto por Lula y una entrevista polémica con el Papá Noel de Caracas.

Bueno, por qué no, también con el carismático Barack Obama y el insípido José Luis Rodríguez Zapatero, a quien le pediría que me explicara cuál es la posición de su gobierno con respecto a Cuba. Me faltaría un puñado de artistas y mi ojito derecho, Oprah Winfrey.

Es bueno soñar. Pero ya llegué al hotel Parque Central. Una tarjeta de internet de una hora me cuesta 8 cuc, un dineral. Guardo bien en la billtera los 20 cuc restantes. Para la próxima vez.

Daría lo que no tengo por intentar hacer extensos reportajes, polémicos y balanceados y con buenas fotos. Y porque alguna persona de la lista citada me concediera una entrevista. Pero eso son pendejadas. Ahora tengo que poner los pies en la tierra. Y además de esta crónica, ver qué más escribo para El Mundo y mi blog Desde La Habana. Después, puedo seguir soñando.

Iván García

Foto: ahisgett, Flickr

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