La mayoría de los opositores abiertamente anticastristas que conozco no viven en fastuosas mansiones, ni tienen bienes materiales de última tecnología. Tampoco cuentas bancarias en paraísos fiscales, yates o una casa en la playa. No creo que ninguno sepa jugar golf o puedan pagarse unas vacaciones en una isla griega.
Esos lujos solo están reservados para los jerarcas del régimen verde olivo. Quienes cantan La Internacional, escriben discursos repletos de frases hechas en nombre de la justicia social y la pobreza, pero visten con ropas de marca, usan perfumes franceses y tienen empleadas domésticas en sus casas.
La fiscalía nacional nunca va abrir un expediente a los funcionarios cubanos involucrados en los Papeles de Panamá. No existe una oficina estatal donde el ciudadano común pueda conocer cómo se gasta o dónde se invierte el dinero público. La nomenclatura vive y ejerce sus funciones con total impunidad.
Ese estilo de liderazgo, de jamás rendir cuentas, que se ha enraizado dentro de la autocracia verde olivo, de cierta forma ha sido imitado por la oposición en la Isla. Desde luego, es un estilo dañino.
La corrupción, y sus respectivas variantes como el nepotismo y el tráfico de influencias, ha permeado a un sector importante de la disidencia. No hay transparencia acerca del dinero ni los recursos que reciben.
Algunos opositores se comportan con prepotencia dictatorial y manejan las cuestiones de su agrupación como si fuera un negocio de familia.
Para vivir se necesita dinero. Y éste no cae del cielo. Lo ideal sería que la oposición obtuviera dinero mediante mecanismos financieros locales. Pero la Cuba de los Castro es una auténtica dictadura.
Quienes en la Isla se declaran disidentes, si trabajan o estudian, son expulsados de sus centros laborales o de enseñanza. Además, aunque trabajaran, debido a las distorsiones financieras que provoca la doble moneda y a los bajos salarios, no podrían sostener a sus grupos. Antes de 1959, los partidos solían autofinanciarse por las cuotas pagadas por sus afiliados y donaciones de simpatizantes y personas anónimas.
Para hacer oposición política, periodismo libre, tener oficinas de abogados independientes o cualquier organización de una sociedad civil, se necesitan fondos. ¿Cómo obtenerlos?
Existen fundaciones extranjeras privadas a las cuales, después de presentarles determinados proyectos, conceden créditos. En las sociedades democráticas del primer mundo, instituciones gubernamentales también otorgan ayudas.
¿Es licito? Sí. Pero para el régimen castrista es ilegal y usted puede ser sancionado por la anacrónica Ley Mordaza, vigente desde febrero de 1999. Si las leyes de una nación prohíben obtener fondos en otros países para financiar actividades políticas, periodísticas o de otro tipo, entonces ese país, Cuba en este caso, debiera contar con mecanismos bancarios que permitan conseguir esos recursos.
Pero en la Isla la oposición es ilegal. La disidencia casi siempre se ha financiado con instituciones o fundaciones asentadas en Estados Unidos. Algo que no es ilegal en ese país y públicamente se informa.
No estoy en contra de recibir dinero de instituciones gubernamentales estadounidenses, siempre y cuando se pueda justificar con el trabajo que se realiza. En el caso del periodismo, reportar para la VOA, Radio Martí, BBC y Radio Exterior de España, entre otros, no es un delito. Excepto en Cuba, Corea del Norte o quizás en China y Vietnam.
Cualquier dinero procedente del exterior lo pagan los contribuyentes de ese país. Cuando se trate de actividades políticas o periodísticas, lo ideal sería recibir dinero de fundaciones y ciudadanos o empresas periodísticas.
Una parte importante de la financiación a la oposición ha procedido del Departamento de Estado de Estados Unidos u otras instituciones federales. Los grupos opositores locales que consideran que eso es ético y es una manera lícita de obtener fondos, entonces debieran ser transparente en su gestión.
Y el 95 por ciento de ellos no rinden cuentas ni redactan informes públicos. La mayoría de las veces, los integrantes de esos grupos desconocen cómo se manejan los fondos recibidos. Y por lo general administrados por la persona al frente del la agrupación opositora.
Justifican el secretismo con el pretexto, a veces fundado, de que no llegue a los oídos de los cowboys de la Seguridad del Estado, que actúan como piratas del siglo XXI y ocupan el dinero y los bienes sin el debido proceso jurídico.
Pero, y es lamentable decirlo, esa opacidad para manejar recursos colectivos es el embrión de los comportamientos corruptos dentro de la oposición cubana. En la mayoría de organizaciones disidentes, llámese como se llame, esa ausencia de una gestión supervisora y de acatar un marco regulatorio transparente, provoca que algunos opositores defrauden dinero y bienes que no son suyos o se apropien de una parte.
Con su errático desempeño, entregan en bandeja de plata a la contrainteligencia suficiente información para dividir y generar conflictos interpersonales dentro de la disidencia.
¿Cómo acabar con esos métodos corruptos y nefastos, que no solo desprestigian a la disidencia, sino que sientan un mal precedente para una futura democracia? ¿Se imaginan a un actual opositor venal siendo mañana ministro o funcionario del Estado? La forma más razonable para atajar ese fenómeno es ejerciendo transparencia.
Que puede ser mediante informes trimestrales o anuales. Por ejemplo, los reporteros de Periodismo de Barrio, liderado por Elaine Díaz, en su página web tienen un balance de la gestión del dinero que reciben.
La medida de la administración de Trump, de recortar drásticamente fondos de ayuda a la oposición cubana, más que nefasta, marca un nuevo camino y obligará a trazar modelos diferentes en la obtención de recursos.
Además, propicia mayor autonomía y credibilidad. Y puede acabar de sepultar definitivamente esa mentalidad tan cuestionable de buscar soluciones a los problemas de Cuba mediante mecanismos patrocinados por otros gobiernos.
Los intereses de Estados Unidos son sus intereses. No necesariamente los nuestros. Por supuesto, la solidaridad gubernamental de esa nación y también de la Unión Europea, es un espaldarazo a la hora denunciar la falta de libertades políticas y violaciones de derechos humanos del régimen cubano.
Pero hasta ahí. El dinero que se necesita para hacer proyectos políticos, en las duras condiciones del absurdo socialismo tropical, debieran proveerlo aquellos cubanos del exilio que les concierna el futuro de su patria. Dinero de su bolsillo. No del ajeno. Y si consideran que no es una inversión inteligente enrolarse en un asunto que no les pertenece o no les interesa, están en su legítimo derecho de no donar ni un centavo.
El problema de Cuba pasa por los cubanos. Por los de adentro y los de afuera. De nadie más.
La modernización de la sociedad y el futuro que nos tracemos es un asunto de nosotros y debemos resolverlo con creatividad, mayor humildad y más unidad de criterio.
Quizás la oposición cubana termine agradeciendo a Donald Trump por recortar millonarios fondos que pocos conocían adónde iban a parar. Créanme, siempre es mejor ser lo más independiente posible.
Iván García
Diario Las Américas, 30 de mayo de 2017.
Foto: Opositores en el entierro de Oswaldo Payá Sardiñas, el 24 de julio de 2012, en el Cementerio de Colón de La Habana. Tomada de Diario Las Américas.