Hablar de música en Cuba es una analogía. Cuba es la música. También hay gente agradable, clima espléndido, olor a salitre y cualquier pretexto sirve para montar un guateque. Otras cosas, como los camarones, frutas tropicales o carne de res son un lujo tras 54 años de desgobierno. Faltan libertades esenciales y sobran consignas, pero sigue la música.
Fidel Castro intentó desguazarla y sustituir las retretas dominicales por marchas arrítmicas llamando al combate. El régimen verde olivo planificó transformar la música. Enterrar el guaguancó, el toque de santo y el jazz.
Pero no pudo. Además de inventar parámetros para medir la calidad de un músico, en los medios mandó a censurar a gigantes como Mario Bauzá, Celia Cruz o una tal Lupe, solo porque ellos escogieron observar desde la distancia el disparate ideológico instaurado en la isla.
Y es que la música, como la poesía, no se deja violar. El trompetista, pianista y compositor Arturo Sandoval (Artemisa, 1949), bien lo sabe. En carne propia ha vivido la guerra santa que comisarios políticos y culturales, amanuenses e histéricos, desataron cuando en 1990 decidió alejarse del manicomio comunista. Por decreto oficial, Sandoval debía morir.
Ha llovido mucho desde entonces. Los tiempos son otros. Ya los barcos rusos no traen compotas. Y hace 24 años, indignados berlineses en una noche derribaron el muro que dividía a una misma nación. Castro tuvo que trasvertirse políticamente. Hablaba de socialismo o muerte en una tribuna habanera, pero desde las alcantarillas del poder, enviados especiales intentaban hacer negocios con magnates del capitalismo. Tuvo que hacer pactos. Con la iglesia católica, la religión afrocubana y con el mismísimo diablo. Se resquebrajó la disciplina social y el miedo se fue perdiendo.
Y en plena mañana, encuentras que negros de un solar de Cayo Hueso, en el centro de La Habana, entre rondas de ron y dominó, se atreven a escuchar, a todo volumen, a Celia Cruz, Willy Chirino, Paquito D’Rivera o A Time for Love, disco de 2010 de Arturo Sandoval. Yo fui testigo.
El 6 de noviembre el trompetista cubano cumplió 64 años. El 21 de este mes, tal vez su nombre sea anunciado en Las Vegas, como ganador de un Grammy, el décimo en su carrera, que se unen a 6 premios Billboard y un Emmy. Aunque el más emotivo de todos será la Medalla Presidencial de la Libertad que en diciembre Barack Obama le entregará, a él y quince personalidades más, entre ellas el expresidente Bill Clinton, la presentadora Oprah Winfrey y el científico mexicano y Premio Nobel de Química Mario Molina. Pese a su intensa agenda, Arturo Sandoval gentilmente respondió un cuestionario de Diario de Cuba.
Arturo, era un niño cuando tu nombre sonaba con fuerza en la isla. Te recuerdo sacándole complejas notas a la trompeta, mientras Irakere ejecutaba Bacalao con pan. ¿Podrías resumir tu trayectoria artística?
-Tengo que dar gracias a Dios todos los días porque en mi carrera he podido cumplir mis sueños. Imagínate, venir de una familia sumamente pobre, donde nadie nunca estuvo vinculado al arte, y yo haber podido estar en los mejores escenarios y compartir con grandes de la música. Creo que eso resume mi trayectoria. Un sueño hecho realidad.
Por modestia no lo dice, pero otro sueño materializado es el Arturo Sandoval Institute, institución orgullo de la música cubana en las dos orillas. Volviendo la vista atrás, Arturo, ¿qué significó Irakere para ti?
-Antes de pertenecer a Irakere fui miembro de la famosa Orquesta Cubana de Música Moderna. Cuando entré en la Orquesta tenía 16 años. Comencé desde abajo, siendo la sexta trompeta, hasta que llegué a ser la primera. Sin ninguna duda, la Orquesta Cubana de Música Moderna ha sido una o la mejor que se formó en Cuba, con músicos de gran envergadura, como Luis Escalante, El Guajiro Mirabal, Paquito D’Rivera, Chucho Valdés, Guillermo Barreto y Juan Pablo Torres, entre otros. Varios de ellos después formamos el grupo Irakere. Para mí, Irakere fue una fuente de inspiración. La combinación de ritmos que pudimos hacer dio nuevas sonoridades a la música cubana. A través de Irakere tuvimos la oportunidad de darnos a conocer en el mundo entero, incluso, ganar un Grammy.
¿Dizzy Gillespie ha sido el músico que más te ha influenciado?
-Definitivamente. Dizzy ha sido el que más me ha influenciado y no solo como músico, también como persona y amigo. Hicimos una gran amistad, llegamos a ser como padre e hijo. Sus enseñanzas han sido, siguen siendo, pautas a seguir en mi vida. Ha habido otros músicos que han influido en mi vida profesional, como Duke Ellington, Clark Terry y Clifford Brown, entre otros. Sería interminable la lista, pues también he tenido influencia de clásicos como Rachmaninov, Ravel y muchos más.
Discos tuyos llegan a la isla en memorias flash o cd piratas. Conozco un DJ en Carraguao que por 10 pesos convertibles, copia tu discografía. ¿Qué se siente al saber que, a pesar de la censura, Arturo Sandoval sigue vivo en la memoria de muchos compatriotas?
-Es muy triste pensar que alguien a escondidas tenga que comprar un disco de un artista de su propio país, que mi música esté prohibida y que en la tierra donde nací y que sigo queriendo, no puedan escucharla. Me siento orgulloso de que mis compatriotas quieran oír mi música, pero a la vez me entristece que tengan que ocultarse para oírla. Es triste que la música de una señora como Celia Cruz o un Willy Chirino y muchos más, tenga que oírse a escondidas, como si fuera un delito. Eso demuestra la incapacidad no solo política, sino cultural y social que tiene ese régimen.
En Cuba, algunos criticaron tu oposición al recital de Juanes en la Plaza de la Revolución en 2009. ¿Sigues sosteniendo que mientras no exista democracia en Cuba todo intercambio cultural es propaganda para la autocracia comunista?
-Sigo teniendo la misma opinión. Creo que el intercambio cultural no puede ser de un solo lado. Si Juanes pudo tocar en la Plaza de la Revolución y lo recibieron con bombos y platillos, ¿por qué no dejan que Gloria Estefan, Willy Chirino, Andy García y otros, incluyéndome yo, podamos hacer lo mismo? Pararnos en la Plaza de la Revolución y expresar libremente nuestros sentimientos a través de la música. El régimen obsoleto de los Castro tiene miedo, por eso no creo eso del intercambio cultural. Tienen miedo a que hablemos frente al pueblo y digamos lo que Juanes ni los otros dijeron cuando se les dio esa oportunidad: la verdad de lo que representa y ha representado ese régimen comunista por 54 años.
¿Apoyarías un auténtico intercambio cultural, político o deportivo donde los cubanos de ambas orillas puedan ofrecer conciertos, juegos o debates en su patria sin el permiso del régimen? Con los Castro en el poder, ¿te ves dando un concierto en el teatro Karl Marx o en una plazoleta de tu natal Artemisa, ahora una provincia?
-Sin los Castro y con un gobierno democrático, por supuesto que sí. Con los Castro y sin democracia, NO.
¿Crees que el naufragio de la economía nacional ha mermado la calidad de la música cubana?
-En Cuba hay mucho talento. Cuba siempre ha sido una fuente inagotable de talento musical, sin comunismo y con él. Pero imagínate, desde el triunfo de la revolución no existen casas especializadas donde un músico pueda ir a comprarse un instrumento musical o un libro de música, nada. Por suerte, en Cuba la música se da silvestre, pero es triste que una persona que quiera estudiar música tenga ese tipo de limitaciones, ni un lugar a donde ir y comprarse una libreta con pentagramas.
Cuando vivías en Cuba, la gente hablaba contra Fidel Castro susurrando en la sala de su casa. Ahora no. En cualquier lugar despotrican sobre el mal funcionamiento del gobierno. Hay quienes siguen viendo el juego desde las gradas, pero ocurren casos como el de Robertico Carcassés. ¿Cómo valoras esa espiral de polémicas y críticas públicas contra el régimen que hoy tiene lugar entre la intelectualidad y también en los cubanos de a pie?
-Me siento orgulloso de todos ellos y creo que va a ser la única forma que dé a conocer al mundo, que Cuba no está de acuerdo en seguir siendo avasallada por un grupo de ineptos oportunistas y de locos.
Tu opinión acerca de la intención de Chucho Valdés de reagrupar a los músicos de Irakere y ofrecer un concierto nostálgico.
-Chucho apoya al régimen comunista de Cuba. Yo soy ciudadano norteamericano y defiendo la libertad y la democracia. Irakere no es solo él, para ser el verdadero Irakere, tendría que contar con todos los músicos que estamos vivos. Hablo por mí, conmigo que no cuenten.
¿Cómo ves ese homenaje post mortem que quieren hacerle a Bebo Valdés en el próximo Festival de Jazz de La Habana?
-Bebo merece toda clase de reconocimientos, pero en este caso es un flagrante acto de demagogia e hipocresía. Bebo fue enemigo acérrimo de ese sistema y jamás regresó a Cuba por no estar de acuerdo con el régimen. Ese reconocimiento tenían que haberlo hecho en vida, para eso tuvieron bastante tiempo.
¿Qué tienes de nuevo para los próximos meses?
-Acabo de concluir el score de tres películas, en una de ellas con Andy García y Vera Farmiga en el papel protagónico, y en otra trabaja el actor Beau Bridges. Terminé de producir el último disco del gran cantante y compositor peruano Gianmarco, es una joya y está nominado al Grammy 2013 como Mejor Álbum del Año. Finalicé otro disco, Un siglo de pasión, que dediqué a la familia Fuente, famosos tabacaleros cubanoamericanos, nominado a los Grammy Latino como Mejor Álbum Tropical. Reciéntemente concluí un tributo a Armando Manzanero y ahora estoy comenzando dos proyectos más de scores para filmes, pero todavía no puedo decir sus nombres pues estamos en las revisiones de contratos.
Arturo, con la mano en el corazón, ¿te ves algún día regresando a una Cuba democrática o crees que seguirá siendo una utopía por la cual vale la pena seguir luchando?
-Las esperanzas nunca se pierden, nuestro país merece algo mejor. Creo que no es una utopía. Vale la pena seguir luchando, sé que Cuba se va a liberar de ese lastre de los Castro y sus secuaces.
Iván García
Video: La Habana, 1985. Dizzy Gillespie y Arturo Sandoval en Night in Tunisia, compuesta por Gillespie en 1942.
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