Hace cinco años, en la primavera de 2016, en medio del entusiasmo de los cubanos por la visita del mandatario estadounidense Barack Obama y la ilusión que el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambas naciones mejoraría la devastada economía local, Gerald, un joven de 23 años recién graduado de cultura física y residente en una barrio al sur de La Habana, analizaba con su padre cómo podrían invertir los ahorros familiares.
“En esa etapa muchos cubanos pensábamos que el gobierno ampliaría las iniciativas privadas y que el capital estadounidense invertiría en Cuba. Fui de los soñadores que creyó que Starbucks, Chevrolet o Apple abrirían negocios en la isla. En la capital se abrían cientos de negocios todos los meses. Corrían los dólares que llegaba de Miami y también había negocios por la izquierda que lavaban su dinero. Mi padre, entrenador deportivo, regresaba de un contrato en Brasil con diez mil dólares que había ahorrado. Yo había sido socio en un emprendimiento gastronómico y tenía reunidos dos mil dólares. Queríamos crear una cooperativa familiar. Mi hermano, que se dedicaba a criar cerdos, cerdos puso plata. Mi esposa que trabajaba en un crucero también prestó dinero. Hasta mi madre echó mano de sus ahorros”, recuerda Gerald.
Luego de un estudio de mercado, decidieron abrir tres pequeños negocios: una cafetería que sería administrada por Gerald y su padre, un centro de elaboración mayorista para confeccionar dulces, galletas y panes, gestionado por el hermano, y una peluquería que llevarían la madre y su esposa.
En un principio, cuenta Gerald, “los negocios marcharon bien, a pesar que a finales de 2016 el gobierno recogió cordel y emprendió una batida silenciosa contra los particulares. Multiplicaron los controles e inspecciones estatales y aumentaron algunos impuestos. Con la llegada de Díaz-Canel en 2018 se extendieron los operativos policiales contra los cuentapropistas con el pretexto que violaban las leyes o se enriquecían ilícitamente”.
En 2019 comenzaron a escasear las materias primas y alimentos en las tiendas por divisas. Los dueños de negocios gastronómicos comenzaron a tener pérdidas. “Si dos años atrás llegué a vender en mi cafetería entre diez y quince platos de comida, además de una amplia variedad de dulces, jugos y entrepanes y facturaba casi veinte mil pesos diarios, ya para el verano 2019 ofertaba menos de la mitad. Comprar al por mayor era casi imposible. En los mercados estatales comenzaron a racionar las ventas. Imagínate, cuando ofertas comidas necesitas comprar dos o tres cajas de pollos para cuatro o cinco días y solo te permitían comprar diez libras. Después la redujeron a cinco, sin contar las extensas colas. En septiembre decidimos cerrar la cafetería”, dice Gerald.
Una funcionaria de la ONAT (Oficina Nacional de Administración Tributaria), institución que fiscaliza los negocios privados en el país, reconoce que “de los más de 600 mil trabajadores por cuenta propia que hubo en 2019, este año están trabajando alrededor de 300 mil. La mayoría como transportista, un sector que no fue tan afectado por la pandemia como el de hostelería, gastronomía, peluquería y belleza”.
Según Gerald, cuando en octubre de 2019, el mandatario Miguel Díaz-Canel habló de ‘una situación coyuntural’ momentánea. La familia comprendió que había regresado una versión 2.0 de la pesadilla económica que se vivió en Cuba en la década de 1990 conocida como Período Especial.
“Para colmo llegó el coronavirus. Fue la tapa al pomo. Intenté no entregar la licencia. Pero ya no teníamos dinero ni para pagar los impuestos. Nos quedamos solo con el centro de elaboración de panes y dulces. Pero la cuenta no da. Antes, en las tres inversiones familiares, teníamos 70 trabajadores. Ahora mi padre, mi esposa y yo nos encargamos de elaborar panes y dulces, pues mi hermano emigró a México. La carencia de materia prima incide en la pobre calidad de las producciones. El alto precio de la harina y otros insumos te obliga a subir los precios. Pero como no están acompañadas por un nivel de calidad las ventas bajan. El dinero que ganamos alcanza malamente para comer. Hablar de MIPYMES (micro, pequeñas y medianas empresas) en medio de esta crisis es delirar”, afirma Gerald.
Nicolás, economista, considera que la apertura de las MIPYMES, “es una medida importante, pero llega tarde y está mal implementada. Hace cinco años, si se hubiera aprovechado la doctrina de Obama que pretendía favorecer los pequeños negocios privados, el avance hubiera sido notorio. Pero el gobierno no las autorizó. Privilegió los negocios extranjeros con las ineficientes empresas estatales. Ahora, en medio de la pandemia y una terrible crisis económica, los emprendedores privados están en cero o sin apenas capital. No existe un banco de fomento que les conceda préstamos. ¿De dónde van sacar el dinero? El régimen supone que los fondos llegarán del exilio. Es un análisis erróneo. En plena polarización del gobierno con sectores de la emigración, un amplio historial de incumplir sus tratos, la no existencia de un marco jurídico adecuado para las inversiones, el descontento que existe entre muchos emigrantes por la ineficiencia del Estado y la falta de libertades, dudo que los cubanos en la diáspora quieran invertir dinero o se lo envíen a sus parientes en Cuba para que abran pequeñas empresas”, señala y añade:
“Esa ley de MIPYMES no estimula a invertir en su patria a los emigrados. Primero, se debe lograr un mejor ambiente político. Dialogar y negociar un nuevo trato con la emigración. Eliminar todas las trabas, como el alto costo para revalidar el pasaporte y los precios estratosféricos que les cobran por comprarles alimentos a sus parientes en la Isla. La mayoría de los cubanos que residen en el exterior siente que el gobierno los exprime como si fueran naranjas. Y no existe ningún compromiso del régimen con el exilio para que los cubanos se inserten en las instituciones políticas, empresariales o administrativas en Cuba. Solo los utilizan para vaciarle sus tarjetas de créditos”.
Diario Las Américas consultó con diez emprendedores privados sobre la apertura de las MIPYMES. Nueve de ellos creen que esa ley, además de ser poco atractiva para los futuros inversionistas, sigue con la vieja manía del régimen verde olivo de poner palos en la rueda para que los negocios no prosperen.
Eduardo, uno de los consultados, propietario de un estudio fotográfico, piensa que la estrategia “es parecida a la de cultivar un bonsái: te cortan las raíces para que no crezcas. En los lineamientos del partido se prohíbe acumular riquezas y propiedades. El primer freno es ése. A nadie se le ocurre abrir un negocio para no ganar dinero, ganar poco o tener pérdidas. Otro freno es no permitir la libre importación y exportación. Tienes que hacerlo a través de instituciones estatales que te encarecen la facturación. Y, encima, los impuestos a pagar son una locura: el 20 por ciento de las ventas. Cuando lo lógico es pagar los impuestos de acuerdo a las ganancias obtenidas”.
Gerald, quien trabaja catorce horas elaborando panes y dulces para mantener a su familia, no cree que “florezcan en Cuba los micro, pequeños y medianas empresas. Si el gobierno quiere incentivar los negocios particulares, la primera medida es disminuir los impuestos, los controles y las trabas. Lo demás es muela barata”
En 2018, Daniel tenía un hostal para turistas y en su opinión, “solo un aventurero o un narcotraficante que quiere lavar dinero invertiría en Cuba. El país se viene abajo. Lo correcto sería esperar a ver qué pasa. El futuro de este país se decide en los próximos dos años, tal vez antes. Lo mejor es tener el dinero escondido en la casa”.
La dictadura está secuestrada en su propia narrativa. El sistema político marxista no funciona. El capital que necesitan para reactivar la empobrecida economía se encuentra entre los denostados empresarios capitalistas y los adversarios de clase que una vez Fidel Castro llamó ‘gusanos’. Pese a la incongruencia, en los folletos de adoctrinamiento escolar intentan explicar que el modelo socialista es eficaz. Algo complicado de entender.
Iván García
Foto: Uno de los muchos negocios cerrados en La Habana. Tomada de On Cuba News.