Cuando en 1996 comencé a escribir como periodista independiente en Cuba Press, ya Arnaldo Ramos Lauzurique no laboraba como economista en la Junta Central de Planificación y se había convertido en opositor del castrismo.
Junto a otro economista, amigo y compañero, Manuel Sánchez Herrero, en 1991 se integra al Partido Socialdemócrata Cubano que dirigió Vladimiro Roca Antúnez. Luego, al lado de la también economista Martha Beatriz Roque Cabello, los tres participan en la fundación del Instituto de Economistas Independientes de Cuba.
Los integrantes del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna más conocidos eran Martha Beatriz, Vladimiro Roca Antúnez, René Gómez Manzano y Félix Bonne Carcassés, pero entre sus más cercanos y fieles colaboradores estuvieron Sánchez Herrero y Ramos Lauzurique. Ellos pusieron su granito de arena en la redacción de La Patria es de Todos, el documento de más alcance nacional e internacional redactado por un grupo opositor en la Isla.
La Patria de Todos se lanzó en junio 1997 y apenas un mes después serían violentamente arrestados los cuatro miembros principales (Martha, Vladimiro, René y Félix). El 1 de marzo de 1999, en el Tribunal de Marianao, tendría lugar el juicio, uno de los grandes shows represivos montados por Fidel Castro y el Departamento de Seguridad del Estado (DSE). El juicio se celebraba dos semanas después que el monocorde parlamento, presidido por Ricardo Alarcón, aprobara la Ley de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, más conocida por Ley Mordaza y que por disentir, justifica condenas de veinte años o más de privación de libertad.
Con distintas penas, los cuatro fueron condenados, aunque el único que cumplió íntegra los cinco años de su sanción fue Vladimiro (le pasaron la cuenta por haber sido hijo del líder comunista Blas Roca Calderío, ex secretario general del Partido Socialista Popular). Calladamente, acorde a sus respectivas formas discretas de ser, Arnaldo y Manuel continuaron, como pudieron, la labor del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna.
En aquella época, Arnaldo vivía con sus dos hijos y su esposa, Lydia Lima Valdés, en una casa de planta baja cercana al antiguo Estadio del Cerro. Cuba se encontraba en ‘período especial’ y Arnaldo, para sobrevivir, compraba maní crudo en algún agromercado, lo tostaba y envasaba en cucuruchos. Y a pie se iba, a venderlos en las afueras del Zoológico de la Avenida 26, Nuevo Vedado. Manuel ya tenía su salud bastante deteriorada, por un cáncer de próstata. En 1985, cuando aún trabajaba la Juceplan, permaneció un año arrestado, acusado de ‘desacato’. ¿El motivo? Un libro que Sánchez Herrero escribió sobre las similitudes de Benito Mussolini y Fidel Castro.
Pero los dos, y esto lo sé por mi madre, la periodista Tania Quintero, que fue muy amiga de Arnaldo y de Manuel, además de mantener su incólume su oposición al régimen, a menudo se reunían para analizar conjuntamente el panorama económico, político y social de Cuba en el contexto internacional. «Algunas tardes, en 1998, tuve el privilegio de conversar y debatir largamente con Arnaldo y Manuel. Nos encontrábamos en casa de Elena, hermana de Martha Beatriz, en la calle Neptuno. Había tremenda escasez, pero Elena siempre se las arreglaba para brindarnos una merienda y café. Y más de una vez no nos dejó irnos sin antes habernos ofrecido un plato de chícharos acabados de hacer y un trozo de pan, entonces un lujo».
Para falta de dinero, Arnaldo caminaba a pie toda La Habana, su salud era buena. A Manuel el cáncer se lo llevó el 15 de mayo de 1999. Por sus bolsillos vacíos, Arnaldo y Tania no pudieron encargarle una corona, pero fueron a su modestísimo velorio, en la funeraria de Zanja, la funeraria de los pobres. Se sentaron en sillas que permitían ver la puerta de entrada de la funeraría y detectar la presencia de oficiales de la policía política vestidos de civil.
«En eso, me cuenta Tania, vimos llegar a Odilia Collazo, supuesta opositora que dirigía un supuesto partido pro-derechos humanos. Ella y una mujer que le acompañaba, se dirigieron hacia la hilera de sillas donde estábamos Arnaldo y yo, nos saludaron, fríamente les respondimos y al ver que se sentaron a nuestro lado, Arnaldo y yo inmediatamente nos paramos y nos fuimos». Tanto Manuel como Arnaldo y Tania (y también Raúl Rivero), siempre sospecharon de que Lili, como le decían, era ‘chivatiente’. Y no se equivocaron: en abril de 2003 la propia Seguridad del Estado se encargó de destapar que ella era una agente infiltrada en las filas de la disidencia. La Collazo logró engañar a varios diplomáticos -entre ellos algunos de la Sección de Intereses de Estados Unidos- y también a cubanos del exilio de Miami, mientras ofrecía su casa para reuniones con disidentes a los que después delató.
En 2002, Martha Beatriz organizó una de las agrupaciones opositoras que, en mi opinión, más interés tuvo por vincularse a la gente y su realidad: la Asamblea para Promover la Sociedad Civil en Cuba. La secundaron Gómez Manzano, Bonne Carcassés y Arnaldo Ramos, quien siempre fue una especie de mano derecha de Martha, porque era una persona disciplinada y organizada, con gran habilidad en la búsqueda de información y extremadamente minucioso a la hora de redactar cuadros estadísticos, informes o artículos.
La Asamblea tuvo una vida corta, le dieron el tiro de gracia cuando el 20 de marzo 2003 detuvieron a Martha Beatriz y a una veintena de opositores de la capital y provincias que llevaban varios días ayunando, entre ellos un joven de la raza negra nombrado Orlando Zapata Tamayo. Siete años más tarde, el 23 de febrero de 2010, Zapata Tamayo moriría a consecuencia de una prolonga huelga de hambre.
Arnaldo no participaba del ayuno, su tarea, en ésa y otras ocasiones, era organizativa, logística. El 17 de marzo de 2003, el día antes que Fidel Castro -aprovechando que la prioridad de los medios internacionales era la invasión de Estados Unidos a Irak-, decidiera desatar el más brutal operativo contra la disidencia y el periodismo independiente en la Isla, Arnaldo y Tania coincidieron en el pequeño apartamento de Jesús Yánez Pelletier, en la calle Humboldt, al doblar del hotel Vedado. Esa mañana se había convocado a una rueda de prensa con los ayunantes y entre los presentes, dos supuestas opositoras que formaban parte de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil: Aleida Godínez y Alicia Zamora y quienes en abril de 2003 serían ‘quemadas’ como agentes del DSE.
De aquella mañana, Tania recuerda que a un vendedor de periódicos, en Infanta y San Lázaro, Arnaldo le había comprado un ejemplar de Granma. «Y me muestra un artículo o editorial, no recuerdo bien, y me comenta que ese escrito le daba espina, que algo gordo estaba tramando el régimen contra la disidencia». Veinticuatro horas después, Castro ponía en marcha la feroz oleada represiva que ha quedado conocida como Primavera Negra de 2003. Entre los 75 detenidos se encontraba Arnaldo Ramos, a punto de cumplir 61 años.
Los casi ocho años que pasó injusta y cruelmente encarcelado, le pasaron factura a su organismo. Pero no a su fortaleza de espíritu como ciudadano, economista y opositor. En los tres reclusorios donde estuvo, en Sancti Spiritus, Holguín y los últimos seis meses en La Habana, se sumó a ayunos y protestas, tanto de los reos políticos como de los comunes. Pero lo más importante: en todo ese tiempo no dejó de leer, analizar y escribir.
En tres o cuatro ocasiones, a través de su esposa o de familiares de otros presos, le hizo llegar escritos a Tania Quintero, para que ella los mecanografiara y los diera a conocer en el exterior. No eran simples hojas de libretas escolares escritas a mano. Eran análisis sobre la situación socioeconómica y política de Cuba. Textos que iba redactando en la penumbra de la celda. Anotaciones que iba haciendo tras leer de la primera a la última página de la prensa oficial, la única permitida en los presidios cubanos. Por eso para Arnaldo era tan importante que su familia, además de la jaba de alimentos no perecederos para subsistir en infrahumanas condiciones, le llevara ejemplares, aunque fueran atrasados, de los periódicos Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores y la revista Bohemia.
En noviembre de 2010, Arnaldo Ramos fue excarcelado y lo entrevisté para el periódico El Mundo. En el apartamento donde ahora vivía, pude ver las cajas donde durante años archivó los periódicos y revistas que solía leer entre líneas y extraer datos que le permitían descubrir la verdadera situación económica del país. «Cuando me detuvieron, el 19 de marzo de 2003, eran cerca de las 9 de la mañana y la Seguridad del Estado estuvo cinco horas requisando papeles y documentos», me contó en aquella entrevista, de la cual reproduzco los dos primeros párrafos:
«Llegó a su casa un sábado. Luego de 7 años y 8 meses tras los barrotes de una celda y el chirrido de candados chinos, el economista Arnaldo Ramos Lauzurique, 68 años, a las 6 y 30 de la mañana de su primer domingo en libertad, se sentó en el parque situado frente al modesto piso donde reside, en la barriada de Centro Habana.
«Deseaba contemplar el amanecer, respirar aire puro y ver a la gente sencilla cargando jabas para sus compras domingueras. Quería sentirse un hombre libre. Luego de dos horas de meditación, el sol comenzó a calentar la mañana y el ruido de los fiñes con sus bates, pelotas, patines y balones de fútbol rompió su hechizo personal.
Entonces inició la que siempre fue su rutina diaria. Hacer la cansina cola para comprar la prensa oficial en un estanquillo cercano. Es una de sus manías. Recolectar los diarios cubanos y archivarlos en caja».
De este mulato que nació el 27 de mayo de 1942 y falleció el 3 de noviembre en La Habana, su ciudad natal, vivió en un solar y se forjó a sí mismo, superando toda clase de penurias y prejuicios, logró hacerse economista, casarse con una mujer que también consiguió estudiar y graduarse de médica y especializarse en radiología, tener dos hijos y nietos y formar una sólida familia, me quedo con los escritos suyos que se localizan en internet y en numerosos blogs y sitios digitales.
Pero, sobre todo, me quedo con el extraordinario ser humano que fue Arnaldo Ramos. Con su increíble memoria, sencillez y modestia. Tenía más preparación y talento que la mayoría de los opositores que le rodeaban, sin embargo, siempre se mantuvo en un discreto segundo plano. Una humildad que le hace falta al actual movimiento opositor, donde abundan los disidentes le han cogido el gusto a los selfies, los titulares y el protagonismo.
Iván García
Foto: Arnaldo Ramos Lauzurique. Tomada del Facebook de Martha Beatriz Roque Cabello..