Desde La Habana

Amar en tiempos de período especial

Julia Romero, 20 años, estudiante universitaria, no olvida el día que perdió su virginidad. Olvídense del cuento de hada de una noche mágica rodeada de un agradable entorno.

-Mi primera noche de amor fue terrible. Era en plena primavera, salíamos de una disco mediocre e hicimos el sexo en un parque oscuro como boca de lobo, rodeado de mirones y bajo un aguacero intenso que nos sorprendió, lo único grato fue los dos estábamos enamorados.

Y es que hacer el amor en condiciones decentes en esta Habana del siglo 21 es un lujo. Antes de 1989, existía una amplia red de moteles, conocidas en Cuba como posadas. Eran discretas,  baratas y climatizadas. Se ofertaban sandwiches y bebidas alcohólicas. Funcionaban las 24 horas. Y parejas jóvenes, matrimonios infieles y otros que por vivir hacinados y no gozar de privacidad, la única opción que tenían era asistir a estos moteles para mantener relaciones sexuales.

Pero en 1990, con la llegada del período especial, una crisis que dura ya 21 años, entre otras muchas cosas, las posadas desaparecieron calladamente. Lo más común en la isla es que bajo un mismo techo convivan hasta cuatro generaciones diferentes. Tener una habitación individual es una comodidad que gozan pocos. Incluso, las jóvenes parejas, cuando tienen hijos, suelen dormir con ellos en la misma habitación.

Pregúntenle al matrimonio de José Ramírez y Delia Iznaga, las dificultades que sufren a la hora de tener sexo. Y con el ceño fruncido, les harán una larga lista de calamidades. El matrimonio Ramírez tiene dos hijos, de 8 y 11 años.

-Duermen en el mismo cuarto. Apenas tenemos tiempo para hacer vida de matrimonio, estamos hasta un mes sin sexo. Y a pesar de tener los dos 35 años, cuando salimos por las noches, mi esposa y yo parecemos un par de chicos adolecentes. Hacemos el amor lo mismo en una escalera,  el patio de una escuela o un terreno abandonado. Varias veces nos han sorprendido los custodios del lugar o la policía. La cara se nos ha caído de vergüenza, cuando hemos tenido que ir a pagar una multa por «actos obscenos en la vía pública».

Con la legalización del dólar y el trabajo por cuenta propia, proliferaron las casas particulares que alquilan a parejas. Son cómodas y ofrecen un amplio surtido de alimentos y bebidas. Pero son muy caras para el cubano promedio.

Rudy Ramos, 43 años, es propietario de una de esas casas de citas. “El negocio no me va mal, he ampliado a 9 habitaciones, con aire acondicionado, televisor, nevera y ducha de agua fría y caliente. Cobro 5 pesos cubanos convertibles (cuc) por dos horas. Y 10 cuc por la noche completa. Tengo mis papeles en regla”.

Sucede que 10 cuc (250 pesos) es el salario mínimo en Cuba. Ese tipo de casas de alquiler por horas surgieron pensando en los extranjeros. Se sabe que uno de los atractivos de la isla es el turismo sexual. Pero cubanos que trabajan en hoteles, cafés por moneda dura, o reciben remesas del exterior, con cierta frecuencia pueden acostarse en un buen colchón con su chica, mientras toman cerveza Cristal y se duchan con agua tibia después de hacer el amor.

Pero son los menos. La mayoría, como el matrimonio Ramírez o la estudiante universitaria Julia Romero, practican el sexo sin gastar un duro, en un parque bajo las estrellas o en cualquier escalera de algún edificio de la ciudad. Y créanme, en La Habana sobran esos sitios.

Iván García

Foto: la imagen, Flickr

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