Con medio siglo para adoctrinar a los cubanos y todos los panfletos oficiales dedicados a vilipendiar al imperialismo, los comisarios políticos fracasaron en su batalla ideológica porque, entre otras cosas, la mayoría de ellos le guardaban el café a sus vecinos y no creían en ese discurso lleno de lugares comunes y retazos de traducciones rusas.
Los americanos no se fueron nunca y ahora llegan como salvadores, en masa con sus dólares, a bordo de la capa de Superman.
Ésa es una impresión generalizada en grandes sectores de la población. Se percibe que el restablecimiento de relaciones entre los dos países, anunciada en diciembre pasado, abrirá la entrada de inversores estadounidenses, producirá una relación más estrecha con los familiares que viven en aquel país y volverán al mercado nacional muchos de los productos que las nuevas generaciones conocen porque le hablaron de ellos sus abuelos nostálgicos.
El cambio de política de la actual Administración estadounidense y su disposición a dialogar con el régimen y tender puentes comerciales, han convertido al presidente Barack Obama en una especie de héroe para quienes aspiran a elevar su nivel de vida, poner un negocio con la ayuda de los parientes emigrados, salir de la escasez y la miseria y pertenecer a la tropa selecta que alcanza los chirimbolos del capitalismo.
Otro demócrata, James Carter, a finales de los años 70, acordó abrir con Cuba, en La Habana y en Washington, oficinas de intereses adscritas a las embajadas de Suiza para tener un punto de contacto. En 1978, el régimen, interesado como siempre en el dinero ajeno, comenzó a permitir a los emigrantes cubanos residentes en Norteamérica que visitaran a sus familias en la isla.
Los miles de hombres y mujeres, insultados y agredidos en mítines de repudio cuando decidieron irse, llamados «gusanos» por los dirigentes y turbas de fanáticos, volvieron convertidos en mariposas, como diría el humorista Guillermo Álvarez Guedes, Guillermo con las alas cargadas de regalos y chucherías.
Esas mariposas han llevado, a lo largo de 35 años, la crónica de sus vidas. Ese relato ha impuesto en Cuba una fascinación por Estados Unidos contra la que no se ha escrito todavía ningún manual comunista eficaz.
Lo grave del asunto es que la libertad no cabe en una ninguna maleta. Ni se compra con un fajo de billetes.
Raúl Rivero
El Mundo, 15 de marzoi de 2015.
Foto: Mujer caminando por una calle céntrica de La Habana. Tomada de El Nuevo Herald.