Desde La Habana

Agoniza la «potencia médica» cubana

Agoniza la "potencia médica" cubana

Pasada las seis de la mañana, en el policlínico Luis de la Puente Uceda, situado en la barriada de La Víbora, al sur de La Habana, medio centenar de personas hacen cola para hacerse un test de antígeno. El cuerpo de guardia está desbordado. Pacientes contagiados de Covid-19 esperan para que una ambulancia los traslade a un centro de aislamiento o ingresar en un hospital, según la gravedad de sus casos.

En una pequeña sala con cuatro camas, tres mujeres y un anciano, deshidratados, reciben sueros para reanimarlos. Más tarde el médico debe dictaminar si los envía a sus casas u ordena su hospitalización. Una doctora joven bosteza, se empina un poco de café frío de un pomo plástico y le pregunta a su asistente si ya llegó el desayuno. «No, lo están esperando», responde. Se lava las manos con un trozo minúsculo de jabón, luego se las desinfecta con hipoclorito de sodio y sale de la consulta, a interesarse por la evolución de sus pacientes.

“Lo ideal es que en el cuerpo de guardia hubieran cinco o seis médicos que permitieran brindar un tratamiento más eficaz. Pero los centros de salud están colapsados y no hay suficientes médicos. En una jornada de trabajo estoy atendiendo hasta ochenta pacientes”, comenta. Antes de llegar a la sala donde están los casos más graves, consuela a una niña que no deja de llorar y le dice a un empleado que vuelva a insistir, a ver si la ambulancia acaba de llegar y se pueda trasladar a una pareja de ancianos, extremadamente delgados, casi desnutridos, que están reportados de ingreso hace cinco horas y todavía permanecen en el cuerpo de guardia del policlínico.

Los pacientes con ciertas posibilidades le ofrecen merienda, pequeños sobornos y regalos al personal sanitario para conseguir una mejor atención. Un administrativo de la clínica ordena desalojar la entrada y el cuerpo de guardia. “Compañeros, solo vamos a atender los casos confirmados de Covid-19. Los que esperan por una prueba de antígeno, les informo que aun no las hemos recibidos. Recogeremos sus carnet de identidad para apuntar sus nombres y le avisamos el día que pueden hacerse el test”, explica.

La gente se queja. “Yo no me voy de aquí hasta que no me hagan la prueba de antígeno y luego un PCR. Llevo tres días en este peloteo. Y después no quieren que uno se tire a la calle a protestar”, expresa un señor. Los reproches se escuchan en la sala donde la doctora examina a los pacientes. A una mujer le recomienda que ingrese en su casa.

“En los centros de aislamiento y los hospitales las condiciones son pésimas. No hay medicamentos. El tratamiento es a base de interferón que es bastante agresivo. Si tienes falta de aire, vómitos y diarreas ven de nuevo al policlínico”, le aconseja. No hay medicinas. Ni siquiera duralgina. “Deme su teléfono, si entra Azitromicina, le aviso para que pase a recogerla”, le dice un enfermero a otra persona.

En teoría, el sistema primario de salud, del que tanto se jacta el régimen cubano, debiera funcionar así: una persona con síntomas de Covid-19 va a la consulta del policlínico de su circunscripción para que le realicen una prueba de antígeno. Si da positivo, entonces debe acudir al consultorio del médico de la familia para que le hagan un PCR. En cinco días debe estar el resultado. Según los nuevos protocolos del Ministerio de Salud Pública, los casos leves y moderados ingresan en su casa. Y la doctora del barrio los visitaría para darle los medicamentos y seguir su evolución.

Pero la realidad es bien diferente. Se han dado muchos casos de personas positivas al Covid que tras dos semanas no han recibido sus resultados. Magaly, ingeniera, le realizaron un test de antígeno que dio positivo y posteriormente un PCR. “Eso fue hace diez días y aun no me han dado el resultado. Por una aplicación que hay para teléfonos móviles supuestamente te dan el resultado. En mi caso, según la aplicación, mi PCR fue negativo. Pero acabo de contagiar a mi hija y a mi esposo. No ha pasado ningún médico por mi casa. Tampoco me dieron medicamentos”.

Magalys tuvo que comprar antibióticos y otros medicamentos en el mercado negro, donde tres dosis de Azitromicina cuestan entre 600 y mil pesos. La vitamina C de mil gramos, importada, mil 200 pesos. La Prednisolona igual precio. Y una caja de Paracetamol más de 500 pesos. Un especialista en cuidados intensivos dijo a Diario Las Américas que al principio, los protocolos trazados por las autoridades sanitarias fueron eficaces para mantener a raya la pandemia.

“Cuba tiene como ventaja su condición insular. Cuando se cerró la frontera fue más fácil controlar el coronavirus. Pero luego por la crítica situación económica hubo que abrirla, empezaron a llegar turistas y ya los protocolos no funcionaron igual. Hay un eslabón perdido, y son los resultados del PCR. En teoría deben darte el resultado de tres a cinco días, pero a veces pasan dos semanas y no te llega el resultado”, aclara y añade:

“Era obvio, si en otros países con mayores recursos tecnológicos no se pudo impedir la entrada de variantes agresivas como Delta, dificilmente Cuba pudo tenerla bajo control. También ocurre que el gobierno vendió un discurso excesivamente triunfalista con sus cinco candidatos vacunales. Eso generó una relajación en la percepción de riesgo. Sin contar otra realidad: las colas y aglomeraciones para comprar cualquier cosa, algo que el Estado no ha podido ni sabido gestionar”.

La eficacia de las vacunas Abdala y Soberana 02 está bajo lupa. La opinión de varios médicos consultados es que no funcionan con variantes más contagiosas o agresivas.

Un médico que trabaja en la línea roja de la pandemia ofrece más detalles. “En La Habana está inmunizado casi el 65 por ciento de la población con las tres dosis. Existe un aislamiento que impide viajar a otras provincias, por lo que, según los parámetros de las mejores vacunas, el número de contagios debiera disminuir a menos de cien casos si diéramos como cierta la eficacia del 92 y 94 por ciento que expresaron las autoridades sobre esas dos vacunas. Se puede entender el rebrote en provincias que no estaban vacunadas, pero en La Habana, los parámetros de inmunización son iguales o mejores que los países que están a la vanguardia en vacunación. Ahora con la aparición de cepas como Delta, se observa en el mundo que el 90 por ciento de los casos de contagio son de personas que no están vacunadas. En Cuba es todo lo contrario. Entre el 65 y 75% de los contagiados en La Habana estaban vacunados con las tres dosis o al menos con una de ellas”.

El colapso de los servicios sanitarios es palpable. Un día sí y otro también las personas denuncian en las redes sociales la mala gestión del gobierno en el tema de la pandemia. El descontento aumenta entre la ciudadanía, que constata que no es escuchada. Ramón, obrero de la construcción, cuenta que sus padres y su esposa contrajeron el virus. “Todos en la casa estábamos vacunados. Mi madre murió hace una semana por negligencia médica. Al gobierno le gusta alardear de potencia médica, pero están falleciendo personas por falta de medicamentos. Como el gobierno no quiere aceptar las vacunas que ofreció Biden, la Embajada de Estados Unidos debería abrir, igual que hizo en los años 90 con la apertura de una sala de navegación a internet, un dispensario para vacunar gratuitamente a los cubanos que lo deseen. Verás las colas que se arman”.

Un doctor consultado opina que se debieran aplicar nuevos protocolos médicos a base de anticuerpos monoclonales que han demostrado su eficacia en el tratamiento a síntomas leves y moderados del Covid-19. “Estamos casados con el Interferón, que muchas veces está contraindicado, y con algunos medicamentos homeopáticos de dudosa efectividad. Es inexplicable que el gobierno no compre medicamentos de última generación para tratar el Covid. Ya el número de muertos en Cuba ronda los cien diarios. Tampoco se puede entender que tengamos cooperantes médicos en más de 40 países haciendo falta aquí. La gente en la calle no lo entiende. Yo tampoco”.

La mayoría de los cubanos están enfrentando a la pandemia en medio de una feroz crisis económica y un amplio desabastecimiento de alimentos y medicinas. El régimen no proporciona mascarillas adecuadas. No se vende gel desinfectante en los mercados estatales. Para adquirir jabones y detergentes hay que hacer colas kilométricas. Y comer dos veces al día es un lujo para una franja amplia de la población.

Tres semanas después del 11J, las causas que provocaron multitudinarias protestas populares se mantienen en pie. El régimen intenta paliar el descontento suministrando latas de carne rusa y tres libras de arroz extra. Pero se equivoca. La gente no salió a la calle reclamando comida. Exigían una mejor gestión de la pandemia. Y, sobre todo, libertad.

Iván García

Foto: Sospechosos de Covid-19 en un centro de aislamiento en Holguín, provincia a unos 680 kilómetros al este de La Habana. Tomada de Diario de Cuba

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