Desde La Habana

Pese a todo, ¡bienvenida la primavera en La Habana!

Adiós al invierno benigno con sus mañanas de escaso sol y sus noches sin estrellas y demasiado frías para los nacidos en el Caribe. Apartemos de un manotazo los días grises.

Queda atrás el desfile lamentable de los viejos mal abrigados con anacrónicas chaquetas, calentándose al sol y fumando sin hablar, en sillones descoloridos de un asilo de anciano estatal.

Todo lo feo se va. Bienvenida la primavera. Llegó el espectáculo de las flores, el polen y el verdor. Ya la avenida Santa Catalina se tiñe de rojo, con una lluvia de flores lanzadas por los centenarios flamboyanes que escoltan ambos lados de una de las calzadas más hermosa de la ciudad.

La Habana lava su cara con la llegada del mes de marzo. La gente de a pie aparta por unos días los problemas. Ésos que agobian y hacen la vida más difícil. El pésimo transporte, las billeteras vacías, y la comida, siempre la comida, tan difícil y tan cara.

Es la época luminosa. Del festival de luz que encandila la vista y una luna llena que hechiza a cientos de enamorados sentados en el muro del malecón habanero.

Es la hora de los poetas. De las mulatas espectaculares que caminan cadenciosamente ante piropos groseros. Vuelven a llenarse las esquinas de vagos, desempleados, mendigos, estudiantes y jubilados, para charlar de béisbol, de los últimos acontecimientos en Libia o Japón. Y del porvenir de su patria.

Uno de los mejores pasatiempos. Hablar en las esquinas tomando como cosacos un ron casero y duro. Ya proliferan en  los barrios las mesas de dominó y las palabrotas gruesas.

Y en las casas, la música subida de tono, con ese reguetón que pone a mover la cintura al ritmo de Gente de Zona y la voz ronca del Micha. Comienzan los toques de santo y los tambores se calientan en los solares repletos de negros en los barrios marginales de La Victoria, San Isidro y Jesús María.

Es tiempo de evocación de otras primaveras, negras y fatales para quienes piensan diferente, con sus mensajes de ida y vuelta. Pero la primavera es la primavera.

Nada la afea. Ni los actos de repudio durante varias horas a las damas de blanco, ni las campañas de descrédito a los opositores, ni siquiera una nueva vuelta de tuerca represiva.

Pese a los batallones de tipos duros de la Seguridad del Estado, los espías y soplones, la primavera acaba de asomar en La Habana. No hay fuerza humana capaz de eclipsarla.

Iván García

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