Desde La Habana

El espía que vino de Isla de Pinos

Lo malo de las películas de espionajes de Hollywood es que casi siempre nos vende un arquetipo inalterable de los topos: altos, perspicaces, diestros en el manejo de las armas y los puños y con una energía física a prueba de bombas atómicas.

No es el caso de el recién develado Carlos Serpa Maceira, alias agente Emilio, un mulato recortado, no muy avispado y mirada nerviosa. Llegó a La Habana procedente de Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud. No tiene pinta de ser cinta negra en kárate o pegar un tiro a 120 metros entre ceja y ceja con una Makarov rusa a un tipo malo.

El día que lo conocí, estaba morado debido a varios trompones, que según Maceira, le pegaron a placer las nada cariñosas fuerzas de respuesta rápida en una céntrica avenida habanera, intentando cubrir periodísticamente una marcha de las Damas de Blanco, de las cuales decía ser su portavoz.

Acompañaba a un periodista español que realizaba un cortometraje sobre la poesía de Raúl Rivero, y le pareció  una buena idea llegarnos a casa de Laura Pollán, una de las más conocidas mujeres que gladiolos en mano reclaman la libertad de sus familiares.

El corresponsal ibérico deseaba que cada una de las presentes leyeran una estrofa de poemas previamente escogidos de Rivero. Estaba también Maceira, quien rápidamente activó las pilas y comenzó a desempeñar su papel de ‘periodista de barricada’.

Con lujo de detalles me describió el enfrentamiento con las turbas gubernamentales, insistía que viera las fotos que realizó. Varias veces, hizo hincapié que periodistas de la televisión nacional lo habían insultado. Me dijo sus nombres.

Realmente me interesaba más las impresiones de las damas, aunque para calmar al hiperkiquinético Maceira, le prometí que escribiría una crónica sobre los periodistas de corta y clava, como él aparentaba ser, de mala pluma, pero sobrados de valor para salir a la calle, a reportar una noticia, con golpes y palos volando de un lado a otro.

Redacté una nota que titulé Periodismo de barricada (http://www.desdelahabana.net/?p=1862). Fue publicada en marzo de 2010 y en ella menciono a Maceira. Luego, el hombrecillo, frenético, locuaz y compulsivo, atiborraba el correo electrónico con un chorro de mensajes innecesarios.

Una tarde, desde Suiza, mi madre por teléfono me preguntó: “Quién es el Serpa ese que escribe con tantas faltas de ortografía”. Le respondí: “Es un tipo que le falta algún que otro tornillo, pero sale a la calle a buscar noticias”.

Carlos Serpa Maceira era uno de esos comunicadores, como otros existentes en la isla, que mezclaba la profesión con el activismo político. Sus notas eran toscas y sin pulir, pero daban una visión de los sucesos -ahora infiero que quizás los inventaba o se lo redactaban los tipos duros de la seguridad.

Dentro del periodismo independiente, a pocos tomó por sorpresa la noticia de que el mestizo de origen oriental era un espía. Ya en abril de 2003 salieron a la luz varios ‘chivatientes’ disfrazados de corresponsales. Por cierto, siempre suelen ser los más enérgicos y sensacionalistas. Quizás para reforzar sus leyendas de espías. Siempre andan acompañados de cámaras fotográficas: a todos los chivatos criollos les encanta retratar y ser retratados. La publicidad y autopromoción forma parte del juego.

Lo que inquieta dentro de la disidencia es si este nuevo culebrón político podría ser el inicio de una escalada represiva en contra de la oposición y el periodismo independiente. O sólo se trata de meter miedo en el cuerpo a los opositores.

Por lo demás, nadie va a perder el sueño. Todos los que de una manera u otra decidimos disentir públicamente sabemos los riesgos que corremos. Conocemos que estamos rodeados de confidentes y vigilantes.

Lo que me intriga es si Serpa Maceira siempre fue un espía frío y duro preparado en alguna escuela secreta del Ministerio del lnterior, o durante su labor como periodista fue chantajeado por los servicios especiales.

Si era un topo profesional su biotipo y agudeza deja mucho que desear. Pienso que fue captado mientras ejercía de combativo «periodista de barricada». Dijo el viejo Lenin que detrás de un extremista se suele esconder un oportunista. O un cobarde.

Iván García

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