26-6-76 no es una fecha. Tampoco son mis números de la suerte. Eran los dígitos con los cuales un oficial tosco, con una complexión adquirida gracias a muchas horas en el gimnasio, me llamaba con voz de trueno a la puerta tapiada de una celda de Villa Marista, sede de la policía política cubana.
Cómo olvidar esos 13 días tras las rejas, del 8 al 21 de marzo de 1991, acusado de «propaganda enemiga».
Los fatídicos guarismos me vinieron a la mente cuando en la lotería ilegal de la isla, conocida como ‘la bolita’, salieron premiados los tres números, en ese mismo orden: 26, 6 y 76.
Le pregunté al viejo Arsenio, ‘bolitero’ en el barrio donde vivo, si alguien ganó con el 26, el número fijo, o con el 6 y 76, los dos corridos. «Nananina, no hubo na’ pa’ nadie», respondió Arsenio con su criolla manera de expresarse.
No juego a ‘la bolita’, pero le conté el significado que tenían esos números para mí. Muy serio, Arsenio me dijo: “A partir de ahora, le pondré dinero por lo menos seis meses, los números suelen repetirse”.
Reí y le respondí que no era culpable si perdía su dinero, y los números no salían. “Yo te voy a ser un cuento, cuando te diga, coge Iván, estos mil pesos de regalo”, contestó risueño.
Un eslogan cubano aseveraba que la lotería era la esperanza de los pobres. Eso fue antes de que los Castro, entre tantas cosas, de un machetazo también eliminaran esa esperanza.
A pocas cuadras del domicilio de mi hija, hay una calle de casas idénticas.Fueron construídas hace más de 50 años por el dueño de la fábrica de jabones Candado, y quien al parecer tenía acciones en la lotería nacional, legal antes de 1959. Las personas que se sacaban el premio gordo, ganaban una vivienda.
Ahora, si te sacas el premio mayor en la bolita, el dinero no alcanza para comprarte una casa. Ni repararla si se encuentra en mal estado. Pero la plata te permite tomar cerveza de calidad en divisas y, quizás, conseguir unas libras de carne de res.
De cualquier manera, no voy a seguir el consejo de Arsenio, de ponerle dinero por un tiempo al 26-6-76. Aunque ganara, ese dinero no me traería gratos recuerdos. Si salen los escalofriantes dígitos, prefiero que el viejo bolitero obtenga el dinero.
Iván García
Foto: Francis Miller, Life. Vendedor de billetes de lotería en la calle Obispo, La Habana, en 1958.