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2003 Annus horribilis en Cuba

2003, Annus horribilis en Cuba

Hace dos décadas, en Cuba eran habituales las detenciones arbitrarias a disidentes, activistas por los derechos humanos y periodistas libres. Mientras los linchamientos verbales subían de tono en los medios oficiales, la Seguridad del Estado ponía en marcha un operativo para desarticular a la oposición y la prensa independiente en toda la Isla.

Un año antes, en 2002, el régimen había convocado un referendo para blindar el socialismo castrista. Fue su respuesta al Proyecto Varela presentado a la Asamblea Nacional del Poder Popular por el opositor Oswaldo Payá Sardiñas, fundador en 1987 del Movimiento Cristiano Liberación. Respaldado con más de diez mil firmas y amparándose en la Carta Magna, el Proyecto Varela solicitaba a la legislatura hacer reformas constitucionales.

Ya el 16 de febrero de 1999, el gobierno había puesto en marcha la Ley 88 de Protección de la independencia nacional y la economía de Cuba. Más conocida por Ley Mordaza, contemplaba condenas de 20 años o más a disidentes, periodistas independientes, funcionarios o ciudadanos quienes por sus acciones, escritos, declaraciones, las autoridades consideraran que pretendían desestabilizar el status quo.

En varias ocasiones, Fidel Castro acudió a platós televisivos en el ICRT. Pero lo que llamó la atención no fueron sus discursos, si no un hecho inusual: la lectura de nombres de opositores que supuestamente tenían contacto con diplomáticos de Estados Unidos y de países en esos momentos tildados de ‘enemigos de la revolución’.

Esas intervenciones se convirtieron en una señal. Se presentía que algo se cocinaba en las alcantarillas del poder. Los ataques mediáticos del régimen eran misiles especialmente dirigidos a opositores como Oswaldo Payá Sardiñas, la economista Martha Beatriz Roque Cabello, el doctor Oscar Elías Biscet y el poeta Raúl Rivero, entre otros.

Antes de desatarse la razzia contra la disidencia, en un acto en el teatro Karl Marx, en la barriada habanera de Miramar, un furioso Fidel Castro amenazó a la oposición. “Después no digan que no se les advirtió. No permitiremos que los mercenarios hagan su labor impunemente. Aunque no vamos a matar mariposas a cañonazos”, expresó.

El 18, 19 y 20 de marzo de 2003, operativos relámpagos irrumpieron violentamente en los domicilios de disidentes y periodistas independientes en distintas provincias. Con esas detenciones quirúrgicas, se ponía en marcha el plan de desmantelar y destruir a la oposición cubana.

Una jugada bien diseñada, porque los titulares de los medios internacionales estaban concentrados en Irak, donde el presagio de guerra era inmediato. Según los cálculos de la autocracia verde olivo, la administración de George W. Bush se iba a empantanar en un costoso y desgastante conflicto con el dictador Sadam Hussein.

Pero las cosas no ocurrieron como el castrismo había planificado. En poco más de un mes, las tropas de Estados Unidos y sus aliados, en una fulminante ofensiva, derribaron la estatua de Hussein en Bagdad. Y a pesar del fragor de los combates en Irak, corresponsales europeos, estadounidenses, latinoamericanos y de otras latitudes, se enteraron del encarcelamiento de decenas de luchadores pacíficos en Cuba.

El Palacio de la Revolución no esperaba esa reacción. Algunos amigos de Castro, como el escritor portugués José Saramago y el uruguayo Eduardo Galeano, criticaron las detenciones. Saramago fue drástico: “Hasta aquí he llegado”, afirmó, y abandonó el barco donde viajaban compañeros de la izquierda que apoyaban al barbudo.

En un principio, los arrestos llegaron al centenar de disidentes. Luego la lista se quedó en 75. Sacando cuentas como un bodeguero, las conjeturas del ‘comandante’ se basaban en que la Casa Blanca iba a negociar la liberación de sus ‘mercenarios’ y realizar un canje por los cinco espías tras las rejas en Estados Unidos.

Castro pensó que era un intercambio razonable: quince ‘gusanos’ por cada espía. Como en 1961, cuando Kennedy canjeó por compotas a más de dos mil soldados anticastristas detenidos en la isla después de Bahía de Cochinos. El tiro le salió por la culata. Un error político. Mandatarios y personalidades de todo el planeta exigieron la liberación de los disidentes. Estados Unidos y la Unión Europea dieron una vuelta de tuerca a las sanciones económicas contra Cuba.

El entonces ‘máximo líder’ huyó hacia adelante. Y aprovechando el caso de tres jóvenes que habían secuestrado una lancha de transporte en Regla, decidió enviar un mensaje de miedo a la población que por esos días, en su afán de llegar a las costas de la Florida, escapaban en balsas y embarcaciones rústicas. En un juicio sumario condenó a pena de muerte a los tres jóvenes, que eran de la raza negra y viván en barrios pobres de La Habana.

El crimen fue repudiado por los cubanos de a pie. «Castro enloqueció», decía la gente en voz baja. Los disidentes y periodistas independientes vivíamos con una angustia perenne. Yo andaba con una cuchara y un cepillo de dientes en el bolsillo trasero del pantalón. Esperaba ser detenido en cualquier momento. Por suerte no aconteció.

La tarde del jueves 20 de marzo, cuando detuvieron a Raúl Rivero, director de la agencia de prensa independiente Cuba Press, en la esquina de su casa, en Peñalver y Francos, se habían ido concentrando curiosos y residentes en la zona. Algunos vecinos, al ver que la policía política montó a Raúl en un Lada ruso con las manos esposadas, como si fuese un terrorista, indignados comenzaron a gritar “abusadores” y “libertad”.

Veinte años después de la Primavera Negra, los operativos contra opositores, activistas, youtubers, artistas, intelectuales y periodistas independientes se han multiplicado. Pese a la represión, los que hemos apostado por la democracia y la libertad de expresión en nuestra patria, seguimos adelante. Dentro y fuera de Cuba.

Iván García

Foto: Jueves 20 de marzo de 2003. Momento en que se llevaban detenido a Raúl Rivero en un Lada de color blanco, custodiado por una patrulla de policía. Tomada de la web de Radio Televisión Martí.

Sobre admin

Periodista oficial primero (1974-94) e independiente a partir de 1995. Desde noviembre de 2003 vive en Lucerna, Suiza. Todos los días, a primera hora, lee la prensa online. No se pierde los telediarios ni las grandes coberturas informativas por TVE, CNN International y BBC World. Se mantiene al tanto de la actualidad suiza a través de Swissinfo, el canal SF-1 y la Radio Svizzera, que trasmite en italiano las 24 horas. Le gusta escuchar música cubana, brasileña y americana. Lo último leído han sido los dos libros de Barack Obama. Email: taniaquintero3@hotmail.com

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