Desde La Habana

La gente quiere cambios

Rubén, 22 años, estudia el cuarto año de la carrera de filosofía y es un optimista en estado puro. Sentado en el muro del malecón, cierra los ojos y junto con el paisaje, visualiza el cambio que desea para Cuba.

-Yo quisiera que se respetaran las ideas diferentes y las discrepancias, que hubiera más de un partido político y a los cubanos de la isla y del exilio, se les permitiera invertir en pequeñas y medianas empresas. También que haya una nueva Constitución, y se pueda entrar y salir libremente del país, sin permiso gubernamental. Eso, sólo para empezar.

Cuando se le pregunta en cuál sistema social preferiría vivir, una vez efectuados los cambios deseados, Rubén medita unos segundos y muy serio responde:

-Pocos querrían este socialismo caudillista y de pobreza material que hemos vivido, aunque reconozco que nadie tampoco querría la peor versión del capitalismo salvaje, corrupto y repleto de nepotismo como el de Rusia, China y otros países asiáticos.

En el otro extremo de la ciudad, Alberto, 66 años, ex militar jubilado, es el único entre once encuestados que apuesta por pocos cambios.

-A noventa millas está el lobo esperando que nos debilitemos. Los mercenarios dentro de Cuba y la mafia de Miami nos pasarían la cuenta. Creo que hay que hacer algunos cambios, como vender autos y que haya internet, pero con la derecha miamense y los disidentes internos, no se puede negociar en lo más mínimo. Cuba debe hacer un socialismo del siglo 21, como el que está intentando Hugo Chávez en Venezuela o Rafael Correa en Ecuador.

Cuando se le señala que en esas dos naciones se permite la existencia de opositores, pone cara de perro y agrega:

-Sí, es cierto, pero mira los dolores de cabeza que le están dando. Nosotros debemos hacer cambios, pero a los opositores hay que tenerlos con la bota encima.

Fidel Castro jamás le ha quitado el pie a la oposición. La evidencia es que existen más de 200 presos políticos. Cuba es el único país de las Américas que encarcela a sus ciudadanos por organizarse políticamente o escribir lo que piensan.

Los otros diez encuestados desean un cambio más o menos radical. Quieren que cualquier transformación futura sirva para mejorar su economía personal. Es el caso de María, 43 años, obrera: aspira a que cosas simples, como desayunar pan con mantequilla o almorzar un buen bistec de res, no sea un lujo inaccesible. Aunque a ella no le interesa la política, también rechaza el socialismo de los hermanos Castro.

Arturo, 28 años, músico, a gritos pide cambios, sobre todo en la política cultural.

-Que vengan Juanes y Kool and the Gang, pero que también en su patria puedan actuar Isaac Delgado,  Pancho Céspedes y Paquito D’Rivera. Que se vendan cds de Celia Cruz y a Gloria Estefan la pasen por la radio. Que en las librerías podamos comprar libros de Guillermo Cabrera Infante, Daína Chaviano y Reinaldo Arenas. En pocas palabras, que Cuba sea de todos los cubanos sin distinción, los de adentro y los de afuera.

Los once encuestados son un botón de muestra de cómo piensa la gente en La Habana. Salvo uno, el resto quiere que las cosas cambien a fondo y haya libertades. Lo anhelan los personas comprendidas entre los 16 y 40 años y también las que  ya cumplieron los 50 y 60, quienes casi toda su vida la invirtieron en la revolución personal del comandante único.

Yunel, 37 años, ingeniero, se considera izquierdista y apuesta por un socialismo de rostro humano como el de Noruega, Suecia, Dinamarca o Finlandia. O una democracia como la suiza.

A propósito, en los años 40, durante un debate en el Capitolio Nacional, al responder a quienes pretendían que Cuba se convirtiera en la Suiza de América, el senador Orestes Ferrara, con fino humor, contestó que para lograr el standard de vida deseado por esos soñadores, se debía exportar suizos a la Isla.

Yunel conoce esa anécdota y dice que le hubiera gustado haber vivido en aquella etapa, cuando en Cuba había democracia y pluripartidismo. Confiesa que es un iluso. Pero nada le cuesta seguir pensando en grande.

Iván García

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