Es una probabilidad. Ya se sabe que los Castro son impredecibles. A ratos intentan comportarse como hermanos respetuosos de las normas internacionales. A decir verdad, las reglas democráticas y los acuerdos sobre derechos humanos son instrumentos que el gobierno de La Habana les tiene ojerizas.
La negociación a tres bandas del general Raúl Castro con la iglesia católica cubana, el canciller español Miguel Ángel Moratinos y un ala de izquierda de la administración de Barack Obama, que culminó con el acuerdo de liberar a los 52 presos de conciencia de la primavera negra del 2003, y que promete extenderse a más presos políticos de la isla, pudiera convertirse en un gesto estéril.
A partir del discurso de Castro II el 1 de agosto, se dispararon las alarmas en los servicios secretos cubanos. El General dio una vuelta de rosca a la supuesta distención y le envió un mensaje de ida y vuelta a la disidencia del patio.
Lo dijo claro. No confundan tolerancia con impunidad. La calle es de los revolucionarios. Ya sabemos lo que eso significa. Golpizas del “pueblo indignado” y actos de repudio, verdaderos linchamientos verbales a quienes se oponen al régimen.
La Seguridad del Estado tomó nota y comenzó a trabajar a destajo en lo mejor que sabe hacer: reprimir. El 5 de agosto, fecha en la que se conmemoraba el décimo sexto aniversario del maleconazo, la policía política llevó a cabo un extenso operativo a disidentes y periodistas libres que ese día asistieron a la Sección de Intereses de Estados Unidos para navegar por internet.
Detuvieron a decenas de opositores hasta por 12 horas. A todos los detenidos se les advertió que no habría impunidad. Como parte de esa estrategia, también se han citado y levantado actas de advertencia a periodistas independientes en distintas provincias.
Reina LuisaTamayo sufre un acoso feroz en su casa de Banes, Holguín, a 700 kilómetros de La Habana. No les bastó que Reina perdiera a su hijo Orlando Zapata Tamago después de 86 días de huelga de hambre, el pasado 23 de febrero.
Es la Dama de Blanco que ha sido tratada con más rudeza por parte de la policía política. No han respetado su dolor de madre ni le han permitido hacer el duelo a que tiene derecho.
La pregunta que hoy muchos se hacen, es cuál ha sido el motivo para desatar esa razia. Puede que el gobierno esperase más de la Unión Europea y de Estados Unidos. O que la liberación de un puñado de prisioneros sólo fuese una medida para obtener oxígeno político y cierta credibilidad internacional.
A mí no me caben dudas de que existen fracciones dentro del poder con opiniones diferentes. Y en estos momentos se mueven resortes distintos dentro del status quo. El que logre imponerse, dictará las reglas de juego.
Si salen adelante los ‘talibanes’, los históricos de la revolución de línea dura, volveremos al pasado. Cautela con las medidas económicas y mano de hierro con la disidencia. Habrá que esperar.
Aunque algo es cierto. La negociación apresurada de Castro II, la iglesia y Moratinos, dejó algunos flecos al descubierto. Lo importante, sin duda, era la promesa de liberar a 52 presos políticos que jamás debieron estar en la cárcel.
Pero ni el cardenal Ortega ni el canciller español, al parecer, pudieron arrancarle al general Raúl la promesa de no volver a encarcelar a nadie por sus criterios. Tampoco sobre la mesa se puso la abolición de la tenebrosa Ley 88, que sigue flotando en el aire de la república. Y que con un golpe de martillo, permite que cualquier fiscal envíe a un disidente por 20 años o más detrás de los barrotes.
Los Castro pueden haber decidido comenzar a jugar de nuevo al duro y sin guante. Un sector de la oposición lo sabe. Y se pregunta si habrá nuevos veranos, inviernos, otoños o primaveras negras.
En 51 años de revolución, las cárceles siempre han estado repletas de presos políticos. Son preciadas monedas de cambio. Si el régimen quiere, podría vaciarlas. También si quiere, volver a llenarlas.
Iván García
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