Fidel Castro ha sido un gran afortunado. Hijo de un gallego dueño de tierras en el Oriente de Cuba, pudo estudiar en escuelas católicas privadas, a cargo de padres jesuitas. No tuvo problemas para matricular la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana. Si hubiera sido en estos años, no hubiera podido hacerse abogado, por sus antecedentes «subversivos». Porque ahora en Cuba, según él mismo dispuso, «la universidad es para los revolucionarios».
Sus biógrafos aseguran que en sus años mozos alternó el pandillerismo con acciones cívicas que iban desde la organización de reuniones y manifestaciones callejeras, hasta la publicación de denuncias en los principales periódicos y revistas de la época. Castro siempre supo sacar provecho de las ventajas democráticas ofrecidas por una sociedad donde existía libertad de prensa y de asociación. Precisamente esas libertades le posibilitaron erigirse como líder opositor, porque si no hubiera sido por los medios de comunicación, todos capitalistas, nadie hubiera sabido quién era aquel oriental que se adaptó tan pronto a vivir en La Habana.
El golpe de estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, tampoco impidió a Fidel Castro continuar con su meta de llegar al poder por cualquier vía. Aunque era dictatorial el gobierno que ese día se instaló en el país, Castro no tuvo mayores dificultades para nuclear a casi un centenar de jóvenes de distintas provincias, reunir dinero y armas, y entrenarse en terrenos de las afueras de la capital. Actividades bien distintas a las que hoy realizan en Cuba los grupos disidentes, caracterizados por su pacifismo.
Lo demás es conocido: el 26 de julio de 1953 comandó el asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, con muertos y heridos en ambos bandos. Salió ileso. Unos días después, el 1 de agosto, un militar negro lo encontraría escondido en un bohío, en las afueras de Santiago de Cuba. Antes de 1959, valga aclarar, había en la Isla militares pundonorosos. Ello explica por qué ese hombre no lo mató ni lo maltrató. Lo arrestó con el decoro del que hoy carecen los uniformados en las penitenciarias cubanas.
Si un cubano intentara hacer en la actualidad lo que hizo Fidel Castro en 1953, sería ejecutado sin contemplaciones. Si fueran varios, todos serían fusilados. ¿O es que ya olvidamos lo que hicieron con el general Arnaldo Ochoa, Tony de la Guardia y los otros acusados de narcotráfico en 1989, un delito que no conlleva la pena de muerte en ningún Estado de derecho?
Por preparar y dirigir el asalto a un cuartel militar, Castro recibió una sanción de 15 años, benigna si la comparamos con los 18, 20, 25 y 28 años a los que condenaron a 75 opositores pacíficos en abril de 2003.
Pero como la suerte siempre ha estado de su lado, Fidel Castro sólo cumplió 22 meses. El 15 de mayo de 1955, él, su hermano Raúl y el resto de sus seguidores, salieron en libertad incondicional del Presidio Modelo, en Nueva Gerona, Isla de Pinos. Fueron excarcelados gracias a una amnistía general concedida por Batista, militar que pese a su fama de sanguinario no solamente preservó la vida de Castro cuando lo encontraron escondido en aquel bohío, sino impidió que le pusieran un dedo encima durante el tiempo que estuvo tras las rejas, primero en la cárcel de Boniato, en Santiago de Cuba y luego en Nueva Gerona.
Las condiciones en desde 1959 y hasta la fecha, han cumplido sus condenas los presos políticos cubanos, no tienen nada que ver con las que cumplieron en Isla de Pinos los asaltantes al Moncada. A ellos les permitieron permanecer juntos en una espaciosa celda común. El único aislado fue Fidel Castro, por ser considerado «el cabecilla».
Para tener una idea de cómo pasó esos 22 meses, basta leer el libro La prisión fecunda, del periodista Mario Mencía, o visitar el Museo de la Revolución en La Habana. Si no la han quitado, ahí puede verse una foto donde aparece un Fidel Castro joven y rozagante, vestido de civil a pesar de su condición de preso, hablando con un guardia del presidio. Al fondo de la imagen se aprecia un estante con libros.
En su amplia y ventilada celda, el futuro «máximo líder» tenía una cocinilla eléctrica. Ni en esas condiciones se privó de comer sus platos preferidos. Se cuenta que una vez protestó porque no le permitieron tener un pequeño refrigerador. Actualmente, ni siquiera un ventilador portátil le permiten tener a los presos políticos en sus calurosas, oscuras y pestilentes celdas.
Castro también tuvo en Isla de Pinos productos de aseo para mantener limpio y pulcro el espacio asignado tras las rejas, porque no soportaba la suciedad. Después de cocinar y limpiar, el tiempo lo invertía en leer los libros que amigos y familiares le hacían llegar; escribir cartas de amor a Naty Revuelta, y redactar documentos con instrucciones políticas a Melba Hernández y Haydeé Santamaría, dos de sus colegas en el asalto al cuartel Moncada y quienes, por ser mujeres, sólo cumplieron siete meses en Guanajay, prisión que pese a su antigüedad sigue siendo una de las mejores de Cuba.
¿Por qué Fidel Castro, que tan bien la pasó cuando fue prisionero político, permite que se maltrate a los cubanos encarcelados por el «delito» de tener la valentía de discrepar públicamente de su autoritario régimen?
Buena parte de los 200 presos políticos cubanos tienen el doble o más de la edad que Castro tenía cuando permaneció 22 meses en presidio. Los presos políticos no han tenido juicios con las garantías procesales que tuvo Fidel Castro en la Audiencia de Santiago de Cuba, en octubre de 1953. Por su condición de abogado, le autorizaron hacer su propia defensa. Los actuales presos políticos, además, no han llegado a los calabozos tan saludables ni bien alimentados como el futuro guerrillero.
Maltratar como lo hacen, física y psíquicamente, a los presos políticos -y las consiguientes secuelas que esos maltratos dejan en sus familiares- constituyen delitos que algún día tendrán que ser juzgados en un tribunal internacional.
Mientras, tengamos presentes que si los militares de Batista hubieran actuado como lo hacen hoy los miembros del Ministerio del Interior, en particular los agentes del Departamento de Seguridad del Estado, difícilmente Fidel Castro hubiera podido hacerse con el sillón presidencial y gobernar ininterrumpidamente durante 51 años. Gracias, claro, a la ausencia de libertades, la censura, el terror y la represión.
Tania Quintero
Foto: Fidel Castro con su hijo Fidelito, durante una visita que el niño le hiciera a la prisión de Isla de Pinos, en julio de 1954. Alegres y bien vestidos los dos, como si estuvieran viendo el paisaje desde la terraza de un hotel. Fidel Ángel Castro Díaz-Balart nació de su matrimonio con Mirta Díaz-Balart, el 1 de septiembre de 1949.
Nota: A raíz de la muerte de Orlando Zapata Tamayo, y porque mantiene plena vigencia, he querido reproducir este trabajo, originalmente titulado «Cuando la suerte acompaña» y publicado el 16 de marzo de 2003 en Encuentro en la Red (T.Q.).
Señora Tania: es la 5ª vez que intento enviar un comentario. Seré breve, para ver si estoy vetado: buenas noches y buen artículo. Saludos.
El día que acabe esta pesadilla va a ser alucinante la cantidad de información/basura que vais a oir/ver de la actual tiranía.
Tiene pinta de resultar mucho más espectacular que la porquería que salió a la luz muerto Ceaucescu, en la Rumanía de 1989, donde, entre otras perlas, se oyó sobre la autoadjudicación de títulos universitarios a familiares que ni siquiera habían aprobado la primaria; de las violaciones y acosos sexuales, a jovencitas rumanas, entre ellas la gimnasta Nadiea Comaneci, cometidos por el vástago mayor, el ya famoso Nicu Ceaucescu por ser un depredador sexual y violador en serie consumado…
¡Puede ser mucho peor lo de Cuba!
Excelentes articulos que trataré de difundirlos en Venezuela a travès de mis colegas periodistas y la prensa en general.
Un fuerte abrazo y estamos cerca de que el mundo vea una cuba libre,,,,,
Sentencia
(Con audio en la voz del autor)
Para el Mayor Filiberto Hernández Luis, quien le negó el agua por 18 días a Orlando Zapata Tamayo mientras éste languidecía, enfermo, torturado y en huelga de hambre, hasta su muerte por falla renal el 23 de febrero de 2010. Usted no es un hombre; no es siquiera un animal… Usted, Mayor, es un asesino cobarde y asalariado por la dictadura más antigua y totalitaria del continente americano y como tal, deberá morir —cuando le llegue su hora—, sin perdón, sin paz y sin honra.
Al esbirro que negó
el agua
véngale
un océano de sedes
que reviente
sus riñones
en orinas
hasta la boca
para que no pueda
pedir
ni absolución
ni rescate
sino hincarse
y de bruces
maldecir
al tirano
que lo hizo
un ángel
oscuro
sin
misericordia
ni decencia
ni alma.
Pedro F. Báez, Los Ángeles, California, EE.UU
Excelente articulo, mis felicitaciones a su autora.
No recuerda porque fue un privilegiado de los «supuestos asesinos del batistato»
Muy buen articulo.
Saludos