Desde La Habana

Ya la gente no se calla en Cuba

Ya la gente no se calla en Cuba

Al tercer día de apagón, para que no se echaran a perder, Betty, maestra jubilada, decidió cocinar los productos cárnicos que su hermana residente en Miami le había comprado a precios salvajes en una tienda online diseñada por el régimen castrista para ordeñar a la emigración cubana. Ella vive con el esposo, una hija, dos nietos y su madre de 91 años con demencia senil, en el piso 21 de un edificio en la barriada habanera del Vedado.

«Dos o tres veces al día tuve que bajar los 21 pisos por las escaleras. Después de hacer tremendas colas para comprar pan, con ayuda de mi esposo y mi hija, cargar cubos de agua desde la cisterna en la planta baja del edificio. Un drama. Los niños lloraban porque tenían hambre y mi madre quejándose por un dolor abdominal muy fuerte y ni siquiera tenía paracetamol”, rememora Betty aquellas primeras 48 horas sin electricidad.

Al día siguiente, cuando llevaban ya 72 horas sin luz, los dos paquetes de pollo, cuatro kilogramos de picadillo de pavo y una decena de hamburguesas de res que guardaba en el refrigerador, desprendían mal olor y tuvo que cocinarlos. «El agua de la cisterna se acabó. Contrario a lo que ahora dicen las autoridades, los vecinos llamamos por teléfono, reiteradamente, a la empresa eléctrica y al acueducto y nadie respondió. Personalmente fui a la sede del partido del municipio Plaza y los funcionarios me esquivaban o me soltaban una consigna», cuenta Betty.

Pero la gente se cansó del peloteo, de la ineficiencia y la desatención a la ciudadanía. «Esa noche comenzamos a sonar los calderos. Luego bajamos a la calle Línea a protestar pacíficamente. Coreábamos queremos luz, queremos agua, algunos gritaron libertad. Para que no nos acusaran de provocadores, no voceamos Díaz-Canel singao, ni nadie tiró una piedra a las tiendas MLC. La población está indignada. Ninguno de los vecinos somos delincuentes ni estamos confundidos como ha dicho la prensa oficial. Al contrario, la mayoría somos o hemos sido profesionales con años de trabajo y durante mucho tiempo apoyamos al sistema. Pero ya dejamos de creer en la revolución y sus líderes», confiesa Betty y añade:

“Me enfurece cuando el gobierno nos acusa de recibir dinero del exterior y que las redes sociales nos manipulan. Como si las personas no pensáramos con nuestras propias cabezas. ¿Es tan difícil de entender que todos no tenemos que pensar igual? Tengo argumentos suficientes para decir que el sistema político y económico en Cuba es inviable. El pueblo no tiene un canal legal para intentar hacer propuestas diferentes. Aquí solo vale el discurso de los gobernantes. Después de esa primera protesta, distribuyeron dos paquetes de pollo por núcleo familiar y anunciaron que iban entregar módulos de alimentos en las bodegas. Las autoridades dijeron que protestar en la calle no es lo correcto, porque puede ser utilizado por la ‘prensa mercenaria’ para desacreditar al proceso revolucionario», explica Betty.

Les prometieron que iban a solucionar lo más rápido posible el problema del agua y los apagones. «Al no solucionarse nada, la noche siguiente volvimos a protestar en la calle, sumándose más vecinos. Fue cuando el gobierno dejó a un lado la zanahoria y cogió el palo. Yo no quería creer las historias de represión que me contaban a raíz del 11 de julio. Ahora vi con mis propios ojos cómo golpearon salvajemente a las personas sin mirar si eran mujeres, jóvenes o ancianos. Cuando un gobierno recurre a la violencia y la mentira para justificar esos atropellos es porque vive su etapa final”, afirma Betty.

Desde el 29 de septiembre, el proyecto Inventario había contabilizado 55 protestas populares en el país, de las cuales 48 habían sido en barrios de distintos municipios de La Habana. Según el grupo de monitoreo Justicia 11J, hasta la fecha, 26 personas habían sido arrestadas. Veinte permanecían encarceladas y en el centro de detención de 100 y Aldabó, en Boyeros, al menos se encontraban seis: Rosemary Almeda Tapia, José Adalberto Fernández Cañizares, Alejandro Guilleuma Ibáñez, Hillary Gutiérrez, Frank Artola y Danilo Martínez.

Amnistía Internacional, por su parte, pidió a la comunidad internacional condenar la represión en Cuba “en los términos más enérgicos posibles”. Entre el 27 y el 30 de septiembre la conexión a internet fue cortada en toda La Habana a partir de las ocho de la noche. Un video analizado por Amnistía Internacional, grabado en la calle 41 y 66-A, en el municipio habanero de Playa, parece mostrar el despliegue de cadetes militares vestidos de civil, armados con bates de beisbol y garrotes de madera, coreando consignas como “Yo soy Fidel”.

Un recluta del Servicio Militar Activo -obligatorio en la Isla para jóvenes de 17 a 28 años- reveló a Diario Las Américas el modus operandi de la represión. “Los reclutas sabemos el estado de opinión de la población y el descontento con el gobierno. Nuestras familias sufren las mismas carencias y los mismos apagones. Pero los jefes de batallones no te dejan opciones. En el reglamento de las fuerzas armadas si no cumples una orden te puede juzgar la fiscalía militar. Te dicen un montón de mentiras, que nuestra misión es proteger la revolución de grupos pagados por el imperio en su guerra asimétrica contra Cuba”, dice y agrega:

“Casi nadie cree esa muela. Hay quien sí, pero son muy pocos. Cuando te escogen para un operativo de vigilancia nos piden vestirnos de civil. Y nos dan palos o tonfas. Generalmente los que golpean son los miembros de Tropas Especiales, es decir los boinas negras y rojas, que tienen dominio de las artes marciales y las tácticas de lucha callejera. Algunos oficiales de la Seguridad del Estado también reparten golpes, igual que los integrantes de las brigadas de respuesta rápida. Rezo para no tener que verme en esa disyuntiva. Nunca voy a golpear a un civil indefenso”.

La represión y el odio atizado por la añeja dictadura ha ido en aumento. El impopular presidente Miguel Díaz-Canel, designado a dedo por Raúl Castro, quien tilda de ‘odiadores’ a los que critican al régimen, ha dado luz verde para golpear e iniciar procesos penales contra los cubanos que salen a la calle a protestar pacíficamente. Hablando con la prensa estatal en el puerto pesquero de La Coloma, Pinar del Río, señaló que «el peso de la ley caerá contra aquellos que protestan de manera grosera y financiados desde el exterior”.

Como es habitual, la autocracia militar intenta desvirtuar los legítimos reclamos de sus ciudadanos, acusándolos, sin mostrar pruebas, de ser delincuentes o de que aportan poco o nada a la sociedad. Una estrategia gastada. Asesinar la reputación a los que se les oponen.

En los primeros años de la llegada al poder de los barbudos, al adversario se le tildaba de pequeños burgueses, desclasados y escorias. Con el surgimiento de la disidencia y el periodismo independiente, la narrativa del régimen es acusarnos de lamebotas y mercenarios pagados por los yanquis. Ahora intentan acuñar la matriz de opinión de que los cubanos que votaron en contra del Código de las Familias y los quejes salen a la calle a reclamar sus derechos son confundidos, marginales, contrarrevolucionarios.

Cuba es la única nación del hemisferio occidental donde la oposición política es un delito y la libertad de expresión una abstracción. Si algo ha quedado demostrado en las recientes protestas, es que los ciudadanos también aspiran a vivir en una sociedad democrática.

La dictadura puede intentar ralentizar o impedir las reformas. Alargar su ocaso y ganar tiempo. Pero al final del camino solo tendrán dos opciones: reprimir al pueblo o cambiar. Cualquiera de esas alternativas implicará la sepultura de lo que alguna vez se llamó revolución cubana.

Iván García

Foto: Un grupo de personas que protestaban por la falta de electricidad tuvieron suerte y fueron escuchadas por autoridades locales, porque otras, en otras barriadas fueron golpeadas y apaleadas. Tomada de Infobae.

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