Desde La Habana

Una ilusión que no se apaga en Cuba

En vísperas del Día de Reyes, Melany García, 7 años, siente que las horas demoran años. A las 5 de la tarde quiere ir a la cama, para acortar el tiempo. Con  intensidad vive la ilusión de levantarse antes que amanezca y descubrir qué nuevos juguetes le trajeron los tres magos del Oriente.

A pesar de todo, en Cuba se ha mantenido una tradición de siglos. Ha sido una travesía azarosa. De pelear a la contra. Familias queriendo mantener la costumbre y un Estado ateo que hace cinco décadas decidió enterrarla.

La primera estocada a fondo al mágico mundo infantil la propinó Fidel Castro en la década de los 60, cuando por decreto estatal distribuyó tres juguetes por niño. Decidió convertirse en el único rey mago.

Incluso trocó los meses. Enero lo cambió por julio, mes donde se vendían los juguetes por la libreta de racionamiento. Apenas cinco días después de haber bajado de la Sierra Maestra, mandó un mensaje de ida y vuelta a todos los estamentos de la sociedad.

En una avioneta de guerra lanzó miles de juguetes a los chicos que vivían en las laderas montañosas de las provincias orientales. La idea no estaba mal. Eran muchachos sucios y repletos de parásitos, quienes por juego tenían gallinas y cerdos.

Pero tras el gesto altruista enviaba un recado cifrado en rojo: en lo adelante, el Estado se apropiaría de faenas hasta ese momento realizadas por instituciones católicas y sociales. Luego ya se sabe lo que aconteció.

Se borró el 6 de enero como día feriado. En sus 52 años de largo periplo por las mieles del poder, Castro intentó socavar la religiosidad de la población. Se cerraron templos. Unos curas fueron expulsados y otros ninguneados.

En pos de construir la primera sociedad comunista en América, muchas cosas deberían ser cambiadas. Y el Día de Reyes era una de ellas: lo consideraban un rezago pequeño burgués. Más importante que los juguetes, era sepultar al imperialismo yanqui en el basurero de la historia.

En escuelas internadas se preparaba a niños y adolescentes como futuros soldados de la patria. El lema era ‘estudio, trabajo y fusil’. Cinco décadas después, el propio gobierno decidió esconder bajo la alfombra parte de sus pecados originales.

Hace tiempo, los juguetes fueron eliminados de la cartilla de racionamiento. Ahora los venden por moneda dura, al alcance sólo de familias que reciben remesas. Por estos días, las tiendas del centro comercial Comodoro, al oeste de la Habana, es una casa de locos, de padres comprando juguetes.

La oferta es variada, pero los precios andan por las nubes. Un videojuego supera los 100 dólares. Una bicicleta por el estilo. Una muñeca con batería que dice tres frases cuesta más de 60 dólares. En una parte del mostrador se amontonan Barbies, que por 50 dólares usted puede adquirir. El juguete más barato equivale al salario de dos meses de un obrero.

El 6 de enero es una fecha más para las autoridades cubanas. Cero cabalgatas por las calles de la ciudad. Pero si uno ese día se despierta temprano, en el vecindario escuchará la algarabía de los pequeños, al descubrir un juguete en algún rincón de la casa.

Existen otros momentos felices para los niños en la isla. Pero el Día de los Reyes es la guinda de la tarta. Si lo dudan, pregúntenle a Melany García.

Iván García

Foto: La Habana. Mi nieta Melany con los juguetes que los Reyes le trajeron el 6 de enero de 2009. Veáse, a la izquierda, la cunita de madera: todavía en Cuba hay carpinteros que las hacen, igual que sesenta años atrás, cuando yo era niña. Me alegra que esa tradición no se haya perdido en un mundo de juguetes electrónicos, cada vez más sofisticados (TQ).

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