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Una historia triste

Recientemente entablé conversación con un desconocido en el P-6, una de las líneas de ómnibus articulados que circulan por la capital cubana. Como en una competencia, empezamos a contarnos anécdotas grotescas. Buscábamos las más exageradas que nos habían ocurrido. Mi interlocutor resultó ser el ganador.

-Hasta despedir a los muertos, en Cuba, es difícil, me dijo. Y me contó que hacía seis meses una sobrinita suya había fallecido. Una pequeña de un año de edad, que había nacido con una cardiopatía congénita y no resistió la complicada intervención quirúrgica.

Un hecho triste, que aquel hombre lo relató con naturalidad y ternura, al describirme la corta vida de su sobrinita. Y pude descubrir el dolor que puede esconderse en una conversación aparentemente placentera, entablada para matar el tiempo de espera en la parada de la guagua (ómnibus) y la rutina del viaje. Entre nosotros no hubo presentaciones. No me dio su nombre, ni yo le di mío. Pero supe que residía en el Cotorro, municipio en las afueras de la Ciudad de La Habana.

La pequeña fue velada en la funeraria municipal. En la florería más cercana, quiso encargar una corona de flores para despedir al angelito, en nombre de su tío y primos. La empleada, sin ningún tipo de sensibilidad, le pregunto quién era el muerto. Él no entendió, pensó que quería saber más del ser que se había ido y describió a la pequeña. Incluso imaginó, que por ser una niña de un año, le harían un arreglo floral bonito.

¡Qué equivocado estaba! La mujer, insensible, buscó en una lista de fallecidos, para ver cuáles familiares no habían encargado coronas. Porque «tocaban» dos coronas nada más por cada muerto, y la nena, había recibido ya las dos a la que tenía derecho.

Entre asombro e indignación, le pregunté si lo ocurrido era cierto. Me dijo que sí. Pero su cuento no acababa ahí.

Protestó y la dependienta sólo le respondía «eso es lo que está orientado». Después de mucho suplicar, la señora le dijo que si no entraba otro fallecido antes de las cuatro de la mañana, le podía resolver una corona y así sucedió. En señal de agradecimiento, le dio un dinero que con gusto ella aceptó.

Pensé que era el final de la triste historia. Casi llegaba la parada donde se quedaba el desconocido, y ya junto a la puerta me dijo:

-Pero eso no fue lo único que nos pasó. Colocaron a la niña en un féretro medio metro más grande que su tamaño. La indignación de la madre fue tal, que a gritos pedía un periodista independiente, para que reportara aquella falta de respeto.

Se bajó tan rápido, que no me dio tiempo a decirle de que había hablado con una periodista independiente. Durante el resto del recorrido no hablé con nadie más.

Me quedé meditando. Y me percaté de la trascendencia del trabajo que hacemos. Me dio satisfacción escuchar, de boca de un desconocido, que cuando hay impotencia e indignación, se piensa en nosotros, los periodistas independientes, como una alternativa válida para denunciar.

Pero también me pregunté: ¿hasta dónde llega el sistema de racionamiento en este país? Fuera de Cuba, pocos pueden imaginarse cómo, en medio de tantas dificultades, logramos sobrevivir cada día. Y la agonía que pasamos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Un verdadero vía crucis.

En nombre del dolor y la impotencia de una familia que ha pasado por el duro momento de perder a una criatura, he querido hacer este relato. Y dedicarle un hermoso arreglo floral.

Laritza Diversent

Sobre admin

Periodista oficial primero (1974-94) e independiente a partir de 1995. Desde noviembre de 2003 vive en Lucerna, Suiza. Todos los días, a primera hora, lee la prensa online. No se pierde los telediarios ni las grandes coberturas informativas por TVE, CNN International y BBC World. Se mantiene al tanto de la actualidad suiza a través de Swissinfo, el canal SF-1 y la Radio Svizzera, que trasmite en italiano las 24 horas. Le gusta escuchar música cubana, brasileña y americana. Lo último leído han sido los dos libros de Barack Obama. Email: taniaquintero3@hotmail.com

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