Desde La Habana

Tres horas con las Damas de Blanco

Damas de Blanco saliendo de casa de Laura, el 25 de marzo 2010.

Pasadas las 4 de la tarde llegué a casa de Laura Pollán Toledo, en la calle Neptuno número 963, en pleno centro de la capital cubana. Pollán, es la esposa del preso de conciencia Héctor Maseda, uno de los 75 disidentes pacíficos encarcelados por el gobierno de Fidel Castro en la llamada primavera negra de 2003.

La mínima y calurosa sala de Laura está de bote en bote. “Hoy tenemos preparada una marcha”, anuncia en voz baja Pollán. ¿Dónde? “El destino siempre lo informo mientras vamos marchando”, dice Laura.

Por lo general, ésa es la única medida de seguridad que suelen tomar para que la policía política no aborte las caminatas previstas.

“Sabemos que tiene controlados los teléfonos, y es probable que tengan algunos topos cerca del grupo, es una regla de protección que solemos usar y ha funcionado”, apunta Pollán en pleno ajetreo en la reducida cocina, mientras prepara té y café para las 24 damas que parlotean y ríen distendidas esperando la hora 0.

Damas de Blanco en casa de Laura, esperando para salir a la calle.

Laura es la portavoz y líder de las Damas de Blanco, Premio Sajarov del Parlamento Europeo en 2005. Son más de 70 mujeres, entre parientes de los presos y un grupo de mujeres de apoyo. Casi ninguna de estas señoras tenía antecedentes de actividades antigubernamentales. No eran disidentes.

Pollán Toledo era profesora de español y literatura. Otras trabajaban en una fábrica, oficina o eran simples amas de casa, y su principal dolor de cabeza, como todas la mujeres cubanas, era llevar dos platos calientes cada día a la mesa y atender a sus esposos e hijos.

En casa de Laura, esperando para salir a la calle.

Si alguien las empujó por el camino de la oposición y las protestas públicas fue el gobierno de Fidel Castro. Y no lo lamentan. Tienen tras las rejas, con largas condenas, a hijos, esposos, padres, hermanos… “No vamos a detenernos hasta que liberen a todos los presos políticos”, señala Pollán, una rubia de baja estatura algo pasada de peso.

La semana anterior pusieron al régimen en jaque con una serie de seis marchas a iglesias situadas en diferentes municipios de la Ciudad de La Habana.

“La del miércoles 18 fue la más violenta, hubo golpizas y atropellos. En las otras marchas nos ofendieron, pero no hubo agresiones físicas», expresa José Alberto Alvarez,  56 años, periodista independiente quien junto con Carlos Serpa Maceira, 43 años, ejercen de voceros del grupo de mujeres que visten de blanco.

La casa de Laura Pollán es una especie de cuartel general. En la tarde del 25 de marzo, caminaban sin orden ni concierto por la estrecha vivienda. Unas charlaban sobre los últimos acontecimientos políticos, sus esposos e hijos o del culebrón de turno en la tele.

Laura concedía una entrevista por teléfono. Este 25 de marzo, en Miami, efectuaban una marcha de apoyo a las Damas de Blanco, convocada por la cantante cubano-americana Gloria Estefan, y las llamadas telefónicas son constantes.

Cerca de las seis de la tarde, varias mujeres comenzaron a repartir gladiolos y una jaba (bolso) de nailon con una paloma blanca dentro. “Cuiden que no se les vuele”, alerta Laura risueña.

Algunos corresponsales extranjeros y periodistas libres le preguntan de qué va la cosa. Con una mirada pícara de sus ojos azules intensos, Pollán dice: “Sígannos y verán”.

Antes de partir para una de sus habituales caminatas por la ciudad, Laura Pollán hace una arenga. “Vamos a un sitio a soltar las palomas, luego nos detenemos en otro y comenzamos a gritar Libertad. El motivo de este recorrido es apoyar la manifestación que nuestros compatriotas de Miami están efectuando. Recuerden, no se dejen provocar”, advierte.

Todas asienten y parten en silencio. Parecen figuras fantasmales vestidas de blancos. Nada más poner un pie en la calle, comienza un acelerado operativo por parte de la Seguridad del Estado. Justo frente la casa de Laura hay un cámara de vigilancia, que sin disimulo graba a todos los que entran o salen de su hogar.

En un santiamén, mientras las Damas caminan por la calle Neptuno, varios hombres con móviles en mano, ordenan la contramarcha usual que les monta el gobierno a este grupo de mujeres que reclaman la libertad de sus seres queridos.

El destino de la caminata es el Malecón, a un costado del Parque Maceo. Allí liberan a las 24 palomas que llevaban consigo. Luego hacen un paseo de alrededor de 400 metros por el  Malecón, y muy cerca del patio trasero del Hotel Nacional, con sus gladiolos en alto, comienzan a gritar Libertad, Libertad…

Damas de Blanco por el Malecón. Hechas el 25 de marzo 2010.

Ya para esa hora el aparato policial terminó de montar su tinglado. Un par de ómnibus de transporte público, cargados de policías, se estaciona a corta distancia de ellas.También numerosos coches policiales y motos de oficiales de la Seguridad. Y hasta una ambulancia.

Al lado de la prensa extranjera se nota la presencia agresiva de los medios oficiales, que intentan intimidar a los periodistas foráneos tomándoles fotos o filmándolos.

Cuando las Damas de Blanco comienzan a vocear Libertad, de repente aparece, como un tifón, un grupo de unas cuarenta personas, que las insultan y chillan “vendepatrias, traidoras, mercenarias”.

Los dos grupos se aproximan tanto que parece va a ver jaleo. Pero no. Todo queda en descalificaciones, por los partidarios convocados por el gobierno, y el repetido llamado de libertad que vocean las Damas.

La gente de a pie mira con sorpresa estas marchas, no pocos con admiración. Turistas ocasionales tiran fotos. Ya muchos en La Habana se van acostumbrando a las caminatas de las Damas de Blancos.

La gente de a pie mira con sorpresa estas marchas, no pocos con admiración. Turistas ocasionales tiran fotos

En 51 años de revolución caudillista, los actos de crítica callejera contra el gobierno eran inexistentes.

Ahora, en esta primavera del 2010, las mujeres que reclaman la libertad de sus familiares, los han convertido en un arma importante de sus protestas pacíficas. Un cuño de la casa.

Texto y fotos: Iván García

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