Siete años atrás, en la barriada de La Víbora, al sur de La Habana, no existían restaurantes ni bares privados. Solo una pizzería particular en la Avenida Acosta y varias personas que vendían comida, casi ninguno sin licencia. Ése era el panorama en 2009. La gastronomía estatal administraba un restaurante, El Asia, una mugrienta pizzería y una heladería denominada El Coppelita, al lado y frente al antiguo paradero de ómnibus. No muy lejos del paradero, administraba dos panaderías en divisas, tres cafeterías sin pretensiones que en bandejas de aluminio exhibían colecciones de panes y moscas, y dos bares hediondos donde ...
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