En el hablar pausado y la mirada firme de Juanita Castro hay mucho dolor contenido. Tras más de cincuenta años de exilio y una separación familiar prácticamente obligada, los recuerdos de una infancia feliz en la finca de sus padres, junto a sus hermanos, todavía perduran como lo único que ha podido atesorar de los años en que creía en la posibilidad de ayudar a construir lo que confió sería el mejor de los futuros para su país. Sus apellidos, desde muy joven significaron para ella una gran responsabilidad y es que el hecho de ser hermana de los dos ...
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