Hoy la vi. Es en blanco y negro, le han salido puntitos amarillos y huele a cucaracha. Congelada en el tiempo, ya con color sepia, rescaté una foto de la adolescencia. Somos once muchachos, alegres por los efectos del trago de los que no tienen dinero: alcohol ligado con agua, que comprábamos a 5 pesos la botella en casa de la negra Giralda, en la calle Buenaventura. Fue, quizás, a finales de 1988. Yo era un desmovilizado del servicio militar y sentados en la escalinata del Instituto de la Víbora celebrábamos, que nunca más tendría que ponerme aquel horrible y caluroso uniforme verde olivo, diseñado por algún ...
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