Desde La Habana

Siniestros

En el planeta existe demasiada perversión. Está presente en asesinos en serie, pederastas y pervertidos sexuales. O en los terroristas de ETA y los irracionales que un 11 de septiembre estrellaron dos aviones contra las Torres Gemelas de Nueva York.

Pero también hay  -y ha habido- gobiernos siniestros. En nombre de cualquier causa. La más socorrida, desde octubre de 1917 hasta la fecha, ha sido el imperialismo, la burguesía y la explotación del hombre por el hombre.

Siempre me he preguntado si los Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Mao, Pol-Pot, Ceaucescu y Amin Dada, entre otros, cuando iniciaban sus carreras como políticos ya tenían en mente sus diseños macabros de gobernar.

Quisiera creer que no. Que alguna vez fueron tipos soñadores, que querían lo mejor para sus pueblos. Y que tal vez una afección mental, aún no estudiada a profundidad por los científicos, a todos los convirtió en unos miserables sátrapas.

Todos estos dictadores tienen un sello común. Hablan en nombre de los desposeídos y del nacionalismo. Creen que tienen una misión redentora que cumplir. Se consideran iluminados. Padrecitos de sus patrias.

Sin excepción, son manipuladores y tienen un ego que desborda la razón. No toleran las discrepancias. Y es en ese justo momento, cuando los políticos siniestros halan del gatillo, las torturas, los campos de concentración, los juicios sumarios y las insalubres prisiones.

Al final, la historia los recoge como el mejor ejemplo de lo que no se debe hacer en el ejercicio del poder. En el siglo 21 quedan pocos vivos.

Uno de ellos ahora es un anciano enfermo que escribe a prisa sus memorias. Y en sus raptos de lucidez, cree que aún tiene algo que decir a los suyos. Y garabatea patéticas reflexiones sobre cualquier evento en el mundo, menos de lo que debiera redactar: el complicado e incierto futuro de su país.

Ojalá que todos estos caudillos, antes de morir, reconocieran que fueron soberbios y déspotas; cometieron garrafales errores; destruyeron naciones y fueron detestados por millones de personas.

Iván García

Foto: Stalin, archivo fotográfico de la revista Life.

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