Desde La Habana

Sin agua en La Habana

Sin agua en La Habana

Sin agua en La Habana

El calor es terrible. Ni siquiera sopla una brisa ligera en el amplio portal de la calle Carmen, contigua a la Plaza Roja de la Víbora y a treinta minutos del centro de La Habana.

Reinaldo, un anciano, alicaído, espera la entrada del agua sentado en un muro frente a la cisterna del edificio donde vive. “Dijeron en el noticiero del Canal Habana que a partir de la seis de la mañana del miércoles 31 de mayo, entraría el agua hasta la seis de la tarde”, dice sin dejar de mirar la cisterna.

Todos los vecinos que pasan le hacen la misma pregunta. “¿Rey, ya entró el agua?”. El viejo responde con voz cansina: “Todavía, pero seguro que ahorita entra”, confía el improvisado guardián del agua.

Los vecinos no disimulan su malestar y se desahogan insultando a la gestión gubernamental. “De pinga esta gente (el régimen). ¿Hasta cuándo vamos aguantar los cubanos la jodedera en que vivimos?”. Un maestro jubilado opina que “si se le hubiera dado el adecuado mantenimiento a las redes hidráulicas, esas roturas no hubieran sucedido”.

La prensa oficial intenta ser optimista. Como siempre. Habla del “esfuerzo de los trabajadores de Aguas de La Habana, que se encuentran trabajando veinticuatro horas diarias para reparar las roturas”.

Y vende humo. “Luego de los trabajos de reparaciones, mejorará considerablemente la presión de agua a distribuir en la ciudad”, dice un locutor radial con voz de tenor. Pero la gente de a pie es escéptica.

“Cuando el gobierno quita algo, échale guindas al pavo. Nos quitaron una libra de arroz por persona, para donársela a Vietnam durante la guerra. Hace 42 años la guerra en Vietnam terminó y ahora los vietnamitas nos donan arroz. El gobierno nunca repuso la libra de arroz que nos quitó. Así es con todo, al pueblo lo llevan de la mano y corriendo. Sé de buena tinta, que por la escasez de combustible y la sequía, van a extender el ciclo del agua a tres día en la capital”, expresa enojado un señor, quien asegura tener un amigo en Aguas de La Habana.

Los rumores pesimistas se disparan. Unos más catastróficos que otros. Pero pocos traen buenas noticias. Emilio, santiaguero de visita en La Habana, afirma: “Nagüe, allá en Santiago estamos peor. El agua en el centro de la ciudad es cada ocho días y en las afueras cada treinta o cuarenta. No nos ha quedado más remedio que aprender a bañarnos con medio cubo de agua y andar con ropa empercudida, pues se lavan cada dos semanas”.

Juan Manuel, ingeniero hidráulico, explica que “el problema del agua en La Habana es bastante complejo. Por redes nuevas se han sustituido 748.6 kilómetros de tuberías viejas. La empresa repara un tramo, pero entonces la presión de agua avería un tramo que aún no ha sido reparado. A ello se suma que la calidad del trabajo no siempre es la mejor. Y entre el atraso tecnológico y los años que llevan esas redes sin mantenimiento complican las cosas. Es como arar en el mar”.

Una especialista de redes y alcantarillado considera que la “voluntad del gobierno es mejorar la calidad del agua y sus redes conductoras. Pero durante décadas no se realizaron labores de mantenimiento. El 60% del agua que se distribuía en la capital se perdía. Ahora esa cifra se ha reducido hasta un veinte por ciento. Un faena compleja que necesita millones de dólares y el Estado no tiene dinero”

En los últimos siete años, Kuwait y Arabia Saudita, en conjunto, han donado alrededor de 50 millones de dólares. “Pero es insuficiente. Recuerda que el problema de obsolescencia tecnológica en redes y alcantarillados no es solo en La Habana. Es en todo el país. Por supuesto que el único culpable es el gobierno que en momentos de bonanzas, no le dedicó los recursos necesarios. En estos momentos, con la crisis económica, la caída en la entrega de petróleo venezolano y la sequía se hace más difícil solucionar el problema”, apunta la especialista y añade:

“Lo ideal es transformar la actual estrategia del agua. Implementar métodos de reciclaje renovables y sostenibles de aguas negras y agua corriente. Construir un nuevo acueducto para desalinizar el agua de mar y ampliar las capacidades de los actuales”.

En La Habana funcionan varias conductoras. Las principales son el Acueducto de Albear, inaugurado en 1893, la Conductora Sur y El Gato. Pero debido al deterioro en diversos tramos de la redes, las roturas son frecuentes.

El suministro del agua en la ciudad varía de una zona a otra. Algunos barrios reciben agua todos los días en determinados horarios. Otros, la mayoría, en días alternos. Y en diferentes barriadas de las afueras, el abasto es de tres o cuatro días.

El déficit del preciado líquido provoca que los habaneros aumenten sus capacidades de almacenamiento en depósitos construidos sin respetar especificidades técnicas, garantizar su potabilidad o debidamente protegidos para no convertirse en focos de propagación del mosquito Aedes Aegypti, difusor del dengue y chikungunya.

“Si se alarga el ciclo del agua en La Habana, aumentarán los depósitos sin la protección adecuada y acrecentará el peligro de que enfermedades trasmitidas por insectos y roedores se multipliquen. A mayor suciedad y reservorios de agua contaminados, se le allana el camino a las epidemias”, subraya una funcionaria de Higiene y Epidemiología.

Pero la mayor preocupación de familias como la de José, su esposa y tres hijos, es tener agua suficiente para darse una ducha y poder descargar el baño. “De madre tener que bañarse con estos calores con medio cubo de agua y no poder descargar el inodoro”, confiesa José.

Hay municipios en situaciones peores. Regla, jubilada que reside en una habitación destartalada en un solar de la Habana Vieja, al igual que 170 mil núcleos familiares capitalinos, hace años que no reciben agua potable en sus casas. “Le pago cien pesos a un aguatero para que me llene dos tanques de 55 galones que tengo en el cuarto. El agua me suele durar una semana. Pero con esta crisis del agua, el hombre subió a 160 pesos. Y yo solo cobró una chequera de 200 pesos”.

El precio de los camiones cisternas también se ha disparado. “Cuando no existen problemas de abasto, una pipa de agua cuesta 30 cuc, ahora tienes que pagar 40 o 50 cuc. Incluso, con el dinero en la mano, no la encuentras”, comenta el dueño de una cafetería de comida criolla.

Dueños de negocios gastronómicos han tenido que cerrar en determinadas horas debido al déficit de agua. “Espero que se resuelva pronto, pues las ventas han aumentado en un 200%, ya que mucha gente prefiere comer en la calle para ahorrar agua en sus casas”, dice el cuentapropista.

Según la prensa estatal, el jueves 1 de junio se normalizaría la distribución del agua. Pero un segmento amplio de habaneros desconfía. “Nos han mentido tantas veces, que cuando dicen la verdad siempre queda la duda”, dice Reinaldo, el vecino de la Víbora que desde temprano en la mañana espera la llegada del agua al lado de la cisterna.

Precisamente para el 1 de junio, el régimen anunciaba una sesión extraordinaria de la Asamblea del Poder Popular. Los cubanos de a pie sospechan que vendrán más recortes económicos y se verán obligados abrir un nuevo agujero al cinturón de las penurias. Otro más.

Iván García

Foto: Tomada de Havana Times.

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