Desde La Habana

Servicios secretos cubanos: palos y guante blanco

El problema es la calle. El General Raúl Castro no va permitir una primavera árabe en Cuba. Hará lo que tenga que hacer para detener a los opositores indignados. Quiere aislar el posible cortocircuito que puede armarle una protesta callejera.

La isla es caldo de cultivo para la ira popular. La erosión lógica de 52 años de gobierno ineficaz, con un manojo de regulaciones absurdas en el plano político, migratorio y económico, incapaz de llevar a la mesa de forma estable carne, vegetales, frutas, viandas y un vaso de leche, a precios asequibles, provoca disgustos en la población de la Cuba profunda.

Y convierte las calles de ciertos barrios pobres, marginales y mayoritariamente negros, como San Leopoldo, Los Quemados, Palo Cagao, Zamora, Pocitos, Belén, Colón, Jesús María, Carraguao o Atarés en una auténtica bomba de relojería.

Una sensible lija de fósforo (cerilla). Que al menor roce puede incendiarse. Si se analiza la política que lleva a cabo la inteligencia para desmontar, amedrentar y acallar a los disidentes callejeros, vemos una escalada de violencia preocupante en las últimas semanas.

Además de golpizas y ofensas verbales, utilizan a los medios alternativos oficiales para inflamar la ira de sus partidarios. Es reprobable la movilización orquestada por blogueros gubernamentales en su etiqueta ‘Twitter #y no saldrán a la calle’.

Siempre ha sido un negocio rentable para los hermanos Castro polarizar la sociedad. Ningunear a los que piensan diferente. El discurso gastado de acusar a la disidencia de ‘vendepatria, mercenaria y anexionista’ es caduco y pueril.

Patria no es sinónimo de socialismo o Fidel Castro. Mercenarios, según los estatutos de las Naciones Unidas, son aquellas personas foráneas que mediante dinero están al servicio de un gobierno extranjero.

No es el caso. Todos los disidentes callejeros son nacidos en Cuba. Incluso la acusación del régimen, de que se lanzan a la calle por dinero, no es compatible con el mercenarismo.

En todo caso se podrían llamar ‘asalariados’. Pero me pregunto, ¿qué persona sensata se arriesgaría a recibir golpes y prisión por 30 pesos convertibles, como alegan medios gubernamentales?

Una de dos: o son locos o están desesperados. Además, es risible la teoría que toda la oposición se vende por un puñado de dólares. ¿No hay nadie honrado que disienta por ideales?

Nunca la Seguridad del Estado ha ocupado armas o C-4 a un opositor. Ni siquiera un petardo. Lo único que han requisado han sido ordenadores, teléfonos y libros. Entonces, son pacíficos. Y tienen derecho a protestar públicamente para mostrar su rechazo al gobierno.

Hablar de anexionismo en pleno siglo 21 mueve a risa. El anexionismo fue una corriente del siglo 19, por cierto, abrazada por muchos de los próceres de la independencia cubana.

Nadie en sus cabales pretende rifar a su patria ni cederla a ninguna potencia extranjera. Es pura cortina de humo de los medios castristas para desacreditar a quienes se les oponen.

Si alguien se ha aliado de manera peligrosa, casi anexionista, ha sido el propio Fidel Castro. Hasta 1992, en la Constitución de la República apareció un artículo que recogía la alianza de Cuba con la URSS.

La isla tuvo bases militares rusas como el centro de estudios  número 11. O la finca Lourdes, de espionaje electrónico. Y nadie alzó la voz en el parlamento cubano para denunciarlo.

Sí, es verdad, fue repudiable la Enmienda Platt y la concesión de tener en territorio nacional una base militar en Guantánamo. Pero la intelectualidad y políticos de la época manifestaron su descontento en todos los foros, incluido el congreso.

A partir de 1959, las ordenanzas de Castro no se podían, ni se pueden cuestionar. Son leyes divinas. Sacras. Absolutas. Con sus defectos, la disidencia es un espejo de la sociedad actual y los males que padece la jerarquía gobernante.

Hay un sector de la oposición, bananera, corrupta y acomodada. También hay opositores honestos y con proyectos  de diálogo y futuro. Las discrepancias generacionales y el trato violento o permisivo a los diferentes sectores disidentes, ha sido un arma efectiva utilizada por los servicios especiales para mantener dividida a la oposición.

Últimamente se ha evidenciado cierto racismo académico entre algunos disidentes de nuevo cuño. Pero no en todos. Existen ciudadanos valiosos y con talento en el espectro opositor. No importa si tienen 30 o 70 años. La edad no es determinante.

De lo que se trata es de no dejarse arrastrar por el ego y el protagonismo excesivos. Hacer causa común debiese ser la meta. La estrategia del palo y la zanahoria que viene siguiendo la Seguridad del Estado es netamente defensiva.

Por un lado, dejan hacer reuniones, debates e incluso impartir cursos a determinados grupos contestatarios y, por otro, utilizan a los paramilitares para linchamientos verbales y golpizas contra los que disientan en las calles. Ellos sabrán por qué siguen esas tácticas.

Los opositores, periodistas independientes y blogueros alternativos, deben obviar presuntas teorías de conspiración o aparentes montajes de los servicios secretos. No tienen argumentos probatorios en sus manos. Ni son adivinos.

Los que se oponen públicamente a los Castro, ya sea desde un blog, web, partido opositor o gritando en las calles, sea cual sea su tendencia, no son los enemigos.

Los enemigos son los corruptos procreados por el propio régimen y los clanes surgidos tras 52 años de poder totalitario.

Iván García

Ver: Video del enfrentamiento entre opositores y leales al régimen, el 24 de septiembre, en Río Verde, reparto en las afueras de La Habana. Y leer: Caso Tomakjian mueve apellidos del castrismo en un reajuste de poder.

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