Desde La Habana

“Se acabó la diversión, llegó el comandante Obama y mandó a parar”

“Se acabó la diversión, llegó el comandante Obama y mandó a parar”

“Se acabó la diversión, llegó el comandante Obama y mandó a parar”

A las seis de la tarde, el parque wifi contiguo al Estadio Latinoamericano, en la barriada del Cerro, con sus bancos repletos de internautas y decenas de personas sentados en el suelo, era un locutorio a cielo abierto de quejas y nuevas estrategias a la política migratoria conjunta de Washintong y La Habana.

Entre palabrotas y resignación, poco más de medio centenar de habaneros comentaban la mala noticia para aquéllos que preparan las maletas para emigrar de manera irregular rumbo a Estados Unidos.

“Tiene que haber una forma. Si todavía se mantiene en pie la Ley de Ajuste, te aseguro que tiene que haber una manera de entrar a la Yuma. Nunca pensé que Obama se fuera a poner tan trágico. Qué clase de tipo”, en voz alta una joven lecía a un pariente en Miami.

Un señor canoso, quizás pasado de tragos, que vendía caramelos y bolsas de rositas de maíz, con ironía parafraseaba la canción de Carlos Puebla: “Se acabó la diversión, llegó el comandante Obama y mandó a parar”, ante la mirada enfadada de algunas de personas que vieron como a golpe de decreto se cancelaba su sueño americano.

“De truco, men. Vendí mi casa y el auto y estaba a punto de iniciar un viaje a Guatemala para luego cruzar la frontera con México y entrar a Estados Unidos por la frontera de Tapachula. Ahora, sin casa ni carro no me queda otra que probar suerte por otra vía. A las buenas o las malas”, comenta José Antonio, después de conversar por IMO con un amigo residente en Nueva Orleans.

Cuatro hombres sentados en una cafetería, desde diferentes perspectivas analizan la bomba noticiosa del jueves 12 de enero. “Estas nuevas regulaciones migratorias de Obama son una mariconada. Una manera de hacerle el juego al gobierno”, piensa uno de ellos.

Otro le riposta: “Men, ya esta medida se caía de la mata. ¿Pero por qué toda las culpa la tiene Obama? ¿Qué volá, por qué nadie menciona a este gobierno de mierda que nos tiene la vida echa un yogurt?”.

Sin ponerse de acuerdo, todos coinciden que mientras se mantengan en pie la Ley de Ajuste Cuban, siempre habrá una posibilidad. “El problema sigue siendo llegar a la Yuma. ¿Después quién puede demostrar la fecha que uno entró? Quizás los viajes se encarezcan. Pero tenemos una opción que no tiene el resto de los latinoamericanos”, enfatiza el hombre mayor del grupo.

Hasta la cinco y media de la tarde de ayer, Barack Obama era el presidente estadounidense más popular en Cuba. Ahora, para muchos, no tanto. “El negro la bateó de fao. Metió la pata. Le ha jodido el único camino libre que teníamos muchos cubanos”, señala Gerald, sentado en el portal de su casa en el barrio de Carraguao.

Por esta vez, se han puesto de acuerdo facciones tan dispares como congresistas cubanoamericanos, un sector conservador del exilio y mandarines de la añeja autocracia militar en la Isla.

Hace dos meses, en un encuentro en la Casa Bacardí de la Universidad de la Florida, el congresista Carlos Curbelo recordaba “que decididamente algo había que hacer para aplicar correctamente la Ley de Ajuste Cubano. Muchos emigrados cubanos que llegan, se acogen a las ayudas, y luego violan el espíritu de la Ley”.

Es cierto. En su desesperación por buscar un mejor futuro, los cubanos que arriban a Estados Unidos se amparan bajo la sombrilla de la Ley de Ajuste, y a los pocos meses incumplen sus preceptos y viajan de vacaciones a Cuba.

Norge, licenciado en ciencias políticas, considera que “la letra de la Ley de Ajuste se está infringiendo. O se deroga o se hace cumplir. Con el nuevo panorama migratorio, no tiene mucho sentido tirarse al mar en una balsa. Con estas regulaciones se salva la vida de cientos de balseros que todos los años huyen hacia el Norte en embarcaciones precarias. Desde luego, que mientras Cuba no cambie las reglas de juego y continúe la dilatada crisis económica, la emigración continuará. Aunque tengo mis dudas si se detendría la sangría migratoria, porque aún está en pie la Ley de Ajuste y los cubanos diseñarán nuevos protocolos y planes”.

Carlos, sociólogo, piensa lo contrario. “Este año habrá una reducción significativa de emigrantes. En los últimos dos años rondaba los 45 mil anuales, creo que la cifra caerá a poco menos de 10 mil al año. Además de pagar más a los coyotes, el viaje es más riesgoso e inseguro. Corres el peligro que te atrapen en la frontera estadounidense y te devuelvan a Cuba. También disminuirá la fuga de médicos. En apariencias gana el gobierno. Pero es un regalo envenenado, pues ahora aumentará la tensión social cuando los descontentos no puedan marcharse”.

Tanto Norge como Carlos opinan que la dividida oposición local pudiera aprovechar esa coyuntura para canalizar el descontento y sumar adeptos a sus filas.
Para aumentar sus filas, la oposición tendría que hacer un giro de 180 grados en sus estrategias. Y, al menos de momento, la disidencia cubana apuesta más por proyectarse hacia el exterior, que por disuadir a sus vecinos del barrio.

Iván García

Foto: Primeros balseros cubanos llegados a Miami tras la muerte de Fidel Castro. Tomada de El Nuevo Herald.

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