Desde La Habana

Retrato con sombras

Frente a la mesa austera donde estaban sentados para hablar de los presos políticos el general Raúl Castro, el cardenal Jaime Ortega Alamino y otras dos personas, un obispo y una funcionaria del Partido Comunista, faltan varios cubanos.

Para mí, la foto gubernamental está trucada porque voy a ver siempre en esa escena la sombra de Orlando Zapata Tamayo.

Estarán, además, en la fotografía y en la atmósfera, el cuerpo castigado por el hambre y la sed del periodista Guillermo Fariñas que llevaba en esos momentos 80 días en huelga en un hospital. Laura Pollán, Berta Soler, Julia Núñez, otra sombra, la de Gloria Amaya (madre de tres prisioneros de conciencia) y docenas de Damas de Blanco, aparecen en mi imagen privada de la conversación.

Y comprendo también que en las carpetas rojas que tienen delante los cuatro personajes del retrato, menos visible, pero presente, debía estar la corriente de solidaridad que han recibido en los últimos meses los demócratas de la isla. Una fuerza que tiene su origen en Europa, en particular, en España. Por aquel continente cantan otros gallos. O no cantan y se quedan callados para ver por dónde sale el sol.

El diálogo entre la Iglesia y el Estado, el primero de ese talante en 51 años, de todas formas le ha dado un margen de esperanza a los hombres que amanecen hoy lunes otra vez entre las rejas de una de las 300 cárceles de Cuba. El mismo Guillermo Fariñas ha dicho que un enviado del Obispado le informó que esta semana se darán «pasos previos» sobre los presos enfermos y que, más adelante, habrá otra reunión «para hablar de liberaciones».

Se abre la posibilidad de que se salven las vidas de 26 hombres que están muy enfermos y la de Fariñas, que abandonaría su huelga si, efectivamente, liberan a sus compañeros.

Las Damas de Blanco reconocen y agradecen la gestión de la Iglesia porque lo más importante es la libertad y la salud de los presos. Es más difícil confiar en la buena voluntad del Gobierno. Un grupo que no quiere perder el poder y, en medio de una crisis descomunal, usa la intervención del cardenal para anular como interlocutores a sus adversarios.

La dictadura ha querido que Ortega se desempeñe como traductor de español-español para tratar de opacar a Orlando Zapata Tamayo, de rebajar el valor de las Damas de Blanco y de anular más de 20 años de trabajo de la oposición interna.

Pero es en vano. Los protagonistas verdaderos se ven claros en la foto oficial.

Raúl Rivero

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