Desde La Habana

Pícaros y panfletarios

La Resolución del Consejo de Derechos Humanos de la ONU de proponer la expulsión de Libia bajo el fuego de los cañones y las ametralladoras de fanáticos y mercenarios no es una noticia.

Es un gesto hipócrita y tardío. Tiene la contundencia artificial de una tormenta de arena organizada en un pasillo para esconder que sentaron a su mesa a Muamar Gadafi, un dictador con balcón a la calle, reconocido en el mundo por sus prácticas violentas y sus hopalandas.

No puede tener credibilidad un Consejo dedicado a examinar las violaciones de los derechos humanos que admita entre sus representantes a embajadores de países como Libia, Venezuela y Cuba.

Así es que sus documentos, letárgicos y densos, redactados lejos del hambre, la pobreza, la represión, los fuegos cruzados y las cárceles, constituyen una papelería sin base ni tierra firme. Son volantes destinados a garantizar los almuerzos y arrullar las siestas de un batallón de figurones. Unos expertos ladrones de cámara en los telediarios y de manchas de tinta en las páginas de los periódicos.

En esos sectores y en algunas zonas de la política hay condescendencia con los líderes folclóricos inclinados a actuar como payasos. Mucho mejor si son payasos ricos. No importa que, como Gadafi, lleven más de cuatro décadas con el pueblo libio secuestrado mediante un invento denominado socialismo personal.

A nadie le interesaba lo que pasaba dentro de ese país cuando Gadafi se declaró prosoviético o anticomunista, cuando era un líder del panislamismo o en el tiempo en que se hacía llamar el Ché Guevara árabe. La vida de los hombres y las mujeres de Libia, sus opiniones o sus aspiraciones, nunca han estado entre los asuntos importantes para los especialistas.

Lo que se recuerda son los espectáculos de su jefe espiritual durante las visitas al exterior. Por encima del trasiego de dólares de él y de su parentela, quedan en la memoria las 200 mujeres de su guardia amazónica que le sirven de escolta (lo mismo hacen volar un helicóptero que te matan de un manotazo), sus dobles (también con batilongos y lentes oscuros) y los carros blindados que le fabrica la Ford con mucho gusto.

La verdad es que la salida de Libia del Consejo de Derechos Humanos se recibe en algunos sitios como un entremés de la carpa donde ha actuado siempre Muamar Gadafi.

Así pasa, por ejemplo, entre los verdaderos demócratas de Venezuela y de Cuba porque los representantes de los dos gobiernos han advertido que esa decisión «establecería un peligroso precedente». Y ellos siguen allí.

Raúl Rivero

Foto: Gadafi con dos de sus escoltas femeninas.

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