Desde La Habana

Periodismo independiente: veteranía, valor y oficio

Periodismo independiente: veteranía, valor y oficio

Periodismo independiente: veteranía, valor y oficio

En la arrasada Unión Soviética se decía en la calle que el presentador de los noticieros de la televisión oficial comenzaba su intervención con estas palabras: “Muy buenas, camarada Brezhnev”. Era la expresión popular de la certeza de que los medios estatales se hacían para satisfacer a la nomenclatura y repetir las noticias y las opiniones que los poderosos imponían desde el Kremlin.

Pues bien, esa línea de trabajo está vigente en Cuba y para tratar de que funcione con la misma eficacia el castrismo persigue y acosa a los periodistas independientes, a los blogueros libres y le pone trampas, desvíos, desagües y yugos a internet.

Los jefes cubanos saben que esos brotes de libertad de prensa han roto la estructura imbatible que dominaba el espacio social en los países del socialismo real y que, por lo tanto, hay zonas de la población que se han liberado del poder de sus panfletos.

Ya no pueden tener cautivos a todos los cubanos, pero la mayoría marginada y sin recursos y otro por ciento que no quiere enterarse de nada, por miedo o por conveniencia, siguen convencidos de que lo que cuentan los sirvientes de la propaganda es la realidad.

Para reforzar la gestión de los medios tradicionales el castrismo ha invertido gran cantidad de recursos para crear una escuadra disciplinada de blogueros, una pandilla de escribidores controlados desde los despachos del Partido Comunista, que se esfuerzan por llevar a las redes el mismo mensaje ideológico.

Ellos tienen también la misión de atacar a los autores de blogs independientes, de amenazarlos y de tratar de disminuirlos como seres humanos para que su visión soberana de la vida en Cuba pierda credibilidad.

Es una batalla desigual y a favor de los que usan el dinero de los cubanos para describir un país que no existe fuera de la papelería de sus diarios y revistas y de las pantallas de sus ordenadores.La guerra general contra la libertad de prensa tiene una arista mucho menos etérea que internet.

Hablo de la persecución, el acoso diario, las golpizas y el encarcelamiento de los periodistas independientes que comenzaron a escribir a finales del siglo pasado porque creyeron que la sociedad cubana necesitaba una voz libre que contara la existencia verdadera de los cubanos encubierta por la visión edulcorada que dictaban y dictan los ancianos de la Sierra Maestra, sus descendientes y sus empleados.

Entre las decenas de comunicadores y blogueros que escriben hoy bajo el fragor del fuego del castrismo me gusta recordar a menudo el trabajo de un grupo de fundadores en el que algunos, como Jorge Olivera, Luis Cino, Iván García, Juan González Febles y Tania Díaz Castro, llevan más de 20 años con la policía en sus ventanas y sus patios y continúan con la descripción honesta y profesional del país que ven todos los días de sus vidas.

Raúl Rivero
El Nuevo Herald, 25 de febrero de 2017.

Foto: Jorge Olivera Castillo (La Habana, 8 de septiembre de 1961). Durante diez años (1983-1993) trabajó como editor de la televisión cubana. Posteriormente se convierte en opositor, primero como sindicalista independiente y después como periodista independiente de la agencia Habana Press. Era director de Habana Press cuando el 18 de marzo de 2003 fue arrestado y condenado a 18 años de privación de libertad. Por razones de salud, a los 22 de meses le concedieron una licencia extrapenal. Como periodista independiente ha publicado artículos en medios de Estados Unidos, Europa y América Latina. En 2009 la Universidad de Harvard le otorgó una beca como parte del programa Writers at Risk y la cual pudo cumplimentar en 2016 por el permiso que, por una única vez, le concedió el régimen castrista. Actualmente preside el Club de Escritores Independientes de Cuba, fundado en mayo de 2007. Después de su salida de la cárcel, se volcó en la literatura. Ha publicado los poemarios Confesiones antes del crepúsculo (Miami, 2005), En cuerpo y alma (Praga, 2008), Cenizas alumbradas (Varsovia, 2010), Sobrevivir en la boca del lobo (Madrid, 2012), Tatuajes en la memoria (Praga, 2013) y Quemar las naves (Miami, 2016). También es autor de los cuentos Huésped del infierno (Cádiz, 2007) y Antes que amanezca y otros relatos (Buenos Aires, 2010). Una parte de su obra se ha traducido al checo, polaco, inglés, italiano y francés. Tomada del blog Cruzar las alambradas.

Salir de la versión móvil