Desde La Habana

Penumbras y porvenir en Cuba

Penumbras y porvenir en Cuba

Hay una broma cubana que quiere ser simpática y aguda, pero es hiriente. Es una escena siniestra que retrata las oscuridades del presente y las sombras del futuro. Se trata del supuesto diálogo con un niño al que se le pregunta cuál es su vocación real y a qué querría dedicar su vida cuando crezca y sea un hombre trabajador y responsable en la Isla. El muchacho responde inmediatamente que en su madurez le gustaría ser en Cuba un extranjero.

El chiste tiene que ver con la situación privilegiada que viven los turistas y otras personas que llegan a la geografía criolla procedentes de otros países, si se compara con el devenir diario de los llamados nacionales, un comodín arbitrario y que ni quiera es la última carta de la baraja. Su figura se utiliza como un relleno que no aparece en el juego y no tiene trascendencia en en los tapetes de la mesas.

Los hombres y mujeres de la calle viven bajo un frenazo latente que no sólo les cierra las alternativas de acceder al universo material, desde casas, hoteles, buenos restaurantes y sitios de esparcimiento. Lo que es peor, les aniquila o les deja en breves y amargas pesadillas, la entelequia, la ficción, el ensueño de verse de pronto en cualquiera de aquellos lugares donde no hay, ni habrá nunca una silla, una mesa y una cama para ellos. Ni una tarjeta entre la vajilla con sus nombres y sus apellidos.

Con salarios de alrededor de 25 dólares, la mayoría de los cubanos no tienen cómo degustar una buena cena en los paladares, bares y otros establecimientos que ahora se han abierto en Cuba para las carteras bien provistas de los turistas. Tampoco se puede comenzar a ahorrar para comprar una casa porque la familia entera tendría que vivir y trabajar tres o cuatro vidas para comenzar a rozar los precios de una residencia

decorosa, sin lujos, sin piscina y sin obras de arte en las paredes como las destinadas al grupo de poder que, por la esencia del socialismo, en vez de socializar la riqueza, ha socializado la pobreza.

Es un país con un gran muro. Un muro invisible, pero palpable, implacable y cierto porque no son los ladrillos ni una pared descomunal lo que impide a la gran mayoría de los cubanos llegar a la zona favorecida.

Es un tabique que se instrumenta en silencio en la estructura de la sociedad, por la crueldad y la torpeza de un sistema, que cierra las puertas sin llavín y deja a la gente en los portales y las calles, en los bateyes y las sabanas en un desamparo sin fecha y sin esperanza.

Raúl Rivero

Blog de la FNCA

Foto: Tomada de Cubanet.

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