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«O resuelves tus líos o das el culo»

Roger se creía un delincuente de respeto. Un tipo de navaja alegre que a la primera de cambio se liaba a puños con cualquiera. Andaba siempre con una banda de ‘aseres’ (socios) con pinta de pandilleros callejeros.

Vestían como los negros del Brown. Y no se lo pensaban dos veces para asaltar a un turista, arrebatarles del cuello cadenas de oro a mujeres ingenuas, o romper una puerta con una ganzúa y cargar con los artículos de valor.

Estaba seguro ser un hombre duro y de éxito en el mundo marginal. Pero todo cambió cuando Roger cayó en el ‘tanque’ (prisión). A los 19 años tuvo su primera y única experiencia carcelaria.

Y la pasó mal.  Una mañana lluviosa, mientras lo trasladaban a una prisión de máxima seguridad en el oriente cubano, juró abrir de arriba abajo como una res, al primer presidiario que intentara probar fuerza.

Mulato alto y apuesto, despertó lujuria entre los sodomita sin mujeres que estaban tras las rejas hacía dos décadas. No conocía a nadie. En su galera, tres negros robustos eran los jefes de celda.

Allí todo se negociaba. Desde el azúcar prieta, la comida, los cigarros, revistas pornográficas, el juego, hasta el agua de bañarse. En la primera semana tuvo un par de riñas donde salió mal parado.

A la hora de comer, la ración era mínima. Uno de los ‘mandantes’ (jefe) de la galera lo desnudaba con la vista. Una noche después del recuento, sin saber por qué, unos reclusos le propinaron una feroz paliza. Un miedo animal se apoderó de Roger. .

Quiso pactar una tregua con el ‘mandante’. “Yo te puedo proteger ‘caramelo’ (belleza), conseguirte buena ‘jama’ (comida) y cuidarte como si fueras mi hijo, pero me pregunto que tú me darás a cambio”, le espetó con lascivia el jefe de galera.

“Yo no soy maricón. Al que lo intente lo rajo”, tiró un farol (alardeó) sin mucho énfasis. El viejo presidiario rió sin quitarle la vista y le dijo: “Eso lo veremos, chama”.

Sin un arma blanca y ningún socio para hacer frente a la banda de truhanes que dirigían la galera, Roger habló con un guardia del penal para que lo cambiaran de celda.

Poco caso le hicieron. “Tú no eras guapo (valiente), entonces arréglatelas como puedas. La prisión está abarrotada. Así que o resuelves tus líos o das el culo”, fue la respuesta del guardia.

El asedio sexual a Roger se acrecentó. Cierto día despertó con su cuerpo repleto de semen. A la hora del baño o cuando estaba en su litera los sodomitas se masturbaban abiertamente.

Desesperado, Roger optó por automutilarse. Se inyectó petróleo en una pierna y fue remitido al hospital de la prisión. Cuando intentaban regresarlo a su galera, volvía a herirse o atentar contra su vida.
Entre el asedio sexual de algunos reclusos, el pánico, los maltratos físicos y verbales de los guardias y la poca y mala comida, Roger decidió poner punto final a su tragedia personal. Una madrugada de verano se colgó de los barrotes con una cuerda hecha de sábanas. Había escapado del acoso.

Iván García

Sobre admin

Periodista oficial primero (1974-94) e independiente a partir de 1995. Desde noviembre de 2003 vive en Lucerna, Suiza. Todos los días, a primera hora, lee la prensa online. No se pierde los telediarios ni las grandes coberturas informativas por TVE, CNN International y BBC World. Se mantiene al tanto de la actualidad suiza a través de Swissinfo, el canal SF-1 y la Radio Svizzera, que trasmite en italiano las 24 horas. Le gusta escuchar música cubana, brasileña y americana. Lo último leído han sido los dos libros de Barack Obama. Email: taniaquintero3@hotmail.com

2 comentarios

  1. ñó, ta duro, duro, duro el artículo!

  2. Al inicio del segundo párrafo, en vez de Brown es Bronx, el famoso barrio de Nueva York. O sea lo correcto es: «Vestían como los negros del Bronx». Quien se dio cuenta de la errata fue Regina, la traductora, a quien aprovecho para en nombre de Iván y mío enviarle saludos y gracias por el interés que se toma en traducir los textos de Iván.

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