Desde La Habana

Madre cubana busca noticias de hijo desaparecido hace 8 años en España

En un viejo caserón  multifamiliar de la barriada del Vedado, a tiro de piedra del malecón habanero, reside Lilia Castañer, 64 años, mujer de hablar sosegado que desde hace 8 años ha perdido su sonrisa.

La última vez que supo de su único hijo, Omar Rivera Castañer, fue el 29 de marzo de 2003. El drama desgarrador que vive Lilia está cargado de despropósitos, desidia burocrática por parte de las autoridades españolas y sospechas de sucesos macabros.

Les cuento su historia. Omar Rivera nació el 16 de julio de 1970. Fue un deportista de campo y pista de mediano nivel. Se licenció en deporte y llevaba una vida rutinaria y tranquila.

“No bebía alcohol y nunca tuvo antecedentes por drogas. Lo suyo era escuchar música y ver la tele con su novia. Era un chico calmado. En 1994, a raíz de la crisis de los balseros, a mi hijo se le metió en la cabeza marcharse de Cuba”, cuenta su madre y repasa un álbum con fotos de Omar.

A fines de los 90, Rivera Castañer trabajaba de cocinero en un hotel cinco estrellas de La Habana. En el 2000 se enroló como utilero de un grupo musical que tenía previsto una gira por seis meses a España. Abandonó el conjunto y comenzó su vida de emigrante sin papeles. El típico ciudadano del Tercer Mundo que llega a España con la idea de trabajar duro para ayudar económicamente a su familia. Uno más.

Después de desandar por varias ciudades ibéricas recala en Alicante. Allí, en la Comunidad Valenciana, José Luis González Soñora, un compatriota, es su primera conexión. Soñora lo pone en contacto con Juan Ángel Sirvent Seguí, español copropietario de CELULIMP, empresa elaboradora de  aromatizantes.

Sirvent Seguí lo contrata por la ‘zurda’, en negro. Comienza a trabajar manejando un montacargas en los almacenes. Hablaba por teléfono una vez al mes con su madre y deseaba iniciar los trámites para legalizar su estancia en España.

Es entonces que la historia de Omar Rivera Castañer empieza a enredarse. Casi un culebrón. Después del 29 de marzo de 2003, Lilia no ha vuelto a hablar con su hijo. Tampoco ha tenido noticias verídicas sobre su paradero.

Luego de varios meses sin saber de Omar, su madre se puso en contacto con familiares de José Luis, el cubano que le tendió una mano en Alicante. “Este José Luis, amigo íntimo de Sirvent Seguí, supuestamente era ayudante de albañil en un negocio que tenía Sirvent de compra y ventas de casas, y solía venir a Cuba todos los años. Después que mi hijo despareció, la vida de José Luis ha dado un vuelco espectacular. Logró sacar a su familia e incluso le compró una casa de 90 mil euros a su hermano en Alicante, además de pagarle 6 mil euros a una ciudadana española para que se casara con el hermano”.

En la cocina mínima de su casa, Lilia prepara café. Mientras lo toma, continúa charlando con su voz pausada y mirada triste. “En sus viajes a Cuba, José Luis me evitaba. Cuando hablaba conmigo nunca me miraba a los ojos. Me dio varias versiones. En una, aseguraba que mi hijo estaba en un centro de toxicomanía en el barrio de Los Ángeles, en Alicante. En otra ocasión me contó que lo había llevado personalmente a casa una amiga suya, después me dijo que Omar se había ido de esa casa y que la última vez que lo vio fue en una playa en Benidorm. Muchas incongruencias. Siempre le preguntaba por qué mi hijo no me llamaba o se ponía en contacto conmigo por correo. Ante mi insistencia, José Luis reaccionó de forma violenta, me agredió y me echó de la casa de su madre en La Habana”.

Con el español Juan Ángel Sirvent Seguí, más de lo mismo. Sirvent, quien estuvo casado hasta fecha reciente con una cubana llamada Zuzel y con la que tiene un hijo, también evadía las preguntas incisivas de Lilia Castañer.

“Para calmarme, Sirvent me pasó un correo contándome que había levantado una denuncia en una comisaría de la guardia civil. En mis pesquisas, supe que Sirvent había contado a familiares de Zuzel, su esposa, que había pillado a mi hijo en la cama con ella. También conocí que Zuzel tenía una relación amorosa con José Luis. Yo lo he intentado todo para tener noticias de Omar. He ido al Consulado de España en La Habana decenas de veces y nunca me han dado respuesta. En las oficinas del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, en 2008, una abogada me aseguró que mi hijo no aparecía en ningún centro de toxicomanía de España”, cuenta Lilia con la mirada perdida.

Sin un asesoramiento jurídico adecuado y una atención vaga por parte de los funcionarios del consulado español, Lilia ha contactado con diversas organizaciones no gubernamentales en España que se dedican a la búsqueda de personas desparecidas.

“Siempre la misma respuesta: nada. A principios de año, envié por fax una denuncia a la guardia civil de Alicante en el distrito 95. Emilio Garcia, el comisario, me prometió investigar. Pero todo marcha muy lentamente o no marcha. Mi instinto de madre me dice que a mi hijo lo asesinaron. Por asunto de faldas. O para traficar con sus órganos. Sospecho que José Luis González Soñora y Juan Ángel Sirvent Seguí ocultan muchas cosas. No entiendo por qué las autoridades españolas no pueden darme una respuesta definitiva. España no es Corea del Norte. Estoy desesperada. Sólo soy una madre que quiere saber qué le ha sucedido a mi hijo. El dolor me consume”, dice Lilia mientras llora en silencio.

Iván García

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