Desde La Habana

Llamadas perdidas

Para rebajar la tensión en el país, desviar las luces de los reflectores y ganar tiempo, que es la única buena cosecha de las dictaduras totalitarias, los gobernantes de Cuba le han pedido ayuda a Dios. O, por lo menos, a sus representantes oficiales en La Habana. Y ellos le han tendido la mano.

Así es que, desde hace dos semanas, las conversaciones entre la Iglesia y el Estado salieron a compartir el escenario de la Isla junto a las caminatas dominicales de las Damas de Blanco, la huelga de hambre del periodista Guillermo Fariñas, los informes diarios de las violaciones de los derechos humanos y la vida miserable y peligrosa que llevan en las cárceles 195 prisioneros políticos.

El diálogo, santificado con fotos y una nota de prensa en los medios de propaganda, creó una atmósfera de esperanza en los familiares de los presos porque, con mucha prudencia y palabras medidas mediante el uso de un instrumento leve , se llegó a hablar de liberaciones, traslados de los más enfermos a hospitales y acercamientos de algunos hombres a centros penitenciarios de las provincias donde residen.

Las Damas de Blanco recibieron con satisfacción las noticias de la presencia de la Iglesia como interlocutora de un gobierno que sólo habla delante de los espejos, aunque algunos ciertos sectores de la oposición interna consideraron, desde el primer momento, que la reacción de los carceleros sería mezquina.

Hasta el día de hoy se han realizado seis movimientos de prisioneros para acercarlos a sus lugares de origen. A uno de ellos, le dieron la bienvenida en su nuevo destino con una reclusión por tiempo indefinido en una celda de castigo.

Nada más. De las promesas soñadas o reales que se dejaron ver después de las conversaciones queda el recuerdo. Fue un sobresalto, una maniobra de entretenimiento porque todos siguen tan presos como antes. Un calabozo mide lo mismo en Pinar del Río que en Santa Clara. Los presos enfermos no se han movido de sus literas de cemento o de las salas de penados. Y no dejan de salir denuncias de malos tratos, penurias y humillaciones en la cordillera de cárceles que atraviesa el país.

Para echarle otra pala de tierra a la fantasía, esta semana la policía arrestó a 38 disidentes que pretendían reunirse en La Habana para examinar la situación de los presos y otros asuntos de actualidad, incluido el desastre de economía nacional y sus efectos en la ciudadanía.
Los esfuerzos se han hecho, pero los teléfonos de Dios no tienen cobertura para ciertas llamadas.

Raúl Rivero

Foto: Tracey Eaton

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