Desde La Habana

Las culpas no caen del cielo

Pago mi servicio social como egresada universitaria en un registro de la propiedad, una institución estatal perteneciente al Ministerio de Justicia, que se encarga de resguardar el tráfico jurídico inmobiliario.

Hace unos meses, al Ministerio llegó el último de cuatro anónimos, que acusaba de corruptos a los registradores y especialistas de Ciudad de la Habana. Se inició una investigación y se celebraron reuniones y entrevistas con los trabajadores.

El asunto, como era de esperar, llegó al plano político. Salió a relucir el enemigo eterno. El imperio (Estados Unidos) nuevamente atacando, ahora con anónimos, para dividir nuestras filas. Aquéllo parecía una indirecta directa. Mis superiores saben que soy periodista independiente.

En la isla, muchos de veras se creen que somos el ombligo del mundo, la manzana prohibida del país más poderoso del orbe. Y me surge una duda: ¿realmente los dirigentes cubanos creen que somos un tema prioritario en la agenda estadounidense? Incluso plantearon la idea de que “la mafia de Miami”, podría estar formando un nuevo registro de la propiedad, con certificaciones emitidas por  instituciones en Cuba.

En la investigación, preguntaron a los trabajadores cuáles eran las aéreas de mayor riesgo para propiciar la corrupción. Como siempre, la manía de no tocar el fondo del asunto. Las ilegalidades se acabarán en este país, cuando el trabajador no tenga necesidad de recurrir a la comisión de delitos para obtener ingresos y satisfacer sus necesidades individuales. ¿Será que el imperio también tiene la culpa de esto?

Como dice mi abuela, “las culpas nunca caen al suelo”. Si no existiera el «bloqueo» (embargo), otro gallo cantaría. Por eso en mi centro han robado cinco veces en tres años. Las dos últimas, después que cambiaron la marquetería de madera por la de aluminio. El ladrón poco a poco se fue llevando puertas y ventanas. Tal vez lo mandaron los yanquis, en su afán de destruir la revolución.

Lo cierto es que los platos rotos los pagamos los trabajadores. Malditos yanquis, por su culpa tenemos una jornada de ocho horas, sin almuerzo, un horario extendido, dos días a la semana (de 8:00 de la mañana a 7 de la noche), en las mismas condiciones. Y para protegernos de las agresiones, debemos cuidar los bienes estatales, porque son «de todo el pueblo».

“La responsabilidad es de todos, no es sólo pedir al Estado, también hay que darle”, afirmó la directora provincial de Justicia. Si no aparece una persona dispuesta a ocupar la plaza de custodio, comenzarán las guardias obreras.  ¿Esto también lo planifica el imperio?

Otra manía revolucionaria más: exigir sacrificios. No importan los problemas personales, hay que ofrendarse en pos del bien común. Lo malo del caso es que llevamos cincuenta años esperando los resultados.

De todo tiene la culpa el imperialismo. Él es responsable de anónimos sobre la corrupción, de ilegalidades, robos al Estado y las miserias que pasamos los cubanos. Todo es minuciosamente preparado en las entrañas del monstruo. El gobierno de Estados Unidos no duerme pensando en nosotros.

El día que la dirigencia histórica deje de buscar un culpable por sus errores en el enemigo eterno, vendrán los cambios a Cuba. Para ello, es necesario que dejen de verse como el ombligo del mundo y la manzana apetecible de Adán, y piensen más en las necesidades de los cubanos.

Laritza Diversent

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