Desde La Habana

La vitrina de la educación cubana tiene grietas

Cuando el 6 de septiembre más de dos millones de niños, jóvenes y adultos iniciaron el nuevo curso escolar en Cuba, para los padres empezó otro dolor de cabeza.

Los más pequeños van con mochilas cargadas con agua, panes, dulces y refrescos. E incluso comida. Parecen alpinistas. Como la merienda y almuerzo de los escolares de primaria casi siempre es un bodrio, los padres tienen que gastar una parte importante de sus salarios en comprarles alimentos para merendar.

Los que tienen moneda dura pueden darles un refrigerio fuerte. Pan con atún, jamón o bistec de puerco. Jugo natural o yogurt. Los que sí sufren son quienes no saben cómo van a llegar a fin de mes con sus salarios en pesos.

Carmen bien lo sabe. Es divorciada y madre de tres alumnos de 6, 9 y 12 años. “El padre es un sinvergüenza. Nunca se ha preocupado por sus hijos. El dinero no me alcanza. Cada día es un dilema. Les preparo pan con croquetas de claria (pez gato), que de tanto comerlas ya las aborrecen. Si tengo huevos, les hago una tortilla. Para beber, refresco instantáneo o agua con azúcar prieta. A veces no llevan nada”, cuenta la estresada Carmen.

El uniforme escolar es otro problema. Los diabólicos burócratas estatales han decidido otorgar un uniforme por niño cada dos años. Imagínense. Hay chicos que crecen de prisa y el uniforme no les sirve al curso siguiente. Esos padres tienen dos opciones. O compran uno en el mercado negro, a 5 pesos convertibles (6 dólares, la mitad del salario mínimo en Cuba) o van sin uniforme al colegio.

La otra gran queja de padres con hijos en escuelas primarias y secundarias, es la calidad de los maestros. Su formación suele ser pésima. Por lo general son jóvenes entre 16 y 20 años sin apenas conocimientos ni vocación por el magisterio.

Eso implica que algunas familias tengan que realizar un desembolso extra de dinero. Hay padres que optan por contratar maestros particulares. Y por 15 o 20 dólares mensuales consolidan el aprendizaje de sus hijos.

Los estudiantes de tecnológicos y preuniversitarios están un poco mejor, al tener profesores con más edad y experiencia. Además, ya no están becados en institutos lejos de sus casas, donde tenían que trabajar en la agricultura y la alimentación era precaria.

El nivel educacional en Cuba está por los suelos. Se ha deprimido de forma alarmante en los últimos años. Si lo dudan, pregúntenle a adolescentes y jóvenes sobre historia, política o cultura y se sorprenderán del alto grado de ignorancia existente. A esa ignorancia se suma el pobre e inadecuado uso de la lengua española.

Fidel Castro podrá seguir estando muy orgulloso de la educación cubana y su más de un millón de graduados universitarios. Es loable.

Pero vamos en picada. Muchos no quieren darse cuenta que a esa vitrina de la revolución hace rato comenzaron a aparecerle grietas.

Iván García

Foto: AFP

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