Desde La Habana

La intifada de OLP

El escritor Orlando Luis Pardo (OLP), 34 años, es como una caja con botones. Usted aprieta una tecla y salen a chorros las ideas. OLP está sobrado de talento. Ha publicado varios libros de cuentos. Tiene un par de blogs, de los mejores que se hacen en esta Cuba del siglo 21. Es fotógrafo de alto vuelo y hace unas semanas, asistí asombrado a un performance que OLP montó con uno de sus formidables poemas.

Es un tipo callado y en exceso paranoico. Como suele serlo cualquier persona que allá nacido en un régimen anormal, donde cualquier cosa es sospechosa y delictiva. Orlando Luis no recuerda el momento justo en que comenzó su intifada personal con la maquinaria siniestra del poder castrista.

Es probable que hubiera ocurrido cuando desaparecieron las croquetas de ‘averigua’ , que uno nunca sabía de que estaban confeccionadas. Tal vez aquella masa gris viscosa con unas  minúsculas bolitas de color rojo dentro, a finales de los años 80, haya sido el punto inicial de partida de su particular rebelión.

Porque Orlando Luis públicamente ha confesado que comía montones de las populares croquetas. Y al éstas desaparecer, junto al yogurt saborizado y las compotas rusas, en los años duros del período especial, pueden haber empezado las contradicciones serias de OLP con un régimen cerrado a cal y canto a criterios dispares.

En 1993, entre apagones de 16 horas diarias, masa cárnica y l picadillo de soya, Orlando escapó de la locura leyendo como un poseso y derramando su talento innegable en la  poesía y la prosa sobre un viejo modelo de factura de alguna empresa y en el que sólo se podía escribir por una cara.

Además del hambre real, OLP estaba más allá de los cojones de Papá Estado. Aún recuerda, cómo no, su primer blue jeans, y el día que probó la Coca Cola. Como quien trae un tesoro valioso, un marinero amigo de la familia se apareció con la lata de refresco envuelta en papel de regalo.

Toda la familia se sentó a celebrar el acontecimiento en torno a una vieja mesa, larga y rectangular, de caoba oscura. El padre, se dio el trago inicial. Después, fueron pasándosela y tomando un sorbo. Uno solo. Como algo sagrado, guardaron la lata con la Coca Cola dentro del  viejo refrigerador Philco. OLP recuerda que duró casi una semana: después de la comida, cada uno tomaba un sorbito.

Tanta miseria espiritual y material lo convirtió en un tipo descreído del socialismo real de Fidel Castro. Hoy es una de las mejores plumas entre los escritores jóvenes. cubanos. Con sus temores y sus dudas a cuestas, con el farolillo rojo de la paranoia siempre prendido, con desbordada imaginación OLP dispara sus misiles desde la barriada de su Lawton natal.

Él no sabe cómo cambiar el estado de cosas. Sólo quiere ser un hombre libre. Quedar bien consigo mismo. Ser feliz en las madrugadas cerradas y sin estrellas junto a su novia, mientras esperan el P-2 que los llevará a casa. Y créanme, lo está consiguiendo.

Iván García

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