Desde La Habana

La Habana sin agua, otro dolor de cabeza para el régimen

“Ni pagando 10 cuc (12 dólares) una familia conseguía una pipa (camión cisterna) para llenar cubos, tanques y recipientes”, dice Liudmila,  vecina de El Calvario, desolado villorio al sur de La Habana. Aunque en días posteriores, ha habido entregas de agua, las carencias continúan.

En la primera semana de enero, en El Calvario hubo 5 días seguidos sin agua. La falta de pipas para paliar la carencia de agua creó una situación muy tensa en la población. Lo mismo ha ocurrido en otras localidades, donde no han faltado las protestas.

La sequía que afecta a la capital cubana desde hace 7 años ha provocado un déficit de más de 328 mil metros cúbicos de agua. La dramática escasez ha traído consigo reducciones en la entrega del preciado líquido a 10 de los 15 municipios habaneros.
Si a la nefasta sequía se suma que un 60% del agua potable que se distribuye en la ciudad se pierde producto de roturas y salideros en las conductoras y, que 128 grandes centros laborales de la capital tienen un sobreconsumo que triplica sus necesidades, entonces además de grave, el problema  se torna complejo.

La explotación desmedida de las aguas superficiales y subterráneas ha provocado que diferentes puntos de abasto a la capital se encuentren colapsados o con cantidades de agua muy por debajo de sus capacidades.

De 2003 a la fecha, la media histórica de La Habana en etapas de lluvia alcanzó un 89%. Ha sido el período más seco en los últimos 49 años.

La dirección provincial de recursos hidráulicos en la capital ha activado el código rojo. Hace  cinco años, la empresa Aguas de La Habana, con financiamiento en moneda dura de una sociedad catalana, comenzó a restaurar las deterioradas redes de distribución, pero el trabajo ha sido lento e insuficiente.

Sólo se han reparado un 20% de las conductoras de la ciudad, que debido a su antigüedad y una falta de mantenimiento crónica, se encuentran severamente dañadas. Las roturas de tuberías y redes provocan a su vez que se estropeen las vías públicas, repletas de huecos, debido al agua que diariamente corre a raudales por las calles.

A ello se suma que el principal acueducto, el Albear, es del siglo 19 y fue diseñado para una población de 400 mil habitantes. Hoy La Habana es una urbe que supera los dos millones y medio de habitantes. La situación más crítica en el abasto de agua se presenta en los municipios Arroyo Naranjo, Habana Vieja y Centro Habana.

A finales de los 80 comenzó a funcionar la conductora El Gato, en las afueras de la ciudad. Pero entre la aguda sequía, la ausencia de reparaciones sistemáticas y la carencia de piezas de recambio,  funciona con menos de un 50% de su capacidad.

Para revertir la delicada situación, el Instituto de Recursos Hidráulicos pretende ejecutar con premura 14 inversiones para aliviar la crisis. Están valoradas en 7,5 millones pesos convertibles (unos 9 millones de dólares) e implica colocar 22 kilómetros de tuberías. Si a corto plazo no se realizan esas obras, para la primavera, el déficit del líquido vital alcanzaría 493 mil 640 metros cúbicos de agua.

En La Habana, más de 70 mil familias no tienen acceso directo al agua potable. Tienen que cagarla en cubos, tanques y otros recipientes. Al estar almacenada, se convierte en peligrosos focos del  mosquito Aedes Aegypti, trasmisor de enfermedades mortales como el dengue hemorrágico.

Debido a la escasez de agua en los barrios pobres, hay personas que cobran 100 pesos (5 dólares) por llenar un tanque de 55 galones. “Además de buscar dinero, me sirve como ejercicio”, dice Felipe,  fisiculturista dedicado al negocio de cargar agua.
Si en los próximos meses prosigue la poderosa sequía, el agua sigue despilfarrándose y no llega a los hogares y centros productivos, el gobierno del general Raúl Castro tendrá un nuevo dolor de cabeza. Otro más.

Iván García

Foto: Martha Beatriz Roque.

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