Desde La Habana

La Habana: debate sobre la democracia

Las estrechas callejuelas de La Habana antigua son un mercadillo fulgurante. Pasada las dos de la tarde, el sol de plomo no detiene a los expendedores de pacotillas, jineteras en su salsa y viejos músicos que intentan buscarse unos pesos convertibles amenizando el almuerzo de unos rollizos noruego.

Es una pasarela de pillos y supervivientes. En la calle Obispo, una fila de peatones apresurados desemboca hacia la Catedral. Van y vienen. Algunos miran las vidrieras, toman en sus manos la mercadería y al ver sus precios siderales lo devuelven al estante.

Un mulato pasado de peso jadea pedaleando un bicitaxi, entre tanques de basura, gente que camina deliberadamente por las calles y camiones mal aparcados. Se queja del calor, por tener que cargar a dos pasajeros que pesan casi 200 kilos -aunque no lo dice- y de las normas desatinadas que le prohíben circular por muchas calles de la parte vieja de la ciudad.

Al llegar al otrora Seminario de San Carlos parece que le va a dar un infarto. Cuando se entera que en esa edificación un puñado de intelectuales de diversas tendencias ideológicas debatirán sobre el futuro y democracia en Cuba, pone cara de circunstancia. “Soy vecino del lugar. Nunca he leído en el periódico que ahí en San Carlos se hablara de democracia”, dice. Son las contradicciones en la isla.

La prensa nacional no le dedica una línea a los encuentros que a cada rato se celebran en el antiguo Seminario, hoy Centro Cultural Félix Varela. Casi clandestinos, están auspiciados por la iglesia católica, sin la participación de personalidades oficiales, pero sin el acoso de los servicios especiales. Ni las vendettas verbales de piqueteros leales al sistema que te insultan o reclaman enardecidos una degollina con machetes.

Es una Cuba superpuesta dentro de otra. El palo y el diálogo. Muchos se preguntan si al final estos debates tienen una utilidad práctica. O son meros globos de ensayo, donde el gobierno toma nota del pensamiento liberal de algunos intelectuales cercanos a su órbita.

De cualquier manera, es loable la gestión del Arzobispado y la revista Espacio Laical, en la realización y discusión de ponencias sobre la Cuba que se nos viene encima. En el encuentro del lunes 10 de septiembre, a los participantes se les entregó una publicación que recoge algunos ensayos y análisis sobre el futuro de Cuba “Por un consenso para la democracia”.

Un auténtico ajiaco. Liberales, neocomunistas y exiliados como Jorge Domínguez exponen sus puntos de vista. Para quienes apuestan por la democracia en Cuba, estos intercambios de criterios son una fiesta.

El debate es respetuoso y sin descalificaciones. Los términos ‘mercenarios’ y ‘lacayos del imperio’ quedan descartados. Hubo ausencias notables. El empresario Carlos Saladrigas, un hombre con un itinerario político algo extravagante, que se mueve de la derecha conservadora al centro, quizás un poco corrido a la izquierda, por causas desconocidas no asistió.

Opositores históricos, como Vladimiro Roca, Elizardo Sánchez o Martha Beatriz Roque no suelen acudir a estos encuentros con invitación abierta. La disidencia de nueva hornada, al estilo de Antonio Rodiles o Eliécer Ávila, esta vez hicieron mutis.

De entre las más de 170 personas congregadas en la sala, solo concurrieron tres periodistas independientes y dos blogueros alternativos. Las oportunidades de debatir civilizadamente debieran ser mejor aprovechadas por la oposición.

En la primera parte, un panel integrado por el ex diplomático Carlos Alzugaray, Mayra Espina e Hiram Hermández, repasaron algunos de los temas abordados en la publicación de Espacio Laical.

Luego de la premiación del concurso Casa Cuba, donde Armando Chaguaceda, Félix Sautié y Pedro Campos ganaron sendas menciones, llegó lo bueno.

Un diálogo entre los asistentes y cinco académicos de diversas tendencias políticas y representantes de la iglesia. Carlos Manuel de Céspedes, Dimitri Prieto, Roberto Veiga, Julio César Guanche y Mario Castillo respondieron preguntas del auditorio.

Siempre deja un buen sabor de boca el clima tolerante que se vive en el viejo claustro. A pesar de que a pocos metros, un obeso y anonadado conductor de bicitaxi, confunda democracia con tres platos de comida.

Sería muy pretencioso pensar que estos encuentros permitirán erigir una Cuba inclusiva, abierta y democrática. Pero al menos se intenta.

Texto y foto: Iván García

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