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La Cumbre de Obama y Castro

Hubo dos Cumbres de las Américas. La que pasará a la historia es la de la foto de un Raúl Castro fascinado ante la presencia de Barack Obama, como el chico que espera a la salida de un hotel a una estrella de cine para pedirle un autógrafo.

Cuando se haga el recuento de la VII Cumbre (Panamá, 10 y 11 de abril de 2015) , los analistas recordarán los 48 minutos del discurso del general Castro y sus piropos al mandatario de la Casa Blanca. También, las palabras de Obama.

Y Cuba será recordada como lo que en 2015 era: una auténtica autocracia, donde los derechos humanos se limitan al derecho a la vida, el trabajo y la cobertura universal de salud y educación.

El resto de los derechos, según el régimen, es una patraña de la burguesía representativa. Elecciones presidenciales ¿para qué? No se necesitan varios partidos políticos, con uno basta. Los actos públicos en las calles y las universidades, solo para quienes apoyan el castrismo.

Raúl Castro tiene la capacidad de un contorsionista. Ha pasado de puntillas del gobierno caudillista y absoluto de Fidel Castro al de una sociedad que abre la puerta despacio, pero con el pie detrás.

El capital foráneo y las inversiones, únicamente para los extranjeros. En política exterior aparenta ser un país normal. Atrás quedó la etapa de las subvenciones a las guerrillas latinoamericanas o de crear en el hemisferio uno, dos, cien Vietnam.

Ahora eso forma parte de la biblia verde olivo de los recuerdos. Para los gritones y anarquistas de la izquierda jurásica se ofertan discursos de Fidel Castro y boinas del Che Guevara.

En las alcantarillas del poder, la estrategia es negociar con el enemigo, sustituir los uniformes militares por guayaberas blancas y aplazar la construcción de la utopía comunista por el capitalismo de Estado regentado por generales y coroneles reciclados.

Es un lavado de cara. Una dictadura moderna. Implacable con los que piensan diferente, sin sangre. Solamente algunas cabezas rotas, bofetones y detenciones breves a los que disienten.

El ying y el yang. Obama apuesta por un nuevo ciclo. Nada pierde de no alcanzar sus objetivos. El problema es Cuba. La Casa Blanca, pragmática, apuesta por negociar con Castro II.

No es una novedad. Han tenido trato con dictadores repugnantes como Somoza, Pinochet y Duvalier. Nada va a cambiar por abrirle el saco a otro más. La democracia puede esperar.

Pero a lo mejor un diluvio de dólares y de gringos mascando chicles por La Habana logran voltear el totalitarismo isleño. El cambio de estrategia de Obama puede ser la llave para mantener a raya a los seguidores del socialismo del siglo XXI.

En la Cumbre de Panamá se vio algo de eso. Maduro, Correa, Evo y Ortega pasaron a un segundo plano. Cuba, el padre ideológico, atemperó el otrora discurso bolivariano.

Está por ver si esa nueva política de Obama fracasa o logra sus objetivos. Pero es innegable que abre un camino distinto. Mientras tanto, Raúl Castro tiene su plan.

Cuando se mira al espejo se ve como el salvador de la revolución que heredó de su hermano. Su meta es que en enero de 2059, en un fastuoso desfile militar, sus familiares y compadres celebren cien años de dinastía castrista.

El proyecto maestro se pudiera resumir en negocios, control social y una política exterior moderna. A estas alturas, los ideólogos criollos miran más al difunto fundador de Singapur que a Deang Xiao Ping.

Manteniendo los viejos métodos, por supuesto. A los opositores más recalcitrantes retenerles su pasaporte o un escuadrón de karatecas camuflados como ‘sociedad civil’ hacer un sparring con ellos.

Descaradamente, Cuba exporta sus actos de repudio al extranjero. Con un chasquido de dedos, citan a fogosos anarquistas, convencidos de que al imperialismo y sus lacayos, ni un tantico así.

Enviados especiales del régimen reventaron los foros paralelos de la Cumbre donde tomaban parte disidentes cubanos. Una misión encomendada por su jefe. Una de las caras de Castro.

La otra, halagos a Obama, caviar para que los gurús de las nuevas tecnologías inviertan en Cuba y convencer al lobby estadounidense de que exportar alimentos a la Isla es un mercado atractivo.

La Cumbre tuvo mucho de circo, algo de pegada mediática y muy poco de logros efectivos. En medio del retroceso que se avecina para las economías de América Latina, el repunte económico de Estados Unidos seduce a la mayoría de los mandatarios de la región.

La Cuba de Castro es nostalgia y una válvula de escape a los sentimientos antiyanquis. Puro simbolismo. Muchos médicos e ideólogos, pero sus aportes no permiten despegar el PIB.
Obama lo sabe. Por eso apuesta por la estrategia de amaestrar al domador de los leones.

Iván García

Foto: Tomada de El Faro.

Sobre admin

Periodista oficial primero (1974-94) e independiente a partir de 1995. Desde noviembre de 2003 vive en Lucerna, Suiza. Todos los días, a primera hora, lee la prensa online. No se pierde los telediarios ni las grandes coberturas informativas por TVE, CNN International y BBC World. Se mantiene al tanto de la actualidad suiza a través de Swissinfo, el canal SF-1 y la Radio Svizzera, que trasmite en italiano las 24 horas. Le gusta escuchar música cubana, brasileña y americana. Lo último leído han sido los dos libros de Barack Obama. Email: taniaquintero3@hotmail.com

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