Desde La Habana

Kerline sola en Puerto Príncipe

La poeta haitiana Kerline Devise tiene que haber escrito su libro Mis cuerpos, Ediciones ZV (Lunáticas, París 2009), en una habitación con espejos en todas las paredes, en el techo y en las ventanas. Ella y el misterio de su anatomía -de las vísceras latentes a las temperaturas de la piel- son el tema único de sus versos sensuales, hechos para que se puedan leer como murmullos.

A mí me gustan esas confesiones de Kerline Devise (Puerto Príncipe, 1976), escritas con el impulso inicial de quien se propone decirlo todo y, en un momento, con un cambio del tiempo verbal y la sabiduría de un surrealismo recibido en ayunas, apaga la luz o deja caer un fuetazo que deslumbra.

Dense Bernhardt, autora del prefacio de Mis cuerpos, habla de un viaje al país del amor y aclara que el poemario necesita descodificación, «él es el instante, en la violencia de los sentidos exaltados donde la conciencia se fragmenta».

El escritor Juan Abreu cree que Kerline nos hace invitaciones al más antiguo de los viajes, el que realizamos a través de nuestros cuerpos y en el que se encuentran «inesperados paisajes, nuevos peligros, ardores, inmensidades atrapadas en una húmeda protuberancia; y descubrimos que el placer viene a ser algo así como la saliva de la muerte».

Abreu escribe en el prólogo de la colección de poemas que se trata de un libro que parece explorar el goce, pero que no abandona otras aproximaciones menos placenteras. «De esa dualidad», dice, «emana su atractivo. Como si la luz proyectada por el deseo sexual y sus aledaños, estuviera siempre poblada de sutiles bolsones de sombras».

Zoé Valdés tradujo los poemas al español, hizo la edición bilingüe y los publicó. El viernes me llegó de París un sobre con el cuaderno y estas líneas de la escritora cubana: «Te mando el libro de Kerline Devise. Ella se ha quedado sin nada, pero al menos con vida».

Y con su poesía, digo yo. Estos versos son suyos: «La tierra se encaprichaba con tu presencia/ Mi miedo fue derramado en el suelo/ Oía perros entrar en mi hambre/ Caminos, meditaciones».

Raúl Rivero

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