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Fracaso en el Clásico abre un debate sobre el futuro del béisbol cubano
Fracaso en el Clásico abre un debate sobre el futuro del béisbol cubano

Fracaso en el Clásico abre un debate sobre el futuro del béisbol cubano

Lo último que se pierde es la esperanza. Ni las cinco derrotas en topes de preparación de la selección nacional, ni las dos derrotas contra Japón en el IV Clásico Mundial y un equipo de jugadores estadounidenses camuflados con el nombre de Israel, o las victorias sin contundencia versus China y los canguros australianos quebró el optimismo de Remberto Brito, jubilado, un hombre al que le corre béisbol por la sangre.

El pasado miércoles 15 de marzo, antes de la seis de la mañana, taza humeante de café en mano, Brito estaba frente al anacrónico televisor de tubos catódicos analizando la previa del partido y esperando un milagro: la resurrección del equipo cubano contra los tulipanes holandeses.

La paliza fue humillante. Los bates holandeses tronaba como obuses y las líneas dirigidas hacia todos los ángulos del terreno convirtieron al estadio Tokyo Dome en un espectáculo de fuegos artificiales.

Cuando el juego estaba doce carreras por cero a favor de los europeos, Remberto apagó la tele y en el portal de una bodega en la sucia Calzada Diez de Octubre, junto a un grupo de fanáticos apesadumbrados, comenzaron a diseccionar las claves de un fracaso con antelación anunciado.

“Sí, es cierto, que éste es el peor equipo en la historia del béisbol cubano, pero siempre uno quiere creer que el coraje de nuestros peloteros y su entrega puede disimular la falta de talento”, señala Brito, quien escuchó por la radio el final del partido.

El juego terminó 14 carreras por una. Hay que remontarse a finales de los años 90 del siglo pasado, en una Copa Intercontinental en Barcelona, cuando en los torneos participaban solo jugadores amateurs y Cuba llegó a eslabonar una cadena de más de cien victorias, que la fortísima escuadra nacional cayó derrotada 11 por uno frente a un equipo de la liga empresarial japonesa.

La otra derrota vergonzosa fue en el primer Clásico, en 2006, frente al Puerto Rico de Iván Rodríguez y compañía que nos venció por abultado marcador. Pero hubo desquite y en un segundo partido un pitcher camagüeyano de nombre estrafalario, Vicyohandry Odelín, condujo a Cuba a la segunda ronda y ocupar el segundo escaño en el torneo.

El orgullo de los cubanos por el béisbol probablemente esté sobrevalorado. Desde la época de la República, en la Isla se disfrutaban las victorias contra las novenas de Grandes Ligas que se preparaban en Cuba, los triunfos en Series del Caribe y los campeonatos mundiales amateurs que se ganaban uno detrás del otro.

Sospechábamos en secreto que los inventores del béisbol, los estadounidenses, eran más grandes, robustos y metódicos, pero los peloteros cubanos y su juego agresivo, en la frontera con la violencia, velocidad en las bases y guapería, le plantaban cara a los gigantes del norte.

Antes de que Fidel Castro se hiciera con el poder, Cuba era lo que es hoy República Dominicana en la MLB (Major League Baseball). La propaganda verde olivo, le hizo creer a los cubanos que en materia beisbolera éramos el número uno del planeta.

Antes que a los profesionales se les autorizara a participar en torneos del orbe, muchos fanáticos locales así lo pensaban. Recuerden que en la Cuba de Castro se censuraban los juegos de Grandes Ligas y las hazañas de sus formidables peloteros.

Ni siquiera el éxito de cubanos como Atanasio Perez, Luis Tiant o Camilo Pascual era conocido por los amantes del béisbol, el único deporte que te permite discutir boberías, polemizar sobre estrategias o estadísticas sin perder el hilo del partido y olvidar que en la billetera solo portamos un puñado de pesos.

Antes de analizar las causas del retroceso cualitativo de la pelota, nuestro deporte nacional, debemos aclarar que el estrepitoso fracaso en el IV Clásico provocó una herida mortal al orgullo cubano.

Una frase que el ex presidente Barack Obama tomó prestada refiriéndose a Cuba, «no se puede seguir haciendo lo que no ha funcionado y esperar buenos resultados», encaja con exactitud en el tema beisbolero.

La caída en picada de la pelota cubana ha sido en cámara lenta. Después que la camada de preparadores que antaño fueron destacados jugadores profesionales, como Natilla Jiménez, Juan Ealo o Fermín Guerra, que formaron a cientos de jóvenes talentos gracias a su dominio de los fundamentos beisboleros, tras su muerte o jubilación la pelota comenzó a estancarse.

Los métodos de preparación y dirección se empantanaron al no tener intercambio con entrenadores estadounidenses, y al no difundirse en Cuba la metodología moderna de adiestramiento científico de pitcher y jugadores e ignorar las nuevas estructuras de pitcheo, nos fuimos quedando a la zaga.

Seguimos con el concepto de un pitcher abridor, casi héroe, que lanza nueve innings y es sustituido solo cuando entraba en problemas. Bateadores con swing desfasados y el bate de aluminio, que por un tiempo se utilizó en Cuba, liquidó al juego de robo de bases y otras estrategias ofensivas. Se vivía por y para conectar jonrones.

Luego llegó el éxodo de peloteros. Alrededor de mil en los últimos 25 años y más de 200 entre 2014 y 2016. Saltaban la cerca por diferentes motivos, sobre todo para ganar salarios de seis ceros, administrar sus finanzas y jugar en el mejor béisbol del mundo.

Se marchaban -y se marchan- desde jóvenes talentos como Joan Moncada, Lázaro Armenteros o Yusnier Díaz a estrellas consolidadas al estilo de Pito Abreu, Yoenis Céspedes y Aroldis Chapman.

¿Qué hacer? La respuesta del gobierno, que al igugal que en todas las facetas de la vida nacional controla también el deporte, fue lenta, previsible y disparatada. Comenzó a pagarles mil pesos, el equivalente de 40 dólares, y el Estado dejó de apropiarse del 80 por ciento del salario de un atleta que firmara en algún circuito profesional.

Pero fue tarde. El goteo de deserciones no se detuvo. El otro problema es la Serie Nacional. No tiene sentido gastar dos millones de dólares en un torneo que no eleva el nivel de los jugadores con mayor talento y en los últimos tres años apenas convoca a fanáticos a los partidos.

La solución es implementar una liga profesional donde puedan participar jugadores del Caribe y cubanos que juegan en ligas menores. Todo eso pasa por lograr un acuerdo con la MLB y que los dueños de equipos decidan abrir academias y recuperar los más de cien terrenos que se han perdido en el país.

Para elevar la calidad de la pelota cubana hay que gastar dinero. Y en un futuro integrar los equipos nacionales con jugadores de la MLB. No hay otra.

A la entrada del Tokyo Dome se pudiera situar una lápida que diga: Aquí yace lo que alguna vez fue el béisbol de Cuba.

Iván García
Diario Las Américas, 17 de marzo de 2017.

Foto: Tomada de la web de la emisora CMHW de Villa Clara.

Sobre admin

Periodista oficial primero (1974-94) e independiente a partir de 1995. Desde noviembre de 2003 vive en Lucerna, Suiza. Todos los días, a primera hora, lee la prensa online. No se pierde los telediarios ni las grandes coberturas informativas por TVE, CNN International y BBC World. Se mantiene al tanto de la actualidad suiza a través de Swissinfo, el canal SF-1 y la Radio Svizzera, que trasmite en italiano las 24 horas. Le gusta escuchar música cubana, brasileña y americana. Lo último leído han sido los dos libros de Barack Obama. Email: taniaquintero3@hotmail.com

Un comentario

  1. No siempre se gana… Hasta en La Historia de la Humanidad,
    los que han querido imponer una ideologia, similar a una Dictadura,
    también son borrados por la Historia…
    Decia la abuela Panchita; Nieta/o: No hay mal que dure cien años,
    ni cuerpo que lo resista. Cuba Libre y democrática es la opción.
    No al Fascismo, No a la dictadura!

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