Desde La Habana

Fidel Castro en todas partes

Fidel Castro en todas partes

En un bar estatal sucio y sin ventilación en la calzada Diez de Octubre, que vende a seis pesos (0.35 centavos de dólar) la jarra de cerveza dispensada, dos bocinas reproducen un recital de La Lupe.

En una mesa del fondo, Joel, con sus ojos vidriosos, apoya la espalda a una pared donde se puede leer el significado, según Fidel Castro, de la palabra revolución, grabado con pincel de punta fina y sin mucho arte.

Cuando usted le pregunta sus impresiones sobre el primer aniversario de la muerte de Fidel, Joel, que bebe más por vicio que por placer, muestra la típica sonrisa tonta de las personas a un paso de la ebriedad.

“Me la pusiste en China, men. Ni me acordaba del primer aniversario de la muerte de cara e’coco. La televisión y la radio están las veinticuatro horas con esa matraquilla, pero lo mío es trabajar duro y la curda. No tengo tiempo pa’esa muela. Que lo recuerdan los que creen en él. Brother, la vida no se detiene por muy grande que sea la persona que se haya muerto”, reseña el hombre, mientras se empina el resto de cerveza barata que queda en su jarra.

En Cuba la publicidad política está en todas partes. En los sitios más inesperados se leen frases de Fidel Castro. Da igual que sea un agromercado, un bar hediondo de baja estofa o en la Carretera Central.

Los promotores de la fe castrista trabajan a destajo. Han colmado de pinturas, fotos y loas a Castro todos los rincones de la Isla. No pocas veces su disparatada ubicación tiene ribetes de humor negro, cinismo o delirio tóxico.

A un costado de la antigua Prisión del Príncipe, donde comienza la Avenida de los Presidentes, en El Vedado, en murales y fachadas de edificios hay consignas castristas. En las noches, aprovechando la falta de iluminación pública en esa zona, exhibicionistas callejeros se masturban al paso de cualquier mujer.

“Es una epidemia. Los tiradores (masturbadores) en La Habana están que hacen olas. Hace poco un tipo estaba ‘disparando’ desde encima de un árbol, al lado de un cartel con la frase de Fidel ‘los cubanos debemos aprender a tirar, y tirar bien. Vaya coincidencia”, señala Camila, odontóloga.

Y es que a Fidel Castro, al igual que a José Martí, la propaganda del partido comunista lo utiliza para cualquier faceta de la vida. Ya sea un cártel de boxeo, simposio sobre huracanes o fórum de avicultores.

“Es tremenda la cantaleta sobre el hombre. En los entre inings de la pelota, cuelan un trecho de uno de sus discursos o imágenes de él jugando baloncesto o béisbol. La publicidad en los países capitalistas es abusiva, pero esta jornada por el primer aniversario del fallecimiento Fidel en los medios, todo el tiempo y a cualquier hora, es simplemente atosigante. Incluso aquellas personas que lo apreciaban llegan a rechazarlo”, señala Hernán, jubilado.

Carlos, sociólogo, cree que “la publicidad política debe ser manejada con tino, para que no haga el efecto contrario. Ha sucedido con Martí: debido a su uso excesivo, una parte considerable de las nuevas generaciones lo rechazan. Fidel fue un parteaguas, tiene muchos admiradores locales, pero también muchos detractores, aunque no lo expresen abiertamente. Consideran que es el culpable del actual desastre nacional. Con esta campaña laudatoria, donde todo es elogio y no se reseñan sus defectos, intentando venderlo como un tipo perfecto, lo que provocan es hartazgo”.

Los medios estatales, escasos de creatividad, han etiquetado al ex comandante en jefe como deportista mayor, ganadero y agricultor en jefe o resaltan su sapiencia en el arte de la guerra.

Si algo sobra en las librerías cubanas son textos sobre Fidel Castro. Nidia, empleada de una librería en la Habana Vieja, destaca “que los cubanos apenas compran los libros de Fidel. Los extranjeros, un poco. No tienen mucha salida”.

A un año de la desaparición del otrora máximo líder, la gente ha seguido en lo suyo. La prioridad es la misma: llevar comida a la mesa y ganar dinero suficiente para reparar sus precarias casas.

Los ciudadanos consideran que el despliegue informativo del Estado sobre la vida y obra del autócrata no les trae aparejado ningún beneficio. “Si cada 25 de noviembre dieran por la libreta una libra de carne de res por persona o una canasta de alimentos, tal vez lo recordarían con más intensidad. Pero la vida aquí se mantiene igual. Sin dinero, los mercados están pelaos y comer bien es un lujo”, dice Ángel, obrero, en la cola de la panadería.

La mayor preocupación de habaneros como Joel, bebedor consuetidunario, es que “por estos días de conmemoración prohíban la venta de ron o cerveza. La mejor manera de escapar de los problemas, que en este país son un montón, es andar borracho”.

Doce meses después de los funerales de Fidel Castro, Cuba sigue empantanada en su estacionaria crisis económica y planificar el futuro, más que una osadía, es un mal augurio. Dentro de tres meses Raúl, el otro Castro, ha dicho que se retira del poder. Pero la apatía en la Isla es tan profunda que ni siquiera ese tema interesa a la población.

La meta del cubano de a pie es llegar al día siguiente. Se vive hora a hora. A corto plazo. Las conmemoraciones y las campañas políticas son solo una música de fondo.

Iván García

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