Desde La Habana

¿En qué se han beneficiados los cubanos después del 17-D?

Sentado al timón de su remozado Impala descapotable de 1958, Eduardo Colón, taxista privado, escucha un recital de Adele en su reproductora, mientras espera a un matrimonio de estadounidenses en la afueras del Hotel Saratoga, muy cerca del Capitolio Nacional, en el corazón de La Habana.

La pareja llega al auto con la pinta de los turistas distendidos, sombreros de ala ancha, cámara de video en mano y antes de abordar el vetusto Chevrolet, se tiran un selfie con el auto de fondo.

Si alguien se ha beneficiado con los más de 100 mil estadounidenses que han visitado Cuba después del deshielo del 17 de diciembre, no les quepa duda que los taxistas particulares ocupan un lugar cimero.

“Económicamente hablando, las cosas después del día de San Lázaro (los 17 de diciembre se venera a uno de los santos más populares de Cuba) del año pasado me han ido mejor. Sobre todo con los yumas. Por un recorrido de un par de horas por la ciudad me pagan hasta 60 chavitos (65 dólares)”, señala Eduardo.

Los dueños de casas de alquiler y paladares de gama media y alta en las zonas habituales del tráfico turístico en la capital están ganando más dinero.

“Rento tres habitaciones a 30 cuc la noche. Y en 2015, de las 17 personas que me han alquilado, 11 eran estadounidenses. Cuando comience la arribazón, la infraestructura de hospedaje, gastronomía y transporte va a colapsar. A mí me va bien, pero reconozco que los mercados siguen desabastecidos y las llamadas telefónicas a Estados Unidos siguen siendo carísimas”, señala Elsa, dueña de una amplia casa.

Para Onilio, casi diez meses después de que los americanos pasaron de ser el enemigo número uno a vecinos del norte, el balance de cosas positivas es magro.

“Me dedico a la venta ilegal de tabacos a turistas. Se nota que hay más estadounidenses, que son más espléndidos y ayudan a mover el negocio clandestino de tabaco y ron. Pero tampoco es para tirar voladores”, señala un expendedor por los alrededores del Hotel Inglaterra.

Kirenia, jinetera, no cree que la afluencia de estadounidenses haya provocado un alza en los precios. “Siguen siendo los mismos: 50 o 60 fulas por una noche. Si el cliente tiene pinta de portar billetes se le puede pedir una tabla (cien dólares). Pero hasta ahora, los yumas que he visto, no vienen en la onda de ligar putas”.

Para la mayoría de los entrevistados, el panorama no ha cambiado demasiado. “Es más cascara que boniato. A los que tienen negocios en lugares céntricos con afluencia de extranjeros puede que las cosas les vaya mejor. Pero a los que vivimos lejos del centro de La Habana, la vida sigue igual”, expresa el propietario de un bar privado.

Yasmani sí ha notado beneficios. Tiene un bar que oferta tapas y renta cinco habitaciones con una vista espectacular del malecón habanero, a 35 pesos convertibles diarios.

“Mi negocio es con la Airbnb y casi siempre tengo clientes”, afirma. Los hoteles estatales, en su mayoría administrados por empresas militares, tampoco pueden quejarse. “Este año estamos de bote en bote (llenos), comenta Eusebio, carpetero de un hostal en la Habana Vieja.

En restaurantes como Los Nardos, en el kilómetro cero habanero, una sociedad mixta entre particulares y el Estado, resulta harto difícil reservar una mesa para la cena.

“Yo noto que hay mejores ventas. Aunque de momento eso no ha redundado en mi bolsillo. Sigo ganando 10 chavitos diarios, como siempre”, dice Joel, el portero.

Los que no han visto beneficios es esa mayoría de cubanos que no son dueños de nada. “Sigo ganando la misma mierda (550 pesos, alrededor de 23 dólares) que antes del 17 de diciembre. Y en la comida se sigue yendo casi todo el salario y cuando necesito una botella de aceite, tengo que ahorrar para poder comprar pesos convertibles y adquirirla en una shopping”, acota Manuel, mecánico de ómnibus.

Un segmento amplio de la población se queja del desabastecimiento de alimentos y de los precios por las nubes. “Nadie entiende que ahora que Cuba puede podemos comprar comida en Estados Unidos, los mercados estén vacios”, indica Rosa, ama de casa que merodea por los estantes de Ultra, una de las grandes tiendas por divisas de la capital.

Según un artículo reciente de Juan Almeida en Martí Noticias, en una pesquisa periodística realizada entre empresarios extranjeros radicados en Cuba, hay una estrategia silenciosa del régimen de reducir las compras de alimentos y mercaderías en Estados Unidos como forma de presionar al lobby de comercio estadounidense en pos de forzar una campaña más enérgica para derogar el embargo.

Casi diez meses después, en Cuba no se palpan demasiados beneficios tras el 17-D. La autocracia verde olivo sigue sin implementar una hoja de ruta que favorezca a los trabajadores privados, a quienes supuestamente van dirigidas las medidas de Obama.

La sinuosa política oficial despierta resquemor y desconfianza entre los cubanos de a pie. “Antes, el gobierno se la pasaba quejándose que no podíamos acceder a internet por culpa del bloqueo. Ahora empresas estadounidenses ofertan internet gratis para los cubanos y el Estado dice que ellos prefieren encargarse del asunto. Solo les interesa explotar a los cubanos con precios exagerados e impuestos abusivos”, comenta Reinier, sentado en una acera bajo el sol en la Calle 23 del Vedado, mientras intenta comunicarse por IMO con sus parientes de la Florida.

A pocos metros, Diosbel, espera en una oficina de Havana Tour para comprar un pasaje a Miami. “Todos pensábamos que después del 17 de diciembre los precios de los boletos de avión iban a bajar. El vuelo a Miami cuesta tan caro como a Colombia. Y del ferry el gobierno no da noticia. Están diciendo que empresas de correo de Estados Unidos van a hacer negocios con Correos de Cuba. ¿Para qué? Si estos sinvergüenzas solo permiten el envío de un kilogramo y medio y si te pasas, cada kilo te lo cobran a 20 cuc. El restablecimiento de relaciones no ha traído nada bueno a los cubanos”, dice molesto.

En La Habana las opiniones están divididas. Algunos creen que para 2016 será inexorable abrir espacios y mejorar las condiciones de vida de aquellos cubanos que desayunan solo café y no reciben divisas.
Otros son más pesimistas. Y aseguran que el régimen no va mover fichas hasta que los americanos levanten el embargo. Y si en algo es experto el régimen es en la inercia.

Iván García

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