Desde La Habana

En orfandad de Steve Jobs, el genio y el poeta

Otras veces he escrito en este blog sobre Steve Jobs, al que todos llaman de manera muy merecida el genio creador y cofundador de Apple, y con razón, porque además de genio, Steve Jobs fue un poeta, un hombre que tuvo una vida difícil, y supo salir de sus dificultades con un inmenso esfuerzo de voluntad y un acto de humildad poética que muy pocos en el mundo estarían dispuestos a hacer.

Steve Jobs fue adoptado, su madre lo entregó en adopción porque estaba esperando una hembra y les nació un varón, en los documentos de la adopción se exigía que la familia que lo recogiera (palabra dolorosa) prometería darle una educación al niño. La familia de adopción, sus padres desde entonces, se esforzaron con vehemencia para cumplir lo prometido.

Pero Jobs, el niño nacido en el seno de una familia musulmana y acogido por una familia de origen armenio judío, sabía que estaba perdiendo el tiempo en la universidad, que no daría la talla tal como se esperaba que él hiciera, y le dio vergüenza que sus padres estuvieran gastando todo un dineral en su educación y que el resultado fuera un irremediable fracaso. Esta manera de pensar, y de asumir su vida, es un acto poético de humildad por parte de Jobs, un acto que muy pocos estarían dispuestos a realizar y otros a reconocer.

En un discurso cuando le dieron el doctorado en la universidad de Stanford, contó su vida a los estudiantes, los instó a que hicieran siempre lo que les gustara hacer, y sobre todo, que fueran verdaderos, sinceros, y amplios en su visión individual de sí mismos, que no se contuvieran a la hora de aceptarse o criticarse. Lo dijo con otras palabras, pero ese era uno de los sentidos.

Muy pocos, con todo lo que ganó Jobs en los años posteriores, estarían dispuestos a recordar y a confesarse públicamente de la manera en que él lo hizo en aquel caluroso mediodía; la gran mayoría habría preferido olvidar y esconder el pasado, y habrían hecho un discurso pomposo cundido de autobombos. No fue su caso, y ese discurso es un verdadero poema a la vida, de sencillez y entrega.

Es una lástima que nosotros no le hayamos brindado más ternura y reconocimiento, como dijo un lector de mi blog personal.

Es una lástima que no haya recibido el Nobel; aunque al parecer Jobs no era una persona que se interesara demasiado en las condecoraciones, puesto que muy pocas figuran en su curriculum de Wikipedia, el que por cierto, es sumamente preciso, y escueto, si comparamos todo lo que hizo. Porque Steve Jobs es nuestro Poincaré, el que decía que “al final de todas mis ecuaciones me está esperando la poesía”.

Acabo de leer que antes de morir Jobs autorizó una biografía, con la única intención de que sus hijos lo conocieran más. Para un hombre al que todos querrían conocer, resulta sumamente modesto. Creo que, de manera metafórica, todos somos sus hijos, los hijos de un siglo en cuyo cambio él ha sido uno de los protagonistas principales.

Steve Jobs nos adoptó a todos, lo hemos amado y admirado a través de sus invenciones. Todos nos hemos quedado huérfanos.

Zoé Valdés

Blog Zoé en el Metro

Foto: Paul Sakuma, AP. Steve Jobs presenta el Nano de Apple en San Francisco, el 5 de septiembre de 2007. Tres años antes le habían detectado cáncer de pancreas. Sus últimos meses de vida se los dedicó a su familia.

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