Desde La Habana

En 2010 abundaron las malas noticias en Cuba

Cuando la alta jerarquía criolla disfrutaba de la llegada del 51 aniversario de la insurrección que los llevó al poder el 1 de enero de 1959, un violento frente frío hacía estragos en el occidente del país.

En Mazorra, hospital siquiátrico ubicado en la carretera que conduce al principal aeropuerto, se destapaba un escándalo mayúsculo. Debido a las pésimas condiciones, malos tratos y alimentación miserable, 27 enfermos mentales murieron de hambre y frío en la primera quincena de enero.

Las patéticas fotos que circularon por internet y los reportes de blogueros y periodistas independientes, obligaron al régimen a publicar una nota. Semanas después, sin hacer ruido, destituían al ministro de salud, José Ramón Balaguer.

Era el principio de una cadena de malas noticias que acontecieron en 2010 en Cuba. En febrero, el preso político Orlando Zapata Tamayo calentó la pista. Tras 86 días en huelga de hambre reclamando un puñado de derechos, murió en un hospital de la capital. Su fallecimiento provocó un alud de críticas en todo el planeta hacia los hermanos Castro.

La muerte de Zapata propulsó una serie de sonadas marchas de las Damas de Blanco, un grupo de mujeres, esposas, madres e hijas de opositores condenados a largas penas en marzo de 2003.

El gobierno no encajó bien el golpe. Poco acostumbrado a que le lleven la contraria, contra ellas utilizó la violencia disimulada, mediante turbas de supuestos espontáneos admiradores de la revolución. Las agresiones a estas señoras, que gladiolos en mano por las calles habaneras reclamaban libertad para sus familiares, arrojó más leña al fuego en la agitada primavera del 2010.

Los países civilizados pusieron el grito en el cielo y una serie de restricciones económicas se barajaron para presionar al gobierno de Raúl Castro. El General tomó nota. El horno no estaba para pasteles.

Cuba vive al borde de la quiebra. La economía naufraga. El país hace agua por todos lados. Por vez primera en 51 años, el gobierno tiró la toalla ante las marchas callejeras de la Damas de Blanco y una nueva huelga de hambre, iniciada en Villa Clara por el opositor Guillermo Fariñas, quien reclamaba la libertad de 26 disidentes.

En una rara pirueta diplomática, el régimen recabó el auxilio de la olvidada iglesia católica. A la precipitada, Raúl Castro pidió al cardenal Jaime Ortega que intercediera con las molestas mujeres. Se diseñó un plan a tres bandas. Desde Madrid, el ex canciller Miguel Ángel Moratinos daba el visto bueno. El acuerdo se hizo público el 8 de junio, y se daba a conocer que los 52 presos políticos serían liberados.

La estrategia de los gobernantes era tenderle puente de plata a los opositores excarcelados para que volaran a Madrid. Pensaron que la amable llamada telefónica del Cardenal a cada prisionero, invitándole a partir rumbo al exilio, sería aceptada por la totalidad de los reclusos. No resultó así. Como arma de coacción, el régimen aún no ha liberado a 11 disidentes que se niegan a ser desterrados.

Mientras daba la vuelta al mundo la noticia de la liberación de presos políticos, Fidel Castro, líder histórico de la revolución, salía de su lecho de enfermo. Un Castro recuperado. Con un look distinto, con monos deportivos Adidas o Nike. O una colección de camisas. Hizo lo que mejor sabe hacer. Hablar y vaticinar. Lanzó al mundo una alerta roja: una guerra nuclear está al doblar de la esquina.

Además de profetizar el caos, el anciano guerrillero es un convencido que el capitalismo tiene los días contados. Charló de todo lo que acontece en el globo. Pero no metió la cuchareta en temas locales. Eso era un asunto de su hermano.

Empezaron a jugar en ligas diferentes. Raúl, quebrándose la cabeza, a ver de qué manera lleva comida a la mesa de 12 millones de cubanos. Y el visionario Fidel, a cargo de los asuntos internacionales. Se sospechan que existen discrepancias, pero en 2010 cada cual fue a lo suyo. Por el momento.

En julio llegó el verano. Receso escolar, playa y fanáticos celebrando el triunfo de España en el Mundial de Sudáfrica. Antes, los habaneros habían festejado que su equipo, Industriales, se coronó campeón en la serie nacional de béisbol.

En las oficinas, en pleno calor, los tecnócratas trabajaban a todo gas en un proyecto sui generis para reformar la desastrosa situación económica. Recetas con un tufillo de terapias de choques, similares a las aplicadas por países en bancarrota.

Al terminar sus vacaciones, a los cubanos les esperaba la noticia de que un millón 300 mil personas irán al paro, en tres etapas. La primera ya comenzó, en octubre. No fue la única. De un tajo hay que recortar subsidios estatales. Abrir el grifo al trabajo por cuenta propia. Y aplicar una tasa en impuestos que en ocasiones llega al 40% de los ingresos, para aliviar el déficit mayúsculo del presupuesto estatal.

La gente no espera milagros con la apertura a la iniciativa privada. Le huele mal. Los elevados gravámenes desalientan. Las insuficientes garantías ofrecidas por un gobierno que abiertamente rechaza a las personas que logran hacer dinero, es un elemento de peso que genera desconfianza.

En diferentes provincias hubo conatos de protestas y las calles se han vuelto peligrosas. La policía no da abasto, por los hechos delictivos y el consumo de drogas. El transporte urbano, como las viviendas, cada vez peores. La libreta de racionamiento se mantiene y la escasez de productos, por pesos o por divisas, continúa siendo alarmante. Cuando no falta el arroz, faltan los frijoles. Si hay sal, no hay azúcar.

En el año que termina, por las calles se ven más mendigos, borrachos, prostitutas y ladrones. Se disparó la violencia doméstica y escolar. Y la cortesía siguió siendo cosa de otro planeta.

Pese al panorama negro con pespuntes grises, los cubanos continuaron bailando, cantando, burlándose de los gobernantes y haciendo el amor en cualquier lugar. Los televidentes se mantuvieron enganchados a los culebrones brasileños y las niñas se encandilaron con Hanna Montana.

En 2010, entre otros, hubo tres aniversarios redondos: el centenario de los nacimientos de la actriz y cantante Rita Montaner y del escritor José Lezama Lima, los 90 de la bailarina Alicia Alonso y los 80 de la intérprete Omara Portuondo. Cuatro compatriotas se alzaron con Premios Grammy Latino: Chucho Valdés y Leo Brouwer, residentes en la isla, y Arturo Sandoval y Alex Cuba, afincados en Estados Unidos y Canadá.

Una buena noticia fue que no fuimos azotados por ninguna tormenta tropical o ciclón de gran potencia. Y una mala, que la esperada arribazón de turistas estadounidenses no se produjo. A modo de consuelo, los familiares y amigos radicados en Estados Unidos, una vez más, y a pesar de la crisis, no han dejado de ayudar a los suyos al otro lado del charco. Con dinero o con bultos cargados de comida, ropa, medicamentos y juguetes.

Los cubanos desean que 2011 traiga buenos presagios. Piensan que las cosas peor no podrán marchar. Hace demasiado tiempo que están tocando fondo. Viviendo al borde del abismo.

Iván García

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