Desde La Habana

En 1988 los militares cubanos eran más abiertos

Cuando el domingo 8 de agosto Iván me dijo que al día siguiente estaba citado por la Contrainteligencia Militar y la Seguridad del Estado, no pensé que pudiera ser por alguno de los artículos donde él ha mencionado el rol de los militares cubanos.

Porque al lado de trabajos como Los planes del General, por sólo mencionar un ejemplo, Iván no dice nada que actualmente no se sepa, dentro y fuera de Cuba. Claro, el autor de ese texto, Enrique Collazo, vive en Madrid y a él no lo pueden citar y levantarle un Acta de Advertencia, como le hicieron a Iván.

Antes de pasar a contar mi experiencia con militares cubanos en 1988, no quiero pasar por alto un detalle.

El artículo que motivó esa citación, La liberación de los presos políticos refuerza a los militares cubanos fue publicado el 14 de julio. Y 25 días después, el 9 de agosto, es que citan a Iván. Demasiado tiempo si ellos consideraban que se trataba de un escrito negativo hacia la imagen de los militares. Más bien, parece que la citación fue motivada por el discurso de Raúl Castro, pronunciado el 1 de agosto, ocho días antes de la citación.

Cuando en 1988 Iván terminó el servicio militar, yo trabajaba como realizadora del programa televisivo Puntos de Vista. Fueron idea suya dos de los programas más exitosos que realicé: La Pelota y El Servicio Militar.

Iván fue quien me dijo que en noviembre de 1988 se cumplían 25 años de la implantación del servicio militar obligatorio en Cuba, Y me sugirió hacer un Punto de Vista. Me gustó la idea, siempre y cuando pudiero hacerlo con mi estilo, o sea con entrevistas amenas e igual número de criterios a favor o en contra del tema.

Se lo propuse al jefe de la redacción y le pareció muy bien. La Dirección Política de las FAR también estuvo de acuerdo. Como asesor fue nombrado un periodista militar, el teniente Bienvenido Rojas.

Al darnos luz verde, no tuvimos problemas para grabar en unidades militares. En una de ellas, en las afueras de La Habana, pudimos entrevistar libremente a jóvenes recién movilizados, entre ellos un hijo de Sergio del Valle, exministro del Interior, cuyas fuertes valoraciones salieron al aire.

El invitado principal del programa, cuya duración fue de 49 minutos (22 más de la habitual) fue Silvio Rodríguez, quien inició su carrera como cantautor mientras pasaba el servicio militar. La opinión más descarnada fue la de una mujer de la raza negra, que en la calle 23 y F, Vedado, entre otras cosas dijo en cámara: «El servicio militar es una mierda».

Con esas palabras abrí el programa. Le seguían tres o cuatro opiniones más y, a continuación, el título, sobre imágenes de reclutas y el tema musical del espacio, la canción No vivo en una sociedad perfecta, interpretada por su autor, Pablo Milanés.

El día de su estreno coincidió con una reunión de Raúl Castro, ministro de las FAR, con jefes militares. Según me contaron después, la reunión fue detenida a la hora en que iba a empezar el programa. Raúl Castro y los oficiales, no sólo lo vieron, si no que se rieron.

Unos días más tarde, cuando regresaba de almorzar del comedor del ICRT, en M entre 21 y 23, Silvio Rodríguez venía conduciendo el Lada blanco que entonces tenía. Cuando me vio, paró y me llamó. Me acerqué a la ventanilla. Silvio quería saber si no había tenido problemas por el programa. Y le conté que lo había visto Raúl Castro junto a varios militares y les había gustado. Silvio me respondió: «Menos mal, porque si no les hubiera gustado…».

¿Por qué en 1988 la alta jerarquía militar y el propio Raúl Castro eran más abiertos y tolerantes que en 2010? La respuesta puedo resumirla en dos palabras rusas: perestroika y glásnost.

No me consta que Fidel Castro tuviera las mismas simpatías por los cambios que estaban ocurriendo en la URSS, encabezados por Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin. Pero sí que eran del agrado de Raúl Castro, impulsor de una incipiente perestroika y glásnost criollas en la provincia de Pinar del Río, en la etapa en que Fidel Ramos era primer secretario del partido en esa provincia.

Y digo más. Como a la Dirección Política de las FAR le gustó el desenfado con que hice El Servicio Militar, me pidieron grabar dos programas más en Pinar del Río. Uno, dedicado a los domingos de la defensa y a experiencias de supervivencia llevadas a cabo en el municipio de San Cristóbal -preludio del «período especial» implantado en 1990 en toda la isla. Y el otro, sobre esa perestroika pinareña, que creo le llamaban «proceso democratizador de las masas».

Realicé los dos programas. Para el primero volví a contar con la asesoría de Bienvenido Rojas. Y para el segundo, Raúl Castellanos, en ese momento vicejefe del departamento ideológico del comité central del partido, me facilitó la lectura de una serie de actas de reuniones, entre otros documentos, relacionados con las innovaciones políticas que estaban teniendo lugar en Pinar del Río.

A este segundo programa le puse Democracia pinareña o de masas, no recuerdo bien, un título que no gustó porque en Cuba, si hay dos palabras que la gente teme pronunciar, ésas son democracia y libertad. A la hora de editar, al no encontrar una imagen adecuada, inserté un plano largo, en movimiento, de una carretera que el camarógrafo me había grabado desde la «guagüita» (ómnibus) utilizada para los desplazamientos del equipo de la televisión.

Luego de varias discusiones, durante las cuales a capa y espada defendí mi trabajo, ninguno de los dos programas fueron trasmitidos. Los censores, debo aclarar, no fueron los militares, sino burócratas del departamento ideológico del partido, siempre con miedo en el cuerpo, para no perder su puesto.

Veintidós años después, puedo asegurar que nadie me lo contó. De primera mano, pude constatar que en Cuba, en esa época, no sólo entre la población la perestroika y la glásnost tuvieron muchos seguidores, si no también entre militantes del partido y miembros de las fuerzas armadas.

Tania Quintero

Foto: Google-Imágenes. Edificio del Ministerio de las Fuerzas Armadas, en la Plaza de la Revolución.

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