Desde La Habana

El revolucionario honesto

El escritor y periodista Carlos Franqui tuvo que hacer este viernes, en San Juan (Puerto Rico), la última renuncia de su larga vida de 89 años: regresar a vivir y a escribir en una Cuba libre. En este abandono final no intervino el inconformismo ni la decepción. Fue una decisión a la que lo obligó la muerte.

Vivió en la capital borinqueña los últimos años de su vida al frente de una revista, Carta de Cuba, que le abrió sus páginas al periodismo independiente cubano. Trabajaba en ese proyecto convencido de que volvía a ayudar a su país a liberarse de otra dictadura.

Ya lo había hecho en 1958 cuando fundó, en un pequeño monte del Pico Turquino, en la Sierra Maestra, la emisora Radio Rebelde y el periódico Revolución para darle voz a la guerrilla que, encabezada por Fidel Castro, derrocó la tiranía de Fulgencio Batista.

Por esa fecha era un periodista reconocido, formado en las redacciones de los diarios y las emisoras, un autodidacta sin horarios fijos que escribía versos y amaba la pintura. Había nacido en 1921 en una familia campesina y, a los 20 años, ingresó en el Partido Socialista Popular (Partido Comunista) como dirigente organizador de células en las zonas rurales. Enseguida rompió con la dirigencia por rechazar los métodos dogmáticos e inflexibles que se usaban para conducir la organización y se quedó en una especie de izquierda por cuenta propia.

A finales de los años 40, mientras colaboraba en varios medios de prensa, hizo amistad y se acercó a personajes que fueron compañeros de viaje en proyectos artísticos y culturales, como Guillermo Cabrera Infante, el músico Harold Gramatges y el pintor Wifredo Lam.

Franqui realizó un trabajo abierto en contra de la dictadura de Batista y tuvo que salir al exilio a mediados de los 50. Luego regresó al país y subió a la Sierra Maestra.

Su falta de vocación para la sumisión absoluta y su experiencia directa en el ámbito cerrado de los comunistas criollos, entre otros asuntos graves y conflictos con escritores y artistas, lo separaron gradualmente del grupo más cercano a Castro, al que había pertenecido durante la guerra.

Para salir del paso se le envió a Europa con una credencial disimulada para hacer contactos con artistas e intelectuales. En esa época tuvo relaciones muy estrechas con Sartre, Picasso y Miró.

Volvió a La Habana, recogió a su familia y volvió a salir para instalarse en Italia, en silencio, entregado a la crítica de arte y varios asuntos privados en lo que se podía llamar un exilio de baja intensidad.

Su ruptura pública con la dictadura cubana llegó cuando Franqui firmó una carta de condena a la invasión soviética a Checoslovaquia de 1968. Una intervención que el régimen cubano apoyó con entusiasmo.

Acusado de traidor por sus antiguos compañeros y recibido con reservas por las primeras oleadas del exilio cubano, Franqui dedicó sus años de lejanía a escribir una serie de libros esclarecedores y sinceros sobre los tiempos iniciales del proceso y sobre algunos de los personajes principales de ese desastre.

Esas obras incluyen Diario de la revolución cubana y Cuba, la revolución: mito o realidad. Memorias de un fantasma socialista. Es autor, además, de una biografía no autorizada de Fidel Castro y de una pieza reveladora sobre la muerte de Camilo Cienfuegos, un sastre habanero que era el comandante más popular del Ejercito Rebelde. Desapareció en un avión a los pocos meses del triunfo.

Ricardo Cayuela le preguntó un día a Carlos Franqui si se arrepentía de haber sido un revolucionario. El periodista le respondió: «No. Hay un hecho que es insuperable: yo siento que a mí me obligaron a ser un revolucionario. Por más que miro hacia atrás para ver si podía haber hecho otra cosa, no la encuentro. Esa revolución destruyó mi país y destruyó la idea de un cambio profundo tan necesario».

Raúl Rivero

Carlos Franqui, escritor y periodista, nació en Cuba en 1921 y falleció el 16 de abril de 2010 en San Juan de Puerto Rico.

Salir de la versión móvil