Desde La Habana

El juego de ajedrez de los Castro

Luego de barajar diversas posibilidades, la periodista española Lali Kazás y yo acordamos alquilar un auto y trasladarnos a Ciego de Ávila.

Ese día había sido anunciada la excarcelación y extradición a España, de cinco prisioneros políticos y de conciencia, entre ellos Pablo Pacheco, quien desde la cárcel solía telefonearme, para hablar de béisbol y fútbol, entre otras cosas.

Llegamos al pueblo 9 de Abril y nos dirigimos al domicilio de Oleyvis García. Unos minutos después, sin desempolvarnos el polvo del camino, tocan a la puerta. Un uniformado de verde olivo se identifica y por sus nombres nos saluda a Lali y a mí.

Era el coronel Mesa, del Departamento de Seguridad del Estado. Cuando por teléfono se lo cuento a mi madre, ella me dice:

-Iván, Mesa es el que me recibió en Villa Marista, al día siguiente de tu detención, el 8 de marzo de 1991, entonces era capitán, delgado y no muy alto.

-No lo recuerdo. De quien me acuerdo es de Chaple, el que estaba en la salita a la que me llevaron las dos veces que me pudiste visitar.

-Es que Mesa fue el instructor de tu caso y a lo mejor no hablaste con él. Cómo te trató a ti y a Lali?

-Con mucha amabilidad. Quería saber cómo nos enteramos de la excarcelación de Pacheco y le dijimos que por la radio. Antes de marcharse, nos dejó un número de teléfono, para que lo llamáramos si se presentaba algún problema.

Y el problema se presentó al poco rato de él irse. Oleyvis tenía que ir a la sucursal de la Western Union, a cobrar un dinero enviado desde Estados Unidos por la familia de Pacheco. La oficina cerraba a las 4 de la tarde, la llevamos en el auto y aunque todavía no eran las 4, ya estaba cerrada. Averiguamos y nos dijeron que no había ido a trabajar el empleado.

Llamamos al coronel Mesa y en unos minutos el asunto quedó resuelto. No sé de dónde buscaron a una persona, abrió la Western Union y le pagó el dinero a Oleyvis, quien esa misma noche tenía que viajar a La Habana con su hijo. El lunes 12, ya en el avión, es que podrán estar con Pacheco.

Mi madre me interrumpe. Quiere saber si no aproveché la presencia del coronel, para averiguar un poco más sobre este extraño proceso de excarcelaciones, llevado a cabo en la isla por la jerarquía de la iglesia católica y el alto mando del Ministerio del Interior y el gobierno cubano.

-Sí, le pregunté. Pero me dijo que no sabía, que él cumplía órdenes y quien está al frente de todo es el general Raúl Castro.

A las 6 de la mañana del domingo me había despertado el timbre del celular. Era Pablo Pacheco, para decirme que estaba en una unidad militar, en las afueras de La Habana. Que allí habían otros presos políticos, a todos les estaban haciendo chequeos médicos y dándoles una atención de primera. «La comida es buenísima, hasta carne de res nos han dado. Y dormimos dos en una habitación con aire acondicionado», me dijo.

Me volví a acostar. Cuatro horas después, sonó de nuevo el celular. Era Oleyvis, la esposa de Pacheco. En ese momento a ella y a Jimmy, su hijo, y también a otros familiares, les estaban haciendo revisiones médicas en una clínica del Ministerio del Interior, en G y 19, en la barriada habanera del Vedado.

«Todas las familias estamos siendo alojadas en el Instituto Superior Capitán San Luis, del MININT, en Valle Grande, en las fueras de la ciudad. Nos están dando buen trato y buena alimentación, pero no hemos podido ver a nuestros maridos. Creo que antes de ir para el aeropuerto, vamos a ser recibidos por el cardenal Ortega, no sé si los familiares solos o también los presos políticos».

Cuando todavía estaba en la prisión de Canaleta, Pacheco había soñado con poder ver en su casa de Ciego de Ávila, junto a su esposa y su hijo, la final del Mundial de Fútbol. Los tres la pudieron ver  y saltaron de júbilo por la victoria de España.

Por separado, en La Habana, la ciudad donde ellos no nacieron, pero donde comenzó a gestarse el juego de ajedrez de los Castro. Con todas las piezas bien controladas y movidas, entre ellas algunas de la disidencia. Para que a nadie se le ocurra comerse al rey y sea éste quien dé el jaque mate.

Iván García

Salir de la versión móvil