Home / La Carpeta de Iván / El arte de no decir nada

El arte de no decir nada

Los reporteros de los medios oficiales son ilusionistas de la palabra. Magos del discurso retórico y hueco. Profesionales en ocultar la realidad. Expertos en la desinformación. Y el resultado de esa combinación es una prensa sosa y aburrida.

Tome un diario nacional o mírese el noticiero de televisión para darse cuenta que la realidad cubana y las necesidades informativas de la población no se cubren. Al tener el Estado el control absoluto de los medios, diseñan las noticias del día a placer.

Todo va bien. O casi todo. Habrá  más plátanos, arroz y malanga. Aunque los mostradores del mercado sigan vacíos, el presentador del noticiero nacional, con su cara de póker, lo informa con una media risa de satisfacción.

Las tibias críticas de la prensa oficial tienen que ser autorizadas desde las oficinas de los censores en el Palacio de la Revolución. Cuando los jefes deciden, se puede reprender con la pluma a los vendedores de productos industriales en la afueras de las tiendas. O a los intermediarios de productos agrícolas. O los conductores de ómnibus que se apropian de una parte del dinero diario recaudado.

Los más atrevidos arremeten contra algunas administraciones o personas de poca importancia. Directores municipales sin relevancia en la cadena de mando. Un cuadro medio del partido, que desde las altas instancias se ha dado luz verde para que los medios estatales lo cuelguen en la cruz.

Los periodistas gubernamentales no son un grupo de cínicos y desvergonzados. Son buenos profesionales. Pero están atrapados por una red de mandamases que no les permite hacer una labor seria y contundente.

Desde sus aulas en las universidades de comunicación llegan a las redacciones con ganas de comerse el mundo. Luego se dan cuenta que, excepto los accidentes de tráfico o los resultados del béisbol, las noticias están precocinadas por los especialistas del departamento de orientación revolucionaria.

Su función es servirle al público escribiendo una nota. Sin salirse de los cánones establecidos. A la vuelta de los años se convierten en expertos en no decir nada. Santurrones de la genuflexión. Y diestros en agradar a los líderes.

No buscarse problemas es una regla de oro dentro del periodismo oficial. El premio a la obediencia puede ir desde viajes al extranjero, una cuenta de internet en casa o un espacio fijo en la televisión.

Aunque dicen poco y es escaso el interés informativo, en su mayoría los reporteros gubernamentales dominan mayoría, las técnicas periodísticas actuales. Saben bien lo que acontece en la isla y el mundo. A hurtadillas leen la prensa extranjera y lo que escriben blogueros y periodistas independientes.
Casi todos tienen tantas carencias como cualquier simple ciudadano. Les falta comida en las despensas. Dinero en la cartera. Y sufren el mal servicio de los ómnibus urbanos.

Se quitan el disfraz de la simulación cuando llegan a casa. Al caer la noche, comentan con sus esposas hasta cuándo durara el histrionismo. Están cansados de fingir y callar. Y de ser disciplinados amanuenses.

Iván García

Foto: mojitoto, Trekearth.

Sobre admin

Periodista oficial primero (1974-94) e independiente a partir de 1995. Desde noviembre de 2003 vive en Lucerna, Suiza. Todos los días, a primera hora, lee la prensa online. No se pierde los telediarios ni las grandes coberturas informativas por TVE, CNN International y BBC World. Se mantiene al tanto de la actualidad suiza a través de Swissinfo, el canal SF-1 y la Radio Svizzera, que trasmite en italiano las 24 horas. Le gusta escuchar música cubana, brasileña y americana. Lo último leído han sido los dos libros de Barack Obama. Email: taniaquintero3@hotmail.com

Comentar

Su dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos necesarios están marcados *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

x

Check Also

Cuba, emigrar o andar 'volao'

Cuba, emigrar o andar ‘volao’

En la céntrica Plaza Roja de la barriada habanera de La Víbora, el hit abakuá del reguetonero Chocolate MC se escucha a todo volumen en una bocina portátil. Al compás de la música, un grupo de adolescentes bailan en la acera mientras se pasan entre ellos un botellín plástico de ron barato.