Desde La Habana

Disidencia cubana: más ego que talento

Hasta el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, intuyó que la oposición de la isla derrocha su talento y energía en luchas sórdidas y estériles. En respuesta al cuestionario que le realizó la bloguera Yoani Sánchez, el mandatario estadounidense, entre otros aspectos, destacó que la oposición cubana no suele ponerse de acuerdo entre sí.

Es cierto. Riñen demasiado, por temas baladíes. Parecen niños grandes y malcriados. Repletos de bajas pasiones. Y con un ego sobrado. Son dados a la difamación, y a la primera de cambio se comportan como animales en celo cuando notan que pierden protagonismo.

Es una oposición inmadura y poco diplomática. Una disidencia de república bananera. Si estos disidentes con más ego que talento, van a ser los que rijan los destinos de los cubanos, seré el primero que el día después que desaparezca el régimen de los hermanos Castros, tomaré rumbo al exilio.

El trasfondo de las incomprensiones entre los numerosos grupos de la oposición, casi nunca es por un determinado proyecto político. La fajatiña es o por dinero o por tener mayor influencia de liderazgo dentro de la oposición en la Isla. Luchan con saña por aparecer como interlocutores válidos con el gobierno de Estados Unidos o con la Unión Europea.

Es lícito y sano que se difiera. Y que cada partido, organización o movimiento demuestre que su estrategia de futuro es más viable. Bien. Lo que no se entiende es por qué, cuando alguien no coincide con sus propuestas, cae sobre esa persona o grupo, un volcán de lodo y una catarata de insultos.

La disidencia interna tiene un valor que nadie puede negar. Oponerse a un gobierno como el de los Castro es digno de aplausos. Además de estar hostigados y penetrados por la Seguridad del Estado, están amenazados por leyes, como la 88 o ley mordaza, que te envían tras las rejas por 20 años o más, sólo por discrepar y pedir un espacio político.

Pero, al menos para mí, la disidencia ha perdido el camino. También sus perspectivas. Ocupados como están, peleándose e insultándose, no se han percatado de la ausencia de un proyecto viable y sólido para ese futuro que se nos viene encima.

Son como cotos cerrados de caza. Enfocados a la prensa extranjera y a los mandatarios occidentales, poco o nada hacen para ampliar sus bases partidistas. A falta de espacio en los medios locales -por razones obvias- no intentan convencer, hablándole a los ojos, al cubano de a pie, hastiado y disgustado tras 50 años de un sistema ineficiente y que no satisface las expectativas personales de casi nadie.

En vez de propuestas irrealizables y descabelladas, bien podrían remangarse la manga al codo y aprovechando el poco resquicio legal que les da la Constitución de la República, involucrarse más en los asuntos de su comunidad. Y en los variados y múltiples problemas de escasez material y ausencia de valores que afecta a todos.

Literalmente a todos. Seas partidario o no de los Castro; liberal, socialista, marxista o cristiano; de izquierda o de derecha. Desde la violencia en ascenso, la falta de agua potable, el mal estado de las calles y las viviendas, la caída en picada de la calidad en la enseñanza y el lastimoso deterioro de la salud pública, en una época orgullo de Fidel Castro y una de las vitrinas del socialismo nacional.

Los disidentes debieran darse a conocer entre sus conciudadanos y asumir un papel de liderazgo, abierto al debate democrático. Cambiar el discurso y respetar las diferencias entre ellos, sería un primer paso. De continuar el actual estado de cosas, seguirán sumidos en la mediocridad y el descrédito.

Obama, quizás por diplomacia, no profundizó en el tema. Hay numerosas personas dentro del periodismo independiente y en grupos subterráneos de jóvenes intelectuales, que están tan cansados del añejo gobierno de los Castro, como de las peripatéticas posturas de la oposición criolla.

No solamente debe cambiar el sistema en el cual hemos vivido durante medio siglo. También debe transformarse la disidencia local. De seguir con las disertaciones panfletarias, la letanía y el caudillismo personal a la hora de hacer política, la futura sociedad cubana nacerá lastrada.

Habrá, sí, un cambio de nombre y de personas en la dirección del país. Pero será como tener un Fidel Castro vestido de civil. Al menos yo, no deseo ese porvenir para mi patria.

Iván García

Foto: MRLG, Flickr

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